Ť "El físico, a un segundo término cuando tu música no es creíble", afirma el compositor
Céspedes pasa por poeta, pero es muy casero: Gustavo Lara
ARTURO CRUZ BARCENAS
El intérprete y compositor Gustavo Lara está hasta el "tope" de los cantantes (sobre todo de los "chavitos" de hoy) que no cantan pero triunfan. "Estorban y perjudican el medio", se queja. Lo dice con conocimiento de causa, sabe cómo se mueve la industria, pero también porque a pesar de sus cuatro discos mucha gente aún no sabe de él, quien estuvo dos años ausente y regresa con el cidí Qué hago conmigo, grabado para Sony Music en México, Italia y Miami.
"En México y otros países está funcionando mucho lo que se caracteriza como el guapo, pero eso no es lo importante; no obstante, algunos lo toman en cuenta aunque vendan porquería. Un caso fue el del chavo llamado Chris Durán, galán, pero no pasó nada con él, su música no se vendió. En las disqueras hay que vender discos; los shows son muy aparte, al igual que tus contratos.
"El físico pasa a un segundo término cuando tu música no es creíble, si no tiene verdad, fondo. Yo me estoy enfrentando a una nueva generación que está siendo acribillada por grupos juveniles; el parámetro musical se reduce a eso, es muy pequeño. En mi nuevo disco trato de abrir ese parámetro", expresó en entrevista en su disquera, Sony Music.
A sus 30 años, Gustavo Lara sabe que está en un momento decisivo, el más importante; habla con vehemencia: "Mis riesgos los asumo; no busco vestirme, por ejemplo, de plateado. La gente me identifica como artista de baladas. El tema que me marcó es A la sombra de los ángeles, ¡y eso después de cuatro producciones discográficas!"
-¿A quién te diriges? ¿Cuál es tu público?
-Mira, quizá me estoy adornando; todo es relativo, pero creo que estoy cantando para el público que se enamora, que sufre el desamor, que se desgarra, que le mienta la madre a ella y a los padres, y a la vida.
-Tienes 30 años. Algunos artistas a esa edad ya están viejos... ¿cuál es tu caso? Además, no hay apoyo a la balada.
-Se me hace ilógico que los grupos juveniles o infantiles estén atiborrados de mercadotecnia para poder vender, pues no cantan. No hay talento. Es irónico que los que sí cantamos no tengamos un plan de ataque para promover un material nuevo. Lo que pasa es que esos artistas duran dos años y... ¡a volar!, y el que sigue. Es más, una buena balada vende mucho más que 10 canciones movidas.
Dice que a veces despierta y se acuerda de cómo está el panorama, y se enoja, "¡me encabrono! Me da risa. A veces me pregunto si no estoy cayendo en algo pasivo y me contesto que no. Me digo que en esta carrera llega el más audaz, el más inteligente. Pero además se trata de que seas feliz. ¿De qué te sirve tener éxito en el trabajo si eres un perfecto infeliz? Eso es lo que a mí más miedo me da: tener mucho éxito y estar vacío".
Acepta que el público es difícil, pues "de repente" se vuelve elitista. "Y luego por eso viene el fenómeno de Francisco Céspedes. La gente iba a oírlo, no entendía, pero ahí estaba, o compraba sus discos. Pero hay unos consumidores que no son tontos ni tienen tanto dinero. Ya no aceptan que cualquiera quiera ser un divo o diva. Eso ya pasó. Al único que se le respeta es a Luis Miguel."
-¿Te agradan las canciones de Céspedes?
-... ¡Algunas! No soy un compulsivo. Me gustan las rolas de Amaury Gutiérrez, que es cubano, como Céspedes. Lo que pasa es que me di cuenta de que a la gente le gusta la poesía disfrazada, la metáfora bonita; Céspedes pasa por poeta, por trovador, pero también es muy casero. Reconozco que es inteligente, pero... ¡es el Freddy Noriega de los noventa!
A sus 30 años, puntualiza Gustavo Lara, "no se siente viejo para baladear".