MARTES Ť 7 Ť AGOSTO Ť 2001
Ť Nora P. Jara
La marcha que viene
El próximo ocho de agosto cientos de campesinos indígenas vendrán a la ciudad de México. Planean apostarse fuera de las dependencias públicas relacionadas con la aplicación de programas y presupuestos gubernamentales dirigidos al agro.
El anuncio genera un sinnúmero de análisis y explicaciones que reseñan la severa crisis que ha vivido el campo en nuestro país; éstas van desde el corporativismo y la falta de políticas y subsidios adecuados a la realidad de marginación y pobreza que viven millones de familias campesinas en todo el territorio, incluyendo la zona rural subsistente en el Distrito Federal, hasta las de reglas de exclusión y de entrega que fueron parte del Tratado Libre Comercio con Norteamérica.
Dentro de las distintas versiones que suscita dicho acontecimiento -mismo que no es común, porque las organizaciones que convocan a la capital de la República son de las más numerosas y con mayor representatividad en el Congreso de la Unión- se habla de la presencia de campesinos de más de veinte estados del país, entonces es válido también pensar en una cultura del consumo, a través de la revalorización de un espacio rural amplio. Que sea un concepto que abarque las múltiples funciones que tienen que ver con el cuidado de agua, suelo, tierra, bosques, y que también considere el valor de vida de los campesinos mexicanos.
Cuando escuchamos que viene una marcha con el fin de permanecer dos días aquí en el Distrito Federal, y aunque aseguran sus organizadores y participantes que no crearán caos ni pretenden obstaculizar arterias, sabemos todos los que vivimos aquí que esto no es cierto, y que su arribo será una contrariedad para muchos ciudadanos.
Pero más allá, de este argumento Ƒporqué no pensamos en lo que comemos y cómo lo consumimos? Esto significa pensar, sí, en el mejor precio, y a la vez en la consecuencia de adquirir un alimento que no contribuya a la economía del país; esto permitiría impulsar políticas de consumo alimentario con base en una identidad nacional.
Investigadores de la UNAM en áreas de ciencias, medio ambiente y biodiversidad sostienen que el consumo de alimentos industrializados ha desplazado el consumo de los productos alimentarios populares. Los sectores mas pobres del país consumen una dieta básica de estos productos que sustituyen las fuentes convencionales de la producción alimentaria mexicana, generando conflictos político-económicos que causan inestabilidad y por ende, marginación y retraso.
Ante este panorama, que tiene que ver con el consumo de los habitantes de las grandes ciudades del territorio nacional como son los del DF, los investigadores sostienen que en nuestro intento por des-petrolizar la economía, ahora exportamos petróleo, pero también importamos comida. Si bien aún no se pueden comprobar daños en el organismo por el consumo de maíz amarillo importado en forma de fructuosa, en vez de azúcar natural, o digamos que no es lo mismo el maíz blanco para los totopos y para el pozole que el maíz güero para el aceite, existe una tendencia ascendente en el consumo de tortilla industrializada, de tortilla transgénica ; y si nos referimos al drama del café, hablamos del consumo de granos colombianos, brasileños y, para gustos exóticos, hasta de Africa y Medio Oriente, contra el bajo consumo de café de Veracruz o Chiapas. ƑQué vamos a comer los capitalinos si los campesinos vienen todos a la ciudad? Tal vez esto no preocupe, porque los almacenes y las grandes tiendas departamentales ofrecerán, como siempre, todos nuestros alimentos en grandes volúmenes, y no tenemos por qué involucrarnos en la espera del pago a los productores de azúcar, o cualesquiera otros.
Según los investigadores, de esto se trata, de dar una importancia cultural a los cultivos de alimentos, crear políticas que privilegien la viabilidad de las formas de producción rurales para que la alimentación urbana reconozca su carácter rural. Políticas responsables que den capacidad financiera a productores agrícolas, que paguen el trabajo de hombres y mujeres campesinos y el uso de sus recursos; a la vez que en el marco de un libre comercio desigual, entre no iguales, pugne por la capacitación y el apoyo entre socios como parte de nuevas condiciones de la comunidad agraria y rural de México.