JUEVES Ť 2 Ť AGOSTO Ť 2001
Ť Defensora del patrimonio del pintor, rememora experiencias que compartieron
Rescatar de la humedad los libros de Gironella, labor de Virginia Morales
Ť De cerca de 5 mil volúmenes, lleva elaboradas 3 mil 400 fichas bibliográficas
Ť Realiza a diario un viaje de dos horas para abrir la puerta de la casa del artista
MERRY MAC MASTERS ENVIADA
Valle de Bravo, Mex. Sin duda, Virginia Morales Balbuena es una de las más fervientes defensoras del patrimonio del pintor Alberto Gironella (1929-1999), quien cumple hoy dos años de fallecido. Todos los días, a menos que no haya dinero para el pasaje o alguno de sus dos hijos se enferme, ella realiza un viaje de dos horas para llegar a la casa que dejó el artista, orearla y proseguir con la tarea que emprendió hace un año: catalogar los cerca de 5 mil volúmenes que integran la biblioteca del artista. Tres mil 400 ya cuentan con su ficha respectiva y asegura que han salido más papeles personales, por ejemplo cartas que guardaba en los libros.
Limpio de manos, como Gauguin
Cuando era niña, Virginia entabló con Gironella una amistad que ni el tiempo ni la muerte han podido alterar. Respecto de su compromiso con el artista, expresa: ''Híjole, eso sí es algo que viene de adentro, no nace del amor al arte. No me gustaría que dentro de cien años pasara como con Van Gogh, que vengan a ver qué es lo que se comió la humedad de Gironella. Qué fregados para estar allí subrayando libros, recortando, guardando, para que se lo coma la humedad. Creo que hay mucha gente que sí le interesa o le serviría mucho su acervo.
''Hay que regresar el caset'', señala Virginia cuando se le pregunta cómo conoció al maestro. ''Lo encontré en el centro; yo tenía 13 años. Vino hacia mí, me saludó y me preguntó mi nombre. 'Soy el pintor Gironella. Me gustaría hacerte unos dibujos. ƑDónde vives?' Le dije dónde, con la tía en el restaurante. Fue a comer y ya vino. 'Todos estos dibujos te los voy a regalar'. Le traía corcholatas del restaurante porque me dijo que las usaba para sus cuadros. Y ya vine, y vine y vine. Estoy hablando de hace como 22 o 23 años.''
-ƑTe enseñó a pintar?
-Lo que pasa es que un día dejó una paleta con mucha pintura. Siempre hablaba de pintores y, me dije, pues voy a aprender primero. Entonces copié una calavera de Van Gogh, la del cigarrillo. Y dijo Gironella: 'Ƒquién hizo esto?' Yo. 'ƑQuién te dijo cómo?' Nadie. Y ya pusimos una tela.
''Me enseñó muy a su manera, no era tan buen maestro. Le decía, ayúdame a hacer los ojos. 'No, tú puedes.' El pintaba acá, yo allí. Le decía Gauguin porque nunca se ensuciaba las manos. Yo soy Van Gogh. 'ƑCómo vas, Van Gogh?' 'Ahi la llevo, Gauguin.'''
Puro arte, nada de chismes
-ƑTe gustó pintar?
-Sí, pero me dijo él, si quieres pintar primero tienes que leer mucho. Me dejaba tarea. Ten este libro de Goya. Mañana me vas a decir por qué los colores y por qué pintaba. Me andaba durmiendo a las 3 de la mañana. Luego otro libro y otro libro. Le hacía caso porque me gustaba. Así ya podíamos hablar. Me daba un libro de Valle Inclán y al otro día hablábamos de lo mismo. Si no era de arte y de literatura no había de qué hablar. Me decía, nada de chismes. Aquí puro arte.
Ya casada, Virginia seguía viniendo: ''Traía a mi hijo chiquito. Me decía, ve al banco y déjame aquí al niño. No, qué tal si cuando llegue ya le hiciste como el de Goya que se lo va comiendo''. Respecto del carácter de Gironella asegura: ''No, eso era normal. Así deberíamos de ser todos''. No faltó quien le preguntara, Ƒcómo lo aguantas? ''Ocurre que soy peor que él. El es quien me tiene miedo. Como hablábamos de lo mismo, no hay por qué pelear''.
Virginia recuerda el día que el artista partió para el hospital con el presentimiento de no volver a ver jamás su casa:
''Se tardó como media hora antes de salir. Veía sus libros y miraba por allá. 'Siento que no voy a regresar.
''No me gustaría que se movieran mis cosas. Aquí viví... quiero que así queden las cosas'. Quería que se quedaran así los montones de libros, pero se los come la humedad.''
-ƑEstás dispuesta a seguir viniendo?
-Al venir aquí ya no lo extraño tanto. Siento que va a llegar. Primero iba a ver a Gironella y si me quedaba tiempo, a mi marido. Aunque no me pagaran, comería papas como Van Gogh, pero vendría aquí a abrir la puerta de la casa de Gironella.
En un rincón de la casa permanecen las botas que el maestro se puso para viajar a la selva chiapaneca cuando se entrevistó con el sup Marcos.
Esas botas, Alberto Gironella jamás las quiso volver a calzar.