Luis González Souza
IFE: ¿nueva cultura política?
La vez pasada sugeríamos que el IFE podría y debería ser una institución clave -vieja pero renovable- en la edificación del régimen democrático que ha de sustituir al derrumbado en las elecciones del 2000. Para ello, el IFE tendría que, primero, asumir, y luego promover, una cultura política nueva, en verdad democrática. Lamentablemente no lo está haciendo, como de suyo lo comprueba el gratuito pero necio choque del IFE con embriones de la nueva cultura requerida, como intenta serlo la agrupación Causa Ciudadana (CC).
Inclusive por ley, el IFE está obligado a "contribuir al desarrollo de la vida democrática" en nuestro país, así como "coadyuvar a la difusión de la cultura democrática" (artículo 69 del Cofipe). La misma ley define a las "agrupaciones políticas nacionales" (APN), caso de CC y otras 40, como "formas de asociación ciudadana que coadyuvan al desarrollo de la vida democrática y de la cultura política" en México (artículo 33). Por lo mismo, y en suma, el IFE existe para alentar, jamás para estorbar, el desarrollo de nuevas agrupaciones como CC, máxime que ésta, expresamente volcada a convertirse ella misma en una "escuela de política nueva" (EPN, más que APN) y a multiplicarse por todo el país, como se acordó en su última asamblea nacional, en febrero pasado.
En vez de alentar agrupaciones como CC, el IFE parece empeñado en obstruirlas, para colmo escudado en lastres culturales que el mismo organismo debería superar, en vez de reciclar. Hasta ahora, el hostigamiento más claro tiene que ver con el sorpresivo recorte (un 30 por ciento) al presupuesto que, por ley, el IFE da a CC y a las demás APN. Un golpe que, en tiempo y forma, fue impugnado ante el Tribunal Federal Electoral (Trife), pero que fue respaldado por éste, con tardanzas y formas jurídicas no muy pulcras ni convincentes.
Pero aquí el nudo del problema no es jurídico sino ético y político. De argucias legales, de leyes tramposas y aplicaciones arbitrarias de éstas, está plagado el "estado de no derecho" que cobijó por décadas al régimen priísta. No nos rebajaremos por tanto a una discusión legaloide de normas fraguadas desde y para la reproducción del viejo poder. De lo que se trata es de avanzar, incluso en debates como este, hacia las nuevas cultura y ética del poder que tanta falta hacen a nuestro país.
De la ley que actualmente cobija al IFE, sólo diremos que es tan caduca como los vicios que alienta. La mayor parte del presupuesto (60 por ciento) que el IFE ¿concede? a las APN cada año -y que en su total sólo representa 2 por ciento del otorgado a los partidos- se hace depender del monto de dinero gastado el año previo por cada APN. O sea que entre más gasto, mayor presupuesto al año siguiente. Gasto ¿con qué resultados en cultura política democrática? Eso no importa, lo importante es gastar. Acaso porque al IFE no ha llegado la noticia de que ya terminó la borrachera petrolera de los años de la "administración de la abundancia". O acaso porque tanto viaje de sus funcionarios, o tan voluminosos sueldos (alrededor de 140 mil pesos al mes, cada uno de sus nueve consejeros), ya los convirtieron en jeques-funcionarios.
Tan cruda reproducción de la cultura del despilfarro lógicamente se retroalimenta con la cultura de las simulaciones, además, en una interminable carrera de obstáculos contables y burocráticos. La consigna del IFE a las APN parece ser la de todo mundo a inventar gastos y en seguida simular que son gastos "directos", es decir, rembolsables al año siguiente (con los correspondientes premios al despilfarro). Por si fuera poco, es un puñado de burócratas de la contabilidad a quienes se deja la magna tarea de decidir -por cierto con criterios más bien oscuros e inconsistentes- cuáles son gastos "directos" y cuáles "indirectos". ¿Cuántos intentos de soborno o revanchismos politiqueros así se propician? No lo sabemos, pero sospechamos que un buen.
Todos esos "antivalores" de la democracia son lo que propicia una normatividad finalmente anclada en el arcaico vicio de querer "controlarlo" todo, especialmente aquello que pudiera resultar en verdad nuevo: autónomo, crítico, combativo (zapatista, pues).
Por supuesto hay otros debates de gran pertinencia. Por ejemplo: ¿quién les manda a CC y demás APN depender de los dineros del IFE? Pero aquí el debate central es otro: ¿puede y debe el IFE manejar arbitraria o facciosamente los impuestos de la sociedad que sirven para sostenerlo? ¿Cumple con su obligación de abrir cauce a agrupaciones comprometidas con una cultura política en verdad nueva, democrática? Segunda llamada para que el IFE explique su conducta. Y no a nosotros, sino a quien se debe el propio: la ciudadanía.