LUNES Ť 6 Ť AGOSTO Ť 2001
Del toreo en Tabasco
Ť Lumbrera Chico
La primera vez que hubo una corrida de toros en Tabasco fue en 1790, con motivo de la coronación de Carlos IV. El festejo se realizó en la ciudad de San Juan Bautista, hoy Villahermosa. Tuvieron que transcurrir dos siglos para que esa importante capital del sureste contara con una plaza propia, la Monumental de Villahermosa, llamada así precisamente, y debida al genio del arquitecto Mario del Olmo, padre del matador del mismo nombre y autor de la hermosísimo coso de Apizaco en Tlaxcala.
En el cartel inaugural participaron, aquella tarde de 1979, las tres grandes figuras del momento nacional: Manolo Martínez, Eloy Cavazos y el recientemente fallecido Francisco Curro Rivera. Los historiadores, sin embargo, no registraron la ganadería que contribuyó en aquella ocasión a dar una función taurina a la que sólo asistió la mitad del público esperado.
Desde entonces a la fecha, la Monumental de Villahermosa no ha contribuido en absoluto a fomentar el gusto por la tauromaquia, en una entidad que cuenta entre una de sus características fundamentales una arraigada tradición ganadera, aunque, debe aclararse, de reses de engorda de excelente calidad, si bien desde que Roberto Madrazo Pintado llegó al poder en 1994, esta agroindustria se desplomó como casi todas las demás actividades productivas de Tabasco.
Pero si la fiesta brava no prendió en el ánimo popular, ha sido motivo de interés y atracción de los más conspicuos artistas tabasqueños. El inmenso poeta Carlos Pellicer Cámara no se perdía una corrida de toros, allá en la ciudad de México, tanto en Cuatro Caminos como en la Monumental Plaza Muerta (antes México). Era un punto de referencia obligado, con su espléndida cabeza calva, que sobresalía detrás de un burladero en el callejón. Su hermano, Juan Pellicer Cámara, como sabemos fue juez de ambas plazas así como cronista taurino en el Esto, donde firmaba como Juan de Marchena.
Otro gigante de la poesía mexicana, oriundo de Tabasco, don José Gorostiza, autor de Muerte sin fin, solía ir a las corridas postineras en compañía de Jorge Portilla, al que todos recordamos por su libro Fenomenología del relajo.
Para cerrar esta terna de poetas magníficos, hay que mencionar, por último, a José Carlos Becerra, quien antes de avecinarse en la ciudad de México, donde cuajó su obra cumbre, el Otoño recorre las islas, cultivó la crónica taurina en algunos diarios de su tierra natal, aunque de esos trabajos no queda prácticamente huella alguna.
Hoy en día, los amantes de la estadística señalan que a lo largo de la última década la Monumental de Villahermosa, con una capacidad para 5 mil espectadores, ofrece en promedio tres corridas al año. Han sido tan chafas sus promotores que, por ejemplo, la tarde en que se presentó Julián López, El Juli, sólo se llenaron las localidades de sol general, mientras los asientos numerados permanecieron vacíos. Muestra de tal pobreza en materia de tauromaquia es el hecho de que Tabasco ha dado un solo torero al mundo: Javier Tapia, El Cala, quien hizo una campaña sin pena ni gloria y se retiró en buena hora para dedicarse mejor a asesorar novilleros en calidad de apoderado.