JUEVES Ť 9 Ť AGOSTO Ť 2001
Ť Sólo vemos la riqueza a nuestro alrededor, señalan
"Nos quieren desaparecer", grito campesino en calles del DF
Ť Dicen que les pagan a 10 centavos el kilo de limón y a 40 el de naranja Ť Protestaron en diferentes puntos de la ciudad
KARINA AVILES
Cansados de sólo mirar la riqueza a su alrededor, de sembrarla y cosecharla, pero nunca tenerla, llegaron a la capital del país en decenas de camiones a través de cuyas ventanillas se asomaban niños, jóvenes, hombres maduros, mujeres y ancianas campesinas. Todos, miembros de la lucha contra la globalización; parte de aquel 70 por ciento de los más de 20 millones de habitantes del agro nacional que el neoliberalismo ha dejado sin trabajo.
Llegaron de Zacatecas, Oaxaca, Campeche, Morelos, Guerrero, Veracruz, Hidalgo, Aguascalientes, Chiapas... Sin más equipaje que el de la razón, se expresaron en las avenidas y calles de la ciudad de México para gritar: "šnos quieren desaparecer!", que un kilo de naranjas se los pagan con cuatro monedas, cada una de 10 centavos, que "de cualquier manera andamos en la fregada; los que no levantan, porque no levantan, y los que sí porque no tienen dónde vender su producto".
Los miles de campesinos globalifóbicos se expandieron en diferentes puntos de la ciudad: unos en la Secretaría de Agricultura, otros en la calzada Ignacio Zaragoza, otros más marcharon del Monumento a la Revolución al Zócalo, y se fueron del Centro Histórico hasta el sur, en las inmediaciones de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, entre otras dependencias.
Cada uno cargando con una historia común a la de los demás, pero diferente en la manera de sobrevivirla. Andrés García Lombar cuenta cómo le va la vida en el pueblo de los Tres Encinos, en Martínez de la Torre, Veracruz. Allí nació y desde niño trabaja la tierra. Primero aprendió a regar chile gordo y después, "ya más crecido", se dedicó a los cítricos.
Nunca ha dejado de ser jornalero, y desde los ocho años hasta los 52 que tiene actualmente, su vida se ha ido en cortar limones y naranjas. El es parte de un equipo de tres personas que debe cortar tantos limones como para hacer una tonelada al día. Dice que éstos "se ponen a 10 centavos el kilo casi todo el año, y hay un solo mes que sí valen, y es precisamente cuando no hay producción"
Desde que empieza a trabajar, a las 8 de la mañana, es puro "sudor y sudor", y aunque "uno está acostumbrado al yugo, como los bueyes, se sufre mucho". Malamente, dice, el campesino de su pueblo come carne una vez a la semana, y "eso el que no chupa". Andrés no bebe, pero de cualquier manera se alimenta con "30 tortillas al día" y un chilito que nunca falta. "šAy de uno si no salen los cítricos!". Un kilo de naranja se lo pagan a 40 centavos, cuando los consumidores compran la misma cantidad hasta por 6 o 7 pesos. Para llegar a los 400 pesos tiene que juntar una tonelada, y aún así, si no fuera por los cítricos, menos que eso tendría en los Tres Encinos.
En el caso del zacatecano Alejandro Ibarra, el sufrimiento es otro: las aguas no llegan y "no tenemos suficientes recursos para la potable". Ya no pudo más cuando el año pasado levantó sólo tres costales de frijol, equivalentes a 150 kilos, en seis hectáreas. Por ello, Alejandro tuvo que tomar la decisión de formar parte de los miles de desplazados involuntarios del campo, y ahora está trajando también de albañil para tener por lo menos 100 pesos seguros al día.
Su paisano Gilberto Alvarez resume en unas palabras la situación: "nos quieren desaparecer por como nos están tratando". Los campesinos "andamos a la fregada... Por un lado, porque la sequía no dejó levantar nada, y por otro, porque el gobierno nos tiene en crisis".
Venustiano Prigada, procedente de Veracruz, dice que a diario sus ojos ven una realidad: "los campesinos nomás vemos la riqueza alrededor". El sobrevive con 50 pesos al día, que tienen que alcanzar para mantener a cinco miembros de la familia. "Ahí está el detalle, la familia es la que sufre más. Y en esta situación hablar de estudios, Ƒde dónde?".