SABADO Ť 4 Ť AGOSTO Ť 2001
Ť Alberto Dallal
Aksenti le apuesta a la danza
Decanato es la obra que Aksenti Danza Contemporánea ha ofrecido para celebrar sus primeros diez años de vida. Se trata de la concatenación fluida y selectiva de cuatro piezas del repertorio y una de estreno que representan estados de ánimo, actitudes frente a la existencia y el arte, momentos narrativos y, sobre todo, creación de imágenes danzadas cuya exposición a los espectadores propicia la asimilación de temas concretos: amor, ternura, enfrentamiento, regocijo.
El ''estilo" del coreógrafo y director del grupo, Duane Cochran es, por así decirlo, ''ortodoxo" dentro de la danza contemporánea: nada falta, nada sobra en la serie, en el enjambre de movimientos en el escenario y en sus relaciones, unívocas, con la estructura musical. Resulta notable la enorme capacidad de Cochran para llevar hasta sus últimas consecuencias la máxima de Martha Graham de que todo en el escenario se halla perfectamente calculado. Lo hace con buenos, gratificantes resultados.
Cada bailarín penetra en concepciones coreográficas perfectamente medidas y montadas, cumple con las propuestas de movimiento y puede ''realizarse" con todo lo que le da el cuerpo, la conciencia, su propia potencia para entregarse a los trazos y exponer, vivificada, la pieza.
Por otra parte, las obras de Cochran permiten apreciar su gran respeto y reconocimiento para sus bailarines: con naturalidad busca que su presencia, sus ideas estén allí, pero lo logra en los cuerpos, en la configuración de imágenes ''esbozadas" de antemano pero que se realizan sólo al adquirir energía; cabalmente surgen de y para los bailarines. Esta actitud -que fue perdiéndose en la danza contemporánea, entre otras situaciones, a partir de la irrupción del danza-teatro y de la aplicación desmedida de las técnicas de la improvisación en la danza de concierto- resulta notable en Cochran como aún lo es en, por ejemplo, algunas obras de Guillermina Bravo y Rossana Filomarino. La danza constituye, en realidad y con justeza, universo de bailarines, y estos acaecen, son, en la medida en que se han deslindado, aprovechándolas, de todas las demás prácticas, ejercicios, profesiones, expresiones y virtudes del cuerpo humano; lo logran mediante capacidades y capacitaciones que dentro de la experiencia dancística los hace aflorar como eso, como bailarines, y no como otra cosa.
Amada Domínguez, Belinda Inzunza, Alejandra Llorente, Rosa Ríos, Erick Montes, Gerardo Nolasco y Manuel Stephens (a los que se les otorgan visiblemente sus créditos) se ''apoderan" de sus ''papeles" y desbordan los límites predichos por el coreógrafo. ...en los brazos de Morfeo (música de Monk) es una danza en la que cuenta lo orgánico: los conceptos quedan de lado para hablar de la relación perenne que propicia el amor: dúos, tríos, suavidad y enfrentamiento en los cuerpos: un sencillo cambio de ritmo no basta para romper la geometría coreográfica, hay juegos de luminosidad y claroscuros: todo al servicio de los bailarines y por ende del público. Ku-Ka-Llimoku ocurre en una playa; hay un piano y un pianista, bailan las emociones, malabares de manos, torsos y nalgas. La anécdota, si la hay, es la que fuimos a ver desde el principio. Lo dramático ocurre como garantía de danza.
En las otras obras del programa, que Cochran literalmente saca de una maleta (arduo pero satisfactorio viaje por el arte de la danza), se exploran, en los movimientos, otros ámbitos, otras dimensiones: perversidad, otra vez el amor, ternura, sentido de la música, funcionamiento tridimensional del cuerpo humano. Todo por medio de los bailarines, de una prudente y serena exactitud que vincula organizadamente cada detalle, tramo del trazo, con cada uno de las Ƒpartículas? que constituyen el escenario, incluyendo a los sonidos que pululan, vuelan por el espacio. Vemos danza, bailarines, gozo de ser. Qué alivio, descanso para los espectadores.