Ť Mística y frívola me parece una buena combinación, asegura en entrevista
No pude darme el lujo de ser hippie de tiempo completo: Helena Rojo
Ť En una clase con Carlos Ancira fue cuando dije "quiero ser actriz" Ť Considera espantoso que una mujer sea bonita y estúpida Ť "No sé si soy optimista o desvergonzada... pero trato de disfrutar todo lo que hago"
LUCY OROZCO ESPECIAL
Helena Rojo no sólo es un rostro bello y una buena actriz; tampoco es ese tipo de personas con las que uno trabaja feliz sólo porque llega temprano a los llamados y con su presencia eleva el rating. Es enigmática y misteriosa como la esfinge. Posee la mesura, la modestia, la generosidad, la solidaridad y la lealtad, en dosis tan exactas, que siempre parece estar en perfecto equilibrio: parece ser la armonía personificada. A mi manera de ver los únicos rasgos que delatan su vulnerabilidad son tres: fuma compulsivamente, ríe con sonoras carcajadas y cuando sufre llora a mares.
Helena vive con Benjamín su marido, su nieta Vania, y Kothán, el hijo de Benjamín. La casa es el refugio al que acuden de vez en cuando sus tres hijos, quienes viven fuera de la ciudad, pero no es raro visitarla sorpresivamente y encontrar que tiene la casa llena, porque han venido a verla todos sus hijos y nietos.
-Por lo que veo, para ti la familia es muy importante.
-(Enciende un cigarro y responde) Es lo más importante, para ellos vivo y trabajo. Adoro a mis hijos y a mis nietos y me gusta mucho la vida familiar. No puedo ni siquiera imaginarme qué sería de mí si no los tuviera. Todo el tiempo estoy pendiente de ellos aunque sea por vía telefónica, son el mejor regalo.
-¿Cómo te ves a ti misma; bonita, inteligente o buena actriz y en qué orden?
-¡Qué ocurrencias de ponerle gradiente a esos calificativos! En principio, me considero inteligente para unas cosas y para otras no tanto.
-O sea que primero te consideras inteligente...
-Es que la inteligencia puede ser bella, de hecho una persona inteligente es bonita.
-Pero ¿hay gente inteligente que es horrorosa, no lo niegues?
-(Carcajadas) Bueno, tal vez sea cierto, lo que sucede es que generalmente yo le encuentro atractivo a las personas inteligentes.
-¿Qué tanto te ha favorecido en tu carrera ser bonita? Porque una cosa es que prefieras ser inteligente y otra es la que te convino...
-Yo creo que de alguna manera hay una estética que los demás han visto en mí, pero...
-Dime la verdad, ¿te sientes bonita sí o no?
-No, y eso es un problema, tal vez porque soy muy exigente.
-Y malagradecida...¿no?
-Tienes razón, cuando veo al resto de la gente pienso que no estoy tan mal...
-Entonces te miras al espejo y ¿qué te dices?
-Que no estoy tan perdida.
-Tú dices que prefieres la inteligencia, ¿pero no te preocupa que los hombres prefieran a las bonitas?
-Tal vez, pero si me das a elegir, yo prefiero la inteligencia porque la belleza se marchita y la inteligencia se puede cultivar cada vez más. Debe ser espantoso que una mujer sea bonita y estúpida.
-Pero también hay Alzheimer... la inteligencia también tiene sus riesgos.
-Caray, déjame una salida y ten un poco de cortesía con tu entrevistada.
-Ya que prefieres la inteligencia, seguro que tienes un gran sentido del humor. ¿eres divertida?
-No, no soy divertida. Creo que a veces me paso de seria, hasta mi nieta Samantha me dice: ¿Por qué diario estás tan seria, abuela? Entonces reflexiono y pienso: Caray, a veces me tomo la vida demasiado en serio y debería reírme un poco más. En ocasiones soy depresiva.
-Cuéntame algo de tu infancia
-Nací en la ciudad de México, en la colonia Industrial y crecí en la colonia Nápoles. Tengo dos hermanas, vivíamos con mi papá, mi mamá y mi abuela materna que eventualmente pasaba largas temporadas con nosotros. Ella fue un personaje muy importante en mi vida porque fomentó mis fantasías infantiles. Lo interesante de mi niñez es que no existían tantos juguetes como ahora y tenías que emplear tu imaginación. Por ejemplo: Tenía un gatito de peluche con el que hablaba todo el tiempo, era mi compañero de ilusiones y desilusiones.
-O sea casi, casi como tu sicoanalista, ¿no?
-(Ríe) Algo así, sólo que yo nunca he tenido sicoanalistas. Aunque esta entrevista me parece que anda por esos caminos, porque me estás mandando al túnel del tiempo.
-¿Y cómo fue ese tiempo, fuiste feliz?
-(Se queda pensativa ) No creo que exista la felicidad completa, lo que sí te puedo decir es que recuerdo mi niñez con nostalgia. También albergo recuerdos de mucha soledad, porque fui una niña bastante tímida. Eso no quiere decir que no me llevara bien con mi familia; jugaba mucho con mis hermanas. Sin embargo no tuve con ellas una relación comprometida hasta que fuimos adultas. Fue hasta entonces que descubrimos que nunca nos habíamos abierto nuestro corazón.
-¿Fuiste la típica niña que soñó siempre con ser actriz y al final del cuento alcanzó su sueño como en las telenovelas?
-Para nada, pero hubo condiciones en mi familia que me llevaron inconscientemente hacia eso. Por ejemplo, en mi casa se escuchaba mucha música. Mis hermanas y yo teníamos nuestro propio tocadiscos. Hacíamos coreografías bajando las escaleras. Bailábamos y bailábamos hasta caer exhaustas. Mi mamá también adoraba la música, le gustaban Charles Trenet, Louis Armstrong e Yves Montand. Todavía hoy, cuando tengo arrebatos de nostalgia, los escucho.
-Creo que todos sentimos nostalgia de nuestro paraíso perdido: la infancia. ¿Te sucede a ti?
Niña introvertida, pero feliz
-En cierta forma, porque aunque fui una niña introvertida, también fui una niña feliz. Me encantaba refugiarme en mis sueños. Estaba yo muy chiquita cuando esperaba con impaciencia a que terminara el día para poder ir a la cama y soñar con las hadas, seres mágicos a los que yo creía reales.
-Ya que no se te ocurrió de niña ser actriz, ¿cómo fue que llegaste a la pantalla grande?
-De niña iba mucho al cine con mi mamá; me encantaban las películas, me deslumbraban los personajes que veía, mas nunca imaginé que yo iba a estar allí algún día, todo fue sucediendo circunstancialmente. Cuando yo era joven, era extremadamente delgada, tanto como aquella famosa modelo inglesa llamada Twiggy, de tal modo que me interesé por el modelaje, me gustaba la pasarela y la ropa, era frívola e insensata (risas), pero no me fue muy bien, porque mi figura no concordaba con el gusto de la idiosincrasia mexicana. Lo más que llegué a hacer fueron unos comerciales anunciando un jabón. Un día me dieron la oportunidad de hacer un papel en la televisión, pero a la hora de hacerlo me aterroricé; me di cuenta de que no sabía hablar, es decir, hablar en términos de una actriz. Entonces pensé que tenía que estudiar y así lo hice. Tuve el privilegio de ser discípula de Carlos Ancira y de haber estado un par de años con José Luis Ibáñez. Fue precisamente en una clase con Ancira, que tuve un momento de iluminación o como lo quieras llamar y me dije: Esto es lo que quiero hacer. Fue un momento clave porque me di cuenta de que podía rebasar la barrera de la timidez. A partir de entonces me dediqué a trabajar y estudiar simultáneamente, porque tenía que mantener a mis hijos.
-¿Cuántos años tenías?
-Como 22, me casé a los 17 y cuando entré a este medio ya estaba casada, divorciada y con tres hijos. Los cinco años que estuve casada con ese marido no me interesa explorarlos, así que no vayas a husmear en eso.
-¿Te has casado muchas veces? Porque tienes cara de niña buena, pero también sé que llevas muchos matrimonios...
-(Risas) No sé que decirte, tuve relaciones que no quiero ni mencionar. Estuve casada con Juan Ferrara 11 años, pero hay otros personajes a los que no quiero ni considerar, pertenecen a otra vida.
-Bueno ¿pero cuántos maridos has tenido; 2, 3, 4...? No me digas quiénes.
-Me cuesta mucho trabajo responder a esa pregunta, porque también puedes considerar como un matrimonio las relaciones que tuviste con personas a las que amaste y no te casaste con ellas. Si me pongo a pensar en esas personas, son muchas...
-¡¿Muchas?!
-Sí, muchas. Firmar papeles no significa nada.
-Entonces has amado mucho.
-Sí, gracias a Dios.
Eterno recomienzo
-Como no es fácil hablar de amores, cambiemos de tema y hablemos de tu carrera artística.
-La carrera de actriz es un eterno recomienzo. Aunque tengas una experiencia atrás y un respaldo de tu trabajo anterior, cada nueva obra, telenovela o película, significan un reto diferente. No niego que ahora tengo más confianza en mí misma que cuando comencé. Aunque al principio (se ríe) tenía la confianza del que nada sabe y por lo tanto nada teme. Es decir, son dos tipos de confianza muy diferentes; la actual, la de mi madurez, proviene de la experiencia, la de mi juventud, de mi inconsciencia (se vuelve a reír).
-¿Cuál fue tu primer trabajo profesional, propiamente dicho?
-Mi primera oportunidad con un personaje protagónico fue en una película Siempre hay una primera vez, de Mauricio Wallerstein. Fue una maravillosa experiencia porque ahí me di cuenta de que tenía la capacidad para ser actriz. Posteriormente hice papeles más importantes, tenía como 25 años. A finales de los sesenta hice la cinta Fin de fiesta, por la que recibí el premio como la Revelación Cinematográfica del año.
-Los sesenta fueron años de mucho reventón. ¿Fuiste reventada?
-Sí, la verdad sí fui muy reventada, pero mi paso por ahí fue muy rápido. No pude darme el lujo de ser una hippie de tiempo completo, recuerda que tenía responsabilidades; tenía tres hijos.
-¿Qué película fue la que más te gustó haber hecho?
-Me gustó mucho Los perros de Dios, de Paco del Villar. El personaje tenía muchas facetas y yo recibí indicaciones mínimas del director, porque Paco confiaba en los actores y daba pocas instrucciones, de tal forma que yo tuve que crear mi personaje. El estaba acostumbrado a trabajar con el elenco que me acompañaba y se entendían hasta con una mirada, yo no estaba en ese caso y por lo tanto tuve que inventar mi personaje. Es decir, me autodirigí (se ríe traviesa) y todavía hasta la fecha, lo hago mucho.
-Recuerdo que tu película Los cachorros tuvo mucho éxito.
-Sí y mi participación fue debida a azares del destino, más bien a que había un desnudo en la película y la actriz que habían elegido no lo quiso hacer. Entonces me lo dieron a mí, porque yo no tenía problemas para hacer esa escena, curiosamente fue una de las películas que tuvo más éxito y por la cual fui muy reconocida.
-¿Es cierto que cuando filmaste la película Fox-trot, con Charlotte Rampling, ella sintió cierta envidia de ti?
-Lo que pasa es que la mujer se puso celosa porque su marido, al ver los rushes dijo que yo tenía un rostro de un millón de dólares. ¡Fíjate nomás! Ojalá que me los hubiera ganado en la vida (bromea). Y como Charlotte era la protagonista, resintió ese comentario.
-Hay que tomar en cuenta que también era la esposa ¿no?
-Sí, es un detalle muy importante.
-¿Cómo es que llegaste a trabajar con el famoso y temperamental director alemán Werner Herzog?
-También fue una casualidad. Daniel Camino, quien trabajaba en la producción de Herzog, hojeando una revista en el avión, me vio y me recomendó con él. El director me citó, yo llevaba el cabello rojo porque estaba haciendo otro personaje. El sin dudar me dijo: Te quiero pero con el cabello negro. Y fue así como hice Aguirre, la ira de Dios, un filme planeado para un bajo presupuesto, pero se convirtió en un gran éxito internacional. Para mí fue más una invitación a la aventura, pues se iba a filmar en la selva y yo me entusiasmé, porque para mí era como ir de safari, eso fue lo que me sedujo por completo: ir a la selva.
-Herzog estaba catalogado como genio y Klaus Kinsky (papá de Natasha) tenía fama de actor difícil, ¿cómo te fue con ellos?
-Para mí fue una experiencia fantástica, porque además de ir a la selva, se confabuló un equipo multirracial con el que aprendí mucho; por otra parte, Herzog era un director muy diferente a los que yo conocía, improvisaba mucho. En la noche anterior decidía lo que se iba a hacer al día siguiente. De hecho el libreto no tenía acotaciones, era como un cuento, no tenía textos; sólo contaba la historia. Así que cuando salíamos a filmar, nos daban en un pedazo de papel de estraza mal cortado, nuestros parlamentos. También se improvisaba porque estábamos sujetos a los elementos naturales; lluvias, mal clima, etcétera. Herzog, a partir de esos incidentes, iba creando el filme, por ejemplo; cuando el río creció, nuestras balsas comenzaron peligrosamente a ser arrastradas por la corriente y él aprovechó esa circunstancia para sacar una de las mejores escenas de la película.
Del cine a la televisión
-¿Cómo fue tu paso del cine a la televisión?
-Fue en 1974, después de haber hecho como 10 películas. Mi primer telenovela fue Un extraño en su pueblo con Ernesto Alonso, la dirigió Julio Castillo. Fue un reto para mí, porque yo sólo conocía la técnica del cine y la televisión implicaba una nueva forma de hacer las cosas. Mi siguiente telenovela fue La venganza, producida en 1977 por Valentín Pimstein y tuvo mucho éxito; después, en 1981, protagonicé Extraños caminos del amor donde, por cierto, trabajé con nuestro adorado amigo Antonio Valencia (q.e.p.d.). Luego dejé pasar algunos años y me dediqué al teatro. No era de las actrices que hacían una telenovela tras otra, como lo hago ahora. Como hoy en día se hacen pocas películas, la televisión pasó a ser como mi casa, y es curioso porque cuando hacía cine la idea de estar encerrada horas en un foro me parecía terrible. Finalmente me adapté y estoy muy integrada al medio.
-¿Te consideras buena actriz?
-Cuando hago las cosas siento que las hago bien, pero cuando las veo pienso que las pude haber hecho mejor y hasta me digo: Qué nefasta me vi. A veces, me he sorprendido de verme, pues según yo he crecido como actriz. Sin embargo, veo trabajos anteriores míos, muy anteriores y me sorprendo de que estaba mejor que ahora. Soy una actriz intuitiva y en general las cosas me han salido bien porque tengo la capacidad de observar. Debo decir que en mis trabajos anteriores, aunque no tuviera una técnica y siendo una novata, hacía las cosas bien porque tenía mucha intuición.
-¿Eres una mujer apasionada, iracunda, suave?... ¿Qué tipo de mujer eres en la vida real?
-Me gusta ser suave, creo que así se lleva la vida más tranquila, por desgracia y aunque no lo parezca tengo momentos en que soy muy explosiva y luego me arrepiento; no me gusta perder el control o decir cosas hirientes.
-Es difícil imaginarte iracunda
-He llegado hasta romper cosas (risas) No es habitual, pero lo he hecho. Aunque últimamente me controlo mucho más.
-¿Eres detallista?
-Soy romántica, pero mentalmente (se ríe). Soy muy mala para consentir a los demás, más bien espero que los demás me consientan a mí, siempre me quedo con las buenas intenciones de ser romántica y detallista.
-¿Ves telenovelas?
-Hubo un tiempo en que sí las veía pero ahora sólo las hago, si me sentara a verlas, sería como pleonasmo. Entonces ¿a qué hora salgo de este círculo? Es lo que te decía, como vivo interpretando la vida de otros personajes, necesito mi dosis de tiempo para hacer mi vida propia. Porque, aunque lo dudes, estar continuamente haciendo la vida de otros, te lleva a la pregunta elemental de ¿quién soy yo?
-¿Qué te gusta hacer con tu tiempo libre?
-Me gusta mucho ir al cine y lo hago indiscriminadamente, veo películas buenas y también churros, pero siempre trato de disfrutarlo al máximo. Además me encantan las palomitas, sin palomitas no tiene sentido ninguna película, también disfruto mucho de las conversaciones con mis amigos. Soy capaz de ir a desayunar con alguien y pasarme no una, sino dos o tres horas platicando. Me gusta el intercambio de experiencias con mis amigos.
-Sé que eres una mujer interesada en la lectura...
-Si, sobre todo me gusta leer acerca de temas espirituales. Me gusta leer libros sobre el mundo de la mente porque me parece más interesante que el mundo de la realidad tangible.
-¿Eres optimista?
-No sé si optimista o desvergonzada, porque a veces he aceptado proyectos a los que les tengo reservas, pero que he tenido que hacer por necesidad. De cualquier manera, trato de disfrutar en lo posible todo lo que hago aunque no esté absolutamente convencida de que sea el mejor proyecto.
-¿A quién admiras de los vivos y a quién de los muertos?
-Admiré mucho a Betty Davis, hablando de la inteligencia como belleza. Para mí, fue la actriz número uno. Hubo bellezas que me impresionaron mucho como Elizabeth Taylor o Kim Novak, me alucinaba mirándolas. De hombres, mi pasión fue Alain Delon. De artistas mexicanas siempre me gustó mucho Angélica María, cuando veía telenovelas, admiraba su gracia y su versatilidad, considero que es una actriz a la que hemos desperdiciado.
-¿Cómo te ves actualmente?
-Me veo más tranquila, ahorita que me hiciste ver para atrás, me doy cuenta de que hice cosas que antes me hubieran hecho esconderme bajo las cobijas y que ahora podría afrontar con ecuanimidad. Cuando me equivoco ya no me torturo, he aprendido a no hundirme por banalidades.
-Después de esta plática, tengo la visión de dos Helenas; una mística y otra frívola.
-(Se ríe) Pues me parece una combinación muy bonita.
-Te gusta preguntarte y leer sobre cosas profundas y también te gusta mucho comprar, yo te he visto.
-La verdad es cierto. Adoro comprar, me encantan la ropa y los zapatos. Aunque la verdad no siempre me gusta comprar para mí.