jueves Ť 9 Ť agosto Ť 2001
Sami David
La elección de Tabasco
Los resultados alcanzados en Tabasco son elocuentes. Un buen candidato siempre se impone, puesto que la voluntad popular es primordial. Los comicios realizados el domingo anterior representan un indicador de los deseos del electorado, aunque voces contrarias pretenden observar otra lectura. Y aunque el triunfo de Manuel Andrade haya querido ser minimizado al identificarlo con una figura política nacional, definitivamente el virtual gobernador electo obtuvo la mayoría de los sufragios en virtud de su particular trabajo y oferta política. La participación ciudadana es un hecho. Y esto no debe ser olvidado por nadie.
En Tabasco el electorado volvió a las urnas dispuesto a ejercitar su derecho ciudadano. Y los candidatos de los diversos partidos políticos participantes recibieron sus votos respectivos. Y ese sufragio, en aras de la legitimidad, de la gobernabilidad, debe respetarse. La política también se sustenta en la ética, en actitudes propias que marcan la sensibilidad social, el bien común. Si el PRI se ha propuesto acompañar la transición democrática de nuestro país, el PRD, y cualesquiera de las instituciones políticas, también deben realizar su trabajo en esta misma dirección. Los tabasqueños han sufragado. Y ningún voto debe despreciarse. Ningún instituto político debe hacerlo.
La voluntad de la gente no es una ficción. La democracia en México constituye un proceso irreversible. Y no es posible marchar en sentido contrario a la historia. En el México de hoy prevalece una disputa abierta y civilizada del voto ciudadano, conforme a reglas equitativas y procedimientos transparentes. Y el PRI enfrenta el reto de asociar democracia con eficacia, puesto que continúa siendo mayoría en nuestro país y continuará en la lucha. Seguramente los resultados del pasado domingo abonarán el camino para desamarrar los nudos gordianos que la derrota del 2 de julio mantiene en distintos ámbitos en el Partido Revolucionario Institucional. Si no es así, será un desperdicio, un triunfo ocasional, un triunfo casual.
Aguascalientes, Oaxaca y Tabasco son indicadores de este proceso. Y aquí es conveniente resaltar las diversas vías que ofrece la transición democrática. Una de ellas es la flexibilidad a fin de forjar estos nuevos espacios de expresión ciudadana, y la imaginación y el respeto para que, desde nuestras particulares trincheras ideológicas, desde nuestro ámbito de trabajo, pugnemos por devolver a la ciudadanía el equilibrio necesario para restablecer un proyecto político-social adecuado a nuestros tiempos. A los partidos políticos y los candidatos les corresponde asumir triunfos y derrotas con madurez política. Por eso mismo se deben respetar los ámbitos ganados mediante el sufragio.
En Tabasco, arguyen los observadores, ganó Roberto Madrazo Pintado, ex gobernador de la entidad. Pero ello, en virtud de la sociedad que recuerda su gestión administrativa. Sin embargo, también ganó el país y ganó la ciudadanía porque esta nueva elección determina el clima de libertades que vivimos. Ganó y se fortaleció el sistema de partidos, que en apariencia iba en declive. Por supuesto que Manuel Andrade tiene los méritos suficientes para gobernar con sensibilidad e inteligencia en virtud de sus propios valores. Ganó la democracia. Y hay que defenderla contra cualquier artilugio. Eso significa responsabilidad y sensatez.