lunes Ť 6 Ť agosto Ť 2001
Elba Esther Gordillo
Lecciones de la tercera vía
La visita oficial a México del primer ministro británico, Tony Blair, es propicia para reflexionar sobre las transformaciones operadas en uno de los partidos con mayor presencia en Europa, el Partido Laborista, que le permitió regresar al poder luego de un largo periodo de predominio conservador que impuso Margaret Thatcher, la dama de hierro.
A lo largo de una década y media, el Partido Conservador británico mantuvo el poder hasta que el primero de mayo de 1997 la sociedad inglesa se movió al laborismo, decisión que refrendó el pasado 7 de junio para confiarle un periodo más al frente del gobierno con alrededor de 45 por ciento de los votos.
El llamado "nuevo laborismo", encabezado por Blair, se ha movido hacia la construcción de un espacio de centro-izquierda conocido en la política británica como "centrismo radical", que identifica el cambio con el progreso y expone una visión de futuro a la que concurren: el desarrollo sustentable, la democracia política y la promoción de los derechos humanos, con la aceptación de la globalización como una realidad histórica que, a un tiempo, presenta desafíos, pero puede abrir oportunidades.
Tony Blair ha hecho suya la tercera vía, cuyo autor intelectual, Anthony Giddens -quien recientemente visitó nuestro país-, es un lúcido académico y un político visionario portador de una idea de renovación de la izquierda que intenta conciliar las nuevas condiciones vigentes de globalización y predominio de la economía de mercado, con la consecución de la justicia social, la defensa y actualización de la libertad, entendida no únicamente en términos del disfrute de derechos individuales, sino con el cumplimiento de responsabilidades para el bienestar colectivo.
Para tener una idea más clara de la importancia de Blair, Giddens, la tercera vía y el "nuevo laborismo" en el panorama político del mundo de nuestros días, basta repasar algunos de los logros principales conseguidos en la Gran Bretaña en los últimos cuatro años, entre los que sobresalen los siguientes: en el terreno económico ha habido un crecimiento estable, bajas tasas inflacionarias y de intereses y el más bajo índice de desempleo en los últimos 25 años; en la esfera política existe una "descentralización" que creó las legislaturas locales en Escocia, Gales e Irlanda del Norte; se ha restablecido la municipalidad de Londres; se modificó la estructura de la cámara alta y se canceló el régimen hereditario de los senadores. En materia de política exterior sobresalen: la promoción de un acuerdo de paz para Irlanda del Norte que lo llevó a reunirse con los dirigentes del grupo independentista irlandés y el respaldo a la participación de su país en la Unión Europea.
Ello no quiere decir que no subsisten problemas en el Reino Unido, algunos de ellos delicados, como es el caso de los sistemas de salud, educación y transporte, o lo que ocurre en materia fiscal, de seguridad y de bienestar social, que constituyen otros focos de atención prioritaria.
Es claro que la visión del primer ministro británico sobre la globalización, sus implicaciones y consecuencias puede ser percibida en México con matices distintos, dadas las diferentes circunstancias de nuestros dos países. Pero la trayectoria de Blair, su discurso, los sustentos intelectuales de su propuesta política y sus acciones para renovar el laborismo inglés y el conjunto de la política en la Gran Bretaña ofrecen orientaciones y pistas de cómo un partido profundamente arraigado en la política nacional, con vínculos históricos con anchas franjas de la sociedad británica, puede remontar desde la oposición sus propias limitaciones y su desgaste, y recuperar el ánimo ciudadano y volver a colocarse al frente del gobierno.
Se requiere decisión, valor y lucidez para repensar y transformar la doctrina, el discurso y la práctica, pero es posible. El caso de Blair y del laborismo inglés ofrecen una invitación a muchas fuerzas políticas a recrearse, a reconstituirse, a encarar el reto, no de su supervivencia, sino de su puesta al día.
Europa, no cabe duda, nos ofrece, como en el pasado, espacios de confluencia no solamente por lo que hace a la economía, el comercio y las inversiones, ciertamente terrenos estos cruciales, sobre todo ante la vulnerabilidad que nos da la enorme dependencia a un solo mercado, sino también respecto a la política y al pensamiento político.