jueves Ť 9 Ť agosto Ť 2001
Adolfo Sánchez Rebolledo
Madrazo va por todo
Al PRI le pasa un poco lo mismo que a los antiguos partidos comunistas que perdieron el poder tras la caída del muro, en 1989. Parecen una especie en vías de pronta y urgente desaparición, pero no acaban de borrarse completamente del mapa político. Aunque afortunadamente ya no disponen del poder omnímodo de otras épocas, los priístas conservan importantes posiciones en el ámbito federal y local, tanto en la rama legislativa como en los gobiernos estatales, de modo que hoy constituyen la primera fuerza de la oposición y el partido con mayor presencia nacional. Más aún, los resultados de las elecciones en Tabasco comprueban que sigue siendo una fuerza competitiva capaz de mantener al grueso de sus votantes más fieles.
No se requiere de mucha perspicacia tampoco para advertir que la victoria del PRI en Tabasco despeja el camino al ex gobernador Roberto Madrazo, a la vez que replantea con nuevos tintes el tema de la reforma de ese partido. A partir de hoy, las distintas corrientes internas priístas, sobre todo aquellas vinculadas al labastidismo, tendrán que hacer un examen a conciencia sobre sus posibilidades en un partido que seguramente tendrá como máximo representante a su principal y más enconado adversario. Y fuera del PRI, por otras razones, también urge pasar de las generalidades sobre la "crisis terminal" de ese partido a una reflexión multifacética sobre el actual régimen de partidos y sus opciones de evolución en el país, dado que aún está pendiente la reforma democrática del Estado. Es el momento de hacer a un lado las fantasías de quienes esperan que el PRI se despedace para comenzar a pensar en un "gran partido de centroizquierda", en vez de preocuparse en no dilapidar sus propias y a veces escasas fuerzas. No deja de ser un dato interesante que el PAN haya desistido de cualquier alianza electoral con el perredismo en Tabasco, no obstante los gestos gratuitos de Amalia García para vencer a Cervera Pacheco en Yucatán. Es el momento de tratar de entender la "crisis del PRI" con mejores argumentos que la denuncia de sus execrables métodos electorales.
La alternancia marca, en efecto, un cambio muy importante en la vida nacional, pero no es la versión nativa del "fin de la historia", la conclusión de una larga noche para un amanecer completamente radiante y nuevo como deseaban los vencedores del 2 de julio. Considerar al ex partido oficial como una corriente conservadora mediante el expediente de comprobar el agotamiento del ciclo histórico de la Revolución Mexicana es un error porque pasa por alto el hecho de que, para todo fin práctico, fueron los gobiernos priístas los principales impulsores de la reforma estructural (privatización + apertura) que nos puso adonde ahora estamos en materia económica y social. La hipótesis de la "traición" de los tecnócratas al auténtico partido de la Revolución es, por lo menos, una ligereza conceptual.
ƑO alguien cree, en serio, que Madrazo, Bartlett o Labastida se proponen volver al viejo orden proteccionista y monocolor rompiendo la alianza (ésa sí histórica) con el empresariado que salió beneficiado con la modernización de los años recientes?
Efectivamente, murió el viejo PRI-instrumento del recambio electoral de la clase política bajo el Estado monocolor y vertical de la Revolución, pero los políticos de la antigua clase dirigente siguen esperando el segundo round apoyándose en una amplia coalición que la victoria foxista no ha logrado destruir. Un regreso a las formas anteriores de hacer política parece imposible, pero los cuadros profesionales del tricolor han demostrado poseer una enorme elasticidad para adaptarse plásticamente a cualquier situación, reciclándose incluso bajo otras banderas partidarias, si es preciso, pero no se extinguen fácilmente, así que tendremos que contar con ellos cualquiera que sea la forma final de su presentación.
La gran incógnita está en saber si podrán emplear esas habilidades dentro de su propio partido para colocar las bases de una suerte de refundación, una renovación que los ponga en pie como un genuino partido o si, a pesar de todo, sobrevendrá la tan temida división que los conduzca a la diáspora.
Por lo pronto, Madrazo sale fortalecido y enfilado al liderazgo en vísperas de la Asamblea Nacional que servirá para medir la correlación de fuerzas y despejar el campo antes de elegir una verdadera directiva. Será cosa de ver si las piezas se reacomodan bajo un arreglo propiamente partidista o si prevalecen las tendencias al caudillismo que aún marcan las lealtades de sus miembros. Pero el PRI, por lo visto, también vive.