lunes Ť 30 Ť julio Ť 2001
Iván Restrepo
En defensa del legado prehispánico
Hoy se celebra en la ciudad de Oaxaca La Guelaguetza, antigua tradición agrícola indígena de la que el hombre blanco se apoderó durante la Conquista con fines de catequización. Hoy atrae a miles de turistas e invitados del gobierno estatal, instancia que organiza la fiesta que tiene lugar los dos últimos lunes de julio. Pero Oaxaca también debe visitarse por sus majestuosos sitios prehispánicos, como Montealbán y Mitla; por su rica diversidad cultural y porque alberga en su territorio el más importante patrimonio biológico del país. Todo esto contrasta con la destrucción de los recursos naturales y la pobreza.
Pero no solamente esa herencia inigualable corre peligro, sino también vestigios que recuerdan la grandeza de los antiguos pobladores del estado. Un ejemplo se tiene ahora con la autopista que unirá a la capital oaxaqueña con el Istmo de Tehuantepec.
El patronato creado por el pintor Francisco Toledo para defender y conservar el patrimonio de ese estado, Proax, acaba de advertir que el trazo de dicha vía rápida afectará en su tramo Tlacolula-Mitla, al norte de Yagul, sitios arqueológicos del periodo arcaico. Se trata de las evidencias más antiguas de la agricultura halladas hasta hoy en el hemisferio occidental. En 1997 se localizaron allí semillas de calabaza de hace diez mil años. También recientemente se publicaron los resultados de un importante estudio hecho por calificados científicos. Encontraron al norte de Yagul restos de teocintle, lo que constituye la evidencia más sólida de todas las que existen sobre el origen más remoto del maíz.
Los científicos agregan que en esa zona hay testimonios de enorme importancia para conocer el inicio de la vida del hombre en América. Cabe señalar que, pese a la devastación que las actividades humanas han causado en los valles centrales de Oaxaca, el corredor geográfico