Doña Flor, Teresa Batista y Tieta
Jorge Amado
De Doña Flor y sus dos maridos
Escuela de cocina "Sabor y arte" Cuándo y qué servir en un velorio (Respuesta de doña Flor a la pregunta de una alumna)
No por ser desordenado día de lamentación, tristeza y llanto, debe dejarse transcurrir el velorio a la buena de Dios. Si la dueña de la casa, sollozante y abatida, fuera de sí, abatida por el dolor o muerta en un cajón no pudiera hacerlo, entonces un pariente o una persona de su amistad debe encargarse de atender la velada, pues no se va a dejar a secas, sin nada de comer o de beber, a los pobrecitos que solidariamente se hacen presentes a lo largo de la noche.
Para que una vigilia tenga animación y realmente honre al difunto que la preside, haciéndole más llevadera esa primera y confusa noche de su muerte, hay que atender solícitamente a los circunstantes, cuidando de su moral y de su apetito.
¿Cuándo y qué ofrecer? - Durante toda la noche, del comienzo al fin, es indispensable el café; naturalmente, solo. El café completo -con leche, pan, manteca, queso, algunos bizcochitos, algunos bollos de mandioca y rebanadas de torta de maíz con huevos estrellados- sólo se servirá por la mañana y para los que allí amaneciesen. Es conveniente mantener el agua siempre a punto para el café, de modo que nunca falte, ya que de forma continua llegan personas. Debe servirse con tortitas de harina y bizcochos. De vez en cuando hay que pasar una bandeja con canapés salados, tales como bocadillos de queso, jamón y mortadela, pues para consumición mayor ya basta y sobra con la del difunto.
Sin embargo, si el velorio fuese de categoría, uno de esos velorios en que se tira el dinero, en ese caso, se impone dar una jícara de chocolate a medianoche, bien espeso y caliente, o un caldo de gallina con arroz. Y, para complementar, bollitos de bacalao, frituras, croquetas de toda clase, dulces variados y frutas secas.
Para beber, si se trata de una familia pudiente, además de café puede haber cerveza o vino, un vaso, y sólo para acompañar el caldo y la fritada. Nunca champaña, se considera de mal gusto servirla en tales circunstancias.
Sea rico o pobre el velorio, es de rigor, no obstante, servir continuamente la imprescindible, la buena cachacinha; puede faltar de todo, incluso café, pero la cachacinha es indispensable; sin su consuelo no puede haber velorio que se precie de tal. Un velorio sin ella constituye una falta de respeto al difunto, una muestra de indiferencia y desamor hacia él.
Ya que me lo pregunta con tanta fineza, le digo, mozo, que cuando viene la desgracia no viene sola. Empieza y no hay quien la pare, crece como cosa barata, de consumo general. La alegría, en cambio, no prende, es planta exótica, de cría difícil, de poca sombra, de duración breve, no se da bien ni con el sol ni con la lluvia ni con el viento, exige cuidados cotidianos y tierra bien abonada, ni seca ni húmeda, es un cultivo caro, de gente rica, con mucho dinero.
La alegría se conserva en champaña; la cachacinha sólo acompaña las desgracias, si es que las acompaña. La desgracia es planta resistente, se mantiene sin requerir cuidados, crece sola, se vuelve frondosa, se la encuentra en todos los caminos. En donde andan los pobres, compadre, la desgracia se da en abundancia, no se ve otra planta. Si usted no tiene el cuero curtido y la espalda endurecida, con callos por dentro y por fuera, no gana nada con pelear contra los fantasmas, pierde el tiempo.
Y le digo más, compañero, y no es por alabarme sino porque es la pura verdad: sólo los pobres tienen fuerza para cargar con tantas desgracias y seguir viviendo. Lo he dicho y no me contestaron. Ahora yo pregunto: ¿por qué le interesa a usted conocer las desventuras de Teresa Batista? ¿Acaso puede arreglar las cosas pasadas?
Teresa cargó con fardos tan penosos que pocos machos aguantarían semejante peso y ella lo soportó y salió adelante, nadie la vio quejarse ni pedir compasión y si alguna vez la ayudaron, rara vez, fue por amistad y no porque se quejara; donde ella andaba ahuyentaba la tristeza. A la desgracia no le hacía caso, compadre, para Teresa solamente la alegría tenía valor. ¿Quiere saber si Teresa estaba hecha de hierro y con el corazón de acero? El color de su piel era de cobre, no de hierro, y el corazón de manteca, mejor dijo, de miel.
De Tieta de Agreste
Exordio o introducción donde al autor, astuto, intenta eximirse de toda y cualquier responsabilidad y termina por lanzar un imprudente desafío a la sutileza del lector con una pregunta sibilina
Comienzo por avisar: no acepto responsabilidad alguna por la exactitud de los hechos, no pongo la mano en el fuego, sólo un loco lo haría. No únicamente por haber transcurrido más de diez años sino, sobre todo porque, verdad, cada uno tiene la suya, razón también, y en el caso que nos ocupa no veo perspectivas de término medio, de acuerdo entre las partes.
Enredo incoherente, confuso episodio, lleno de contradicciones y absurdos, consiguió atravesar la distancia y mediar entre el olvidado villorio fronterizo y la capital, los doscientos setenta kilómetros de agujeros en el asfalto de segunda y los cuarenta y ocho de barro de primera y polvo de primerísima, polvo rojo que se incrusta en la piel y resiste a los jabones finos, que llega a tener eco en la prensa metropolitana.
Noticiario inicialmente entre chistoso y sensacionalista, después patriótico y discreto, pues muy bien pagado, se va disolviendo rápidamente en anuncios, algunos de página entera.
Cierto semanario de tradiciones dudosas, adjetivo mal empleado: ¿por qué dudosas?, se hizo el valiente en un editorial de primera plana, con agresivo encabezamiento en rojo, y amenazó con enviar un reportero y un fotógrafo a aquellos lejanos confines para aclarara la gravísima denuncia, la monstruosa conspiración, el peligro aterrador, etc. La arrogancia y la indignación duraron apenas un número; la valentía, el probo director se la guardó en el trasero, y se olvidó del escabroso tema.