JUEVES Ť 2 Ť AGOSTO Ť 2001

Margo Glantz

Las autobiografías de Perec

La autobiografía, dice Jean Starobinski, ''no es ciertamente un género predeterminado, supone sin embargo ciertas condiciones ideológicas (o culturales): la importancia de la experiencia personal y la oportunidad de ofrecer su relación sincera a los demás. Esta presuposición establece la legitimidad del yo y autoriza al sujeto del discurso a tomar como tema su existencia pasada. Además, el yo está confirmado en su función de sujeto permanente por la presencia de su correlato, el tú, que le confiere al discurso su motivación".

Y este fragmento de un ensayo dedicado a El estilo de la autobiografía me viene como anillo al dedo para analizar algunas obras de un escritor francés muerto hace ya algunos años, para ser precisos en 1982, cuya importancia y significado crecen con el tiempo. Varios de sus libros han sido traducidos al español por Anagrama, casa editorial inteligente y aún respetuosa de la calidad literaria. Estoy hablando de Georges Perec, a quien le he dedicado otros textos en este mismo espacio, los voy desarrollando, esparcidos en el tiempo y en el espacio.

Y me interesa Perec justamente por su manera inhabitual de enfrentar la escritura y en este caso la escritura autobiográfica. A la vez distante y entrañable, Perec visita su infancia en varios de sus libros, sobre todo en uno aparecido en 1970 intitulado W, recuerdos de infancia. Este escritor nacido en 1936, hijo de judíos polacos emigrados a Francia y muertos durante la Segunda Guerra -el padre a consecuencia de una herida no atendida en 1940 y la madre en Auschwitz a mediados de 1942-, se precia de no haber repetido nunca un tipo de escritura, cosa que en efecto es cierta y sin embargo su escritura es muchas veces el intento imposible de definir lo que es y lo que ha sido, guiado siempre por una idea fija: tratar de responder a una interrogante imposible de responder, las razones de una desaparición, razones que intentará entender con el lenguaje, o más bien, experimentando con sus signos: un libro del que desaparece la letra e por completo es uno de sus intentos, llamado justamente La desaparición, publicado en Anagrama con el curioso título de Secuestro. Libro al que sucede otro, Los fantasmas, en donde todas las palabras se escriben con la vocal e, en francés la letra que designa la terminación femenina de las palabras.

También Perec, atemorizado ante la Historia, así con H mayúscula, intenta trazar la suya, con h minúscula, cosa que en inglés sería fácil, pues existe la distinción entre History y story. El escritor dice: ''No tengo recuerdos de infancia, hice esa afirmación con seguridad, casi como una especie de desafío. No tenía qué interrogarme sobre esa cuestión. No estaba inscrita en mi programa. Se me daba permiso de evadirla, otra historia, la Grande, la Historia con su gran hache, ya había respondido en mi lugar: la guerra, los campos". Sin embargo, continúa, ''a los 13 años, inventé conté y dibujé una historia. Más tarde, la olvidé y hace siete años, una noche en Venecia, me acordé de que esa historia se llamaba 'W' y que en cierta forma era, si no la historia de mi infancia, una de las historias de mi infancia".

No tener una sola historia autobiográfica obliga al escritor a inventar a lo largo de la vida varias historias, mejor, a inventar varias formas de contar las historias posibles de la infancia. Una de ellas es ésta: una fabulación utópica que revele una mente adolescente, nutrida de aventuras folletinescas y al mismo tiempo la construcción del horror: la del universo concentracionario donde ''la ley es implacable pero a la vez imprevisible".