DOMINGO Ť 5 Ť AGOSTO Ť 2001
Falsas memorias
Hugo Achugar
Escritora y revolucionaria, Blanca Luz Brum (1905-1985) fue esposa del poeta uruguayo Juan Parra del Riego y amante de David Alfaro Siqueiros. Aunque sin el reconocimiento de sus contemporáneas Tina Modotti o Nahui Ollin, Brum fue una de las grandes protagonistas de los movimientos políticos y artísticos de los veinte y los treinta. En la novela Falsas memorias Hugo Achugar rescata la figura de esta mujer
y empieza a hacerle justicia, al tiempo que descubre pasajes ignorados de Siqueiros y Juan DomingoPerón. Con la autorización de Era/ Trilce ofrecemos a nuestros lectores un adelanto de este libro que empezará a circular en breve
A Siqueiros se la señalaron de lejos. La fama la precedía: ya no era sólo la viuda de Parra del Riego sino la colaboradora de Mariátegui, la sandinista que había insultado a Hoover unos meses antes, la mujer que dirigía El arte por la revolución en Justicia, la oradora, la lengua revolucionaria y temible, el azote del arte burgués y decadente. La vio rodeada, adorada y temida, de pintores, músicos y poetas; riéndose como sólo las mujeres que se saben hermosas, jóvenes y deseadas pueden hacerlo, le dijo más tarde, y sin dejar de mirarla avanzó hasta donde estaba y le ordenó:
-Vente conmigo, déjalo todo. Deja tus amigos y vente conmigo.
No lo dudó. Esa misma tarde renunció a su puesto de periodista en Justicia y se fue con ese hombre que no sabía de modales, pero era lo que había estado esperando desde antes de la entrega de César, desde antes que Juan la raptara del colegio de monjas, desde antes, incluso, de su internado en ese mismo colegio de monjas que no era sino una escuela para domesticar niñas imposibles, desde mucho antes cuando en medio del campo soñaba con Martín Aquino. Abandonó todo y huyo con él hacia el norte un viernes 24 de junio de 1929.
Todo la aterraba entonces, pero no importaba, el amor de David era más poderoso que aquel horror, pensó.
Lo pensó y lo escribió. De inmediato tachó "amor" y decidió que era mejor decir "después vino la pasión, el recuerdo turbador de tanta fuerza en la fuerza, tanta belleza en la belleza, tanto valor en el valor, tanta muerte en la muerte". Y volvió a tachar lo que acaba de escribir porque en realidad la pasión no vino después, estuvo desde siempre, desde el día en que la arrancó de Montevideo, desde la fiesta en que dejó de oír lo que le decía Laborde y se separó del brazo de Edgarda que intentaba recitarle sus últimos poemas y sólo pudo escuchar la voz de David que la arrastraba y ella no podía dejar de sentir tanta fuerza en la fuerza, tanta belleza en la belleza, tanto coraje en el coraje, tantos ojos en sus ojos.
Se volvió a ver tirada contra la valla sobre el pasto desigual del parque y se recordó a la sombra de las glicinas del museo recordando lo que había escrito cuando empezaba el comienzo del fin con David: "Amo ese pueblo donde sufrí tanto, en donde viví realmente. Ese país de la ardiente belleza, de las luchas y la pasión, donde se hizo madura y fuerte mi juventud, entre el amor y los celos, entre la lucha y la persecución, el peligro y la grandiosa geografía".
Sin embargo, esta noche de verano de 1984, mientras la tormenta comienza a perder fuerza, recuerda los comienzos del desamor. Esta noche, David, su terrible David, sigue sometiendo su amor a la tiranía del Partido. David, su David, todavía la ama, pero al mismo tiempo conserva su relación con la otra. David, su David, finge volver con su ex mujer mientras a escondidas la visita a ella en el consulado uruguayo.
