martes Ť 31 Ť julio Ť 2001
Alberto Aziz Nassif
Tabasco: el último eslabón
Sin duda, las elecciones extraordinarias del próximo domingo en Tabasco representan una contienda fundamental para esa región y también para el país, porque ahí se juega la posibilidad de derrotar el último y más articulado eslabón del autoritarismo priísta. En esa tierra de políticos y ricos recursos naturales, el PRI mantiene su dominio a un costo muy alto: fraude electoral en el 2000, la economía de la región con una severa caída y la vida política polarizada y en situación de excepción. Los comicios del 5 de agosto han encendido de nuevo los focos rojos, la tensión crece porque al parecer no existen las garantías suficientes para unos comicios limpios.
Las elecciones extraordinarias muestran una cerrada competencia, pero a diferencia de unas elecciones que limpiamente se pueden definir por unos cuantos votos, en este caso existen las sospechas fundadas de que puede haber otra vez trampa por parte del PRI. Esa maquinaria tricolor que funciona con la compra del voto y la coacción, con la presión y la censura, con la intimidación, no ha desaparecido y funcionando a tal grado que puede hacer la diferencia en los resultados. Meterse a Tabasco es como asomarse a un país que ya vimos antes en muchas otras regiones, es como ir a tiempos pasados: una larga lucha política de muchos años que está a punto de resolverse y que puede marcar una clara frontera en la región. En México los desniveles han marcado la política regional, pero en este estado hoy hablamos de una excepción. Ese Tabasco, que ha sido manejado por el PRI de Madrazo y compañía, es una expresión muy clara del viejo México que se resiste a morir y pelea una batalla decisiva.
Para los dos principales rivales es vital ganar. El PRI no ha ganado nada significativo en años, y ha visto desmoronarse sus viejos bastiones y sus posiciones más valiosas. Los intereses del PRI en ese estado están conectados con un proyecto de partido nacional y a fuertes intereses económicos, por eso estas elecciones son casi de vida o muerte. Claro que el país puede seguir adelante si el PRI gana esa gubernatura, sólo que esta vez lo tiene que hacer de forma limpia, lo cual es una posibilidad remota.
Para el PRD, un triunfo representaría un oasis en el rudo camino de la pérdida de votos que fue el 2 de julio del 2000 y el desgaste interno de los grupos que han fragmentado al partido. Curiosamente el panismo juega y no juega un papel importante; si levanta o mantiene sus votos afecta la posibilidad de la alternancia, y si baja su porcentaje puede ayudar al triunfo de la oposición, ésa es la paradoja que escogió.
A Tabasco, que ha probado muchas veces la misma sopa, le convendría la alternancia porque podría entrar al conjunto de regiones que tienen más avances políticos; representa poner su reloj a la hora que marcan los nuevos tiempos políticos, y podría iniciar su urgente modernización política. Si el voto retrospectivo -el que se decide de manera informada y libre sobre la evaluación del gobierno anterior- fuera ahí una realidad mayoritaria, no cabe duda que la oposición tendría el triunfo en las manos, pero como hay un alto porcentaje de voto comprado y coaccionado, surge una distorsión que afecta la competencia y genera altos niveles de incertidumbre.
Dentro de los grandes escenarios del próximo domingo se pueden marcar dos: el primero es que la elección resulte limpia más o menos y que los resultados den margen para un ganador claro, con lo cual se despeja, en cierta forma, la posibilidad de un gran conflicto; en este escenario también puede entrar el factor de impugnación en los tribunales, pero no sería determinante. El segundo es que se repita el resultado de los comicios anteriores: que el margen sea muy pequeño y se genere una disputa que termine de nueva cuenta en los tribunales, con posibilidades que pueden ir desde otra anulación o simplemente una corroboración de los organismos locales. Para que no se repita lo sucedido con la elección anterior tiene que haber factores nuevos que cambien el perfil, por ejemplo, una clara diferencia de votos a favor de alguno del PRI o de la alianza PRD-PT; otra posibilidad puede ser algún elemento extraordinario que rompa el empate de 2000, desde una mayor fuerza de la oposición hasta una maquinaria priísta más eficiente.
Sin embargo, es necesario asumir que esta elección se parece mucho a la anterior, aunque con algunos pequeños cambios. El dilema del 5 de agosto en Tabasco será entre más de lo mismo con Manuel Andrade o un cambio con Raúl Ojeda.