MARTES Ť 7 Ť AGOSTO Ť 2001

Elena Urrutia

Para proteger y educar a las mujeres

Muchos y variados son los recorridos que pueden hacerse en el Centro Histórico de la ciudad de México, y nada mejor para un grupo de estudiosas y estudiosos de la mujer y las relaciones de género, que visitar algunos espacios arquitectónicos destinados siglos atrás a la protección y educación de las mujeres en esta ciudad.

Dentro de la sociedad prehispánica era costumbre acoger a las jóvenes que voluntariamente deseaban dedicarse por un tiempo al servicio del templo en el Calmecac. Guiadas ahí por mujeres mayores, sus maestras, vivían dedicadas a proveer lo necesario para el culto de los dioses, hasta el momento de abandonar el Calmecac para casarse y formar su familia. Para los caciques y personas principales fue natural entregar a sus hijas a beaterios -que recuerdan los beguinajes belgas y germanos-, colegios o conventos que habrían de facilitar, en el aislamiento del claustro, la mejor integración de las jóvenes y niñas al nuevo sistema educativo.

Así, promovido por el primer arzobispo de México, Fray Juan de Zumárraga, y por acuerdo del virrey don Antonio de Mendoza, se funda en 1540 el convento de la Concepción, primero de los conventos hispanoamericanos de monjas, construido en el límite de la traza de la ciudad, pero cerca de la zona destinada a los indios, a cuyas hijas estaba dedicado para instruirlas en la fe católica, situado en la ahora calle de Belisario Domínguez, casi esquina con San Juan de Letrán o eje central Lázaro Cárdenas. A raíz de la exclaustración el convento y la iglesia, como la mayor parte de los que visitamos posteriormente, se vieron desmembrados, cercenados o destruidos.

Sobre la misma calle de Belisario Domínguez, esquina con Allende, guiadas por el fervor entusiasta de la maestra Nuria Salazar pudimos observar desde afuera la iglesia del convento de San Lorenzo cuya fundación se remonta a 1598, con una portada del siglo XVIII enmarcada por un muro de tezontle. Por estar cerrada la iglesia momentáneamente no fue posible admirar la moderna restauración, obra del arquitecto Ricardo Robina, ni la dramática mano, obra del escultor Matías Gueritz.

El prodigio de la magnífica conservación de la iglesia de Nuestra Señora del Pilar o La Enseñanza antigua -mediados del siglo XVIII-, en la calle de Donceles, se debe nada menos que a un capricho de Benito Juárez que decidió dejarla intocada en vista de ser tan bella. A los lados de la sorprendente iglesia se encontraba el claustro de educandas a la izquierda y el de religiosas a la derecha, actualmente sede este último de El Colegio Nacional.

Convertida ahora en un espacio cultural se encuentra en la cerrada de Licenciado Verdad la iglesia de Santa Teresa La Antigua y restos de lo que fuera el convento de Carmelitas, fundado en 1618, dedicado también a la educación de las mujeres.

Llevando también el nombre de una santa, la iglesia de Santa Inés y el claustro -fundado en 1600, y restaurado y convertido en el Museo Cuevas-, en la calle de Academia, conserva todavía las grandes puertas de madera con episodios de la vida de la santa en alto relieve, en el costado del edificio casi oculto tras los vendedores ambulantes de la calle de Moneda. Curiosamente, en 1539, Carlos I de España había negado su licencia para establecer conventos de monjas para españolas, ya que juzgaba más conveniente que las españolas e hijas de españoles se casaran y tuvieran hijos para aumentar así la población de estas tierras, "y no que se dedicaran al servicio de Dios, Nuestro Señor".

En la actual calle de Jesús María se construyen la iglesia y el convento de Jesús María en 1580. Convento de patronato Real fundado por la preceptora de una hija de Felipe II y una hermana del arzobispo Pedro Moya de Contreras, en él vivirían las hijas del conde de Santiago, de Francisco de Fagoaga, del minero José de Barda, del primer presidente de México, Guadalupe Victoria, y de muchos más. El aporte de dotes tan copiosas debió contribuir a la magnificencia del lugar.

Observando la fachada de la iglesia de San Bernardo, fundación concepcionista de 1636 en la calle de Venustiano Carranza, pudimos imaginar lo que fue su convento y la magnitud de la antigua iglesia, mutilada su nave al abrirse la calle de 20 de Noviembre.

El Colegio de Niñas (Nuestra Señora de la Caridad) fue fundado en 1548 para dar educación a niñas internas, mestizas y españolas, y suprimido durante la Reforma en 1862. El claustro, entre 16 de Septiembre y Bolívar, luego de haber sufrido todos los avatares posibles, se ha convertido en el moderno y sofisticado club de banqueros, ejemplo extraordinario de lo que puede ser el rescate de las ruinas con el mejor de los gustos, y una buena solución para mantener el Centro Histórico.

El último sitio visitado en nuestro periplo fue el Colegio de San Ignacio o Las Vizcaínas, fundado en 1732, entre las calles de los mismos nombres, a un paso, otra vez como al principio de nuestro recorrido, de San Juan de Letrán o eje Lázaro Cárdenas. Una de las razones de la sobrevivencia por más de 250 años de esta institución educativa femenina es, sin duda, el haber sido y seguir siendo una institución laica que sobrevivió a la Reforma. Otra razón, tal vez, es el hecho de no haber cambiado de manos, ya que a los vascos miembros del consulado que fundaron este centro seglar concebido para dar protección y formación a mujeres viudas y jóvenes huérfanas carentes de recursos, ha seguido un patronato, sucesor de los fundadores y sin duda también de origen vascuence. El Colegio de las Vizcaínas emprendió una revolución pedagógica al haber concebido la educación de la mujer como una preparación para dominar un oficio y hacerla autosuficiente. Agustín de Iturbide lo protegió. Juárez lo preservó de la expropiación de bienes señalándolo como modelo de enseñanza seglar. Porfirio Díaz lo identificaba con los ideales de la educación positivista. Francisco I. Madero y Venustiano Carranza lo protegieron en momentos críticos, y José Vasconcelos, desde la Secretaría de Educación Pública, demostró especial interés por su buen desarrollo. Como dato curioso, si antiguamente las accesorias adosadas al exterior del edificio -proyectadas como talleres y viviendas- contribuían a su sostenimiento con las rentas recabadas -algunas fueron alojamiento de prostitutas y una de ellas el local nada menos que del bar La rata muerta, frecuentado por la bohemia de los años cincuenta-, actualmente una parte del ingreso se recibe gracias al alquiler de la capilla y del claustro principal con ocasión de bodas, muy sonadas, sin duda.