La complicidad del cónsul-poeta Angel Falco que la protege, que cree protegerlos, que cree en el amor puro entre ella y su David, no puede evitar que Siqueiros sea apresado. Falco no logra darse cuenta de que algo ha dejado de funcionar entre el pintor y la uruguaya, como tampoco ella misma se dio cuenta entonces. Ahora lo sabe, ya en esos días David había empezado el largo camino del desamor. La vida con David a solas y luego la vida con David en casa de Diego y Frida no fue la maravilla con la que había soñado en Montevideo. Ella continuaba en contacto con Mariátegui que, aun a punto de morir, seguía protegiéndola a la distancia, escribiendo a sus amigos en México, pidiéndole artículos sobre Diego Rivera, ayudándola, amparándola. A pesar de todo, la presencia del Partido Comunista Mexicano era más fuerte de lo que ella había podido imaginar. Lo confirmó cuando conoció a Sandino.
Los comunistas mexicanos no querían a Sandino, él mismo se lo había dicho poco antes de que se despidieran cuando recordaron la primera vez que se conocieron en el puerto de Veracruz. Sandino había cruzado la frontera el 4 de julio ingresando en Honduras junto con Farabundo Martí y otros compañeros. Cruzó los países centroamericanos casi en secreto, ya en Veracruz le impidieron que llegara al DF y le invitaron a que se instalara en Mérida, le había contado el propio Sandino. Fue en esos días, pocos antes de que partiera para Mérida, que lo había conocido.
Las casas de México están embarradas de sangre reseca, comentó al desembarcar en medio del calor agobiante del puerto de Veracruz. Y también en el mismo puerto insistió:
-šQué horrible es esa tierra! Todas las casas están cariadas y las gentes miran como se mira antes de que te vengan a asesinar. Si hasta los niños tienen caras de asesinos potenciales.
Sandino se reía de los comentarios de esa compañera uruguaya, sobrina del presidente Baltasar Brum, que se había atrevido a atacar a Herbert Hoover gritando "Viva Sandino" y que le decía con unos ojos enormes desbordados de entusiasmo:
-Mire general, el Mensaje al Congreso Mundial Antimperialista tiene que ser publicado en Amauta, hoy mismo le escribo a Mariátegui para que lo publique. Los pueblos de América del Sur tienen que conocer su pensamiento. Lo tienen que conocer y lo tienen que escuchar, olvídese de la carta que le mandó al presidente Yrigoyen, es un argentino sin agallas, piense en los compañeros comunistas, piense en nosotros.
-Algún día voy a ir a la América del Sur -le contestó mientras jugaba con Eduardito-, pero escúcheme bien, Blanca Luz. Aquí me están haciendo la vida imposible y el gobierno no me está apoyando. Tenga usted presente y los demás hermanos que se encuentren en esta lucha, de que yo soy, simplemente, nada más que un instrumento de la justicia divina para redimir a mi pueblo y que si yo necesito de algunas de las miserias que existen en la tierra, es porque tuve que venir ante ustedes, nacido también de mujer, y presentármeles lleno de las miserias humanas como todos lo estamos en este mundo terrestre, pues en otro caso no podrían ustedes haberme creído, si yo no hablara y estuviera lo mismo que ustedes.
Todavía hoy se emociona al recordar el sentido religioso de las palabras de Sandino. Entonces ella era una comunista-católica y algo en el misticismo de Sandino le parecía inadecuado. Sabía que Sandino había abandonado a los masones y, sin embargo, de todos modos esa cosa medio teosófica a lo Gabriela Mistral no le terminaba de gustar.
-No puedo creerlo, déjeme que hable con David, él lo va a ayudar.
No fue así. David no estaba muy feliz de su amistad con Sandino, tenía celos. O al menos eso es lo que ella pensó al comienzo. Era la época del presidente Portes Gil y del "maximato". Calles tenía el poder real y en esos años los comunistas eran deportados a las islas Marías, aprehendidos sin orden judicial y encarcelados por orden presidencial. El Comité Central del Partido Comunista había hecho saber a Siqueiros que "la amistad de Blanca Luz Brum con los sandinistas, en estrecha amistad actual con el gobierno de México que nos persigue, va a facilitar el descubrimiento del lugar donde hacemos las reuniones secretas... Un verdadero comunista ahoga sus sentimientos amorosos a favor de sus deberes de militantes político y tú, en consecuencia, debes cumplir con ese postulado y, a partir de este momento, tendrás que romper relaciones con la uruguaya". Siqueiros no cumplió la orden y siguió viendo a Blanca Luz mientras huía a la vez de la policía de Calles y de los comisarios del Comité Central del Partido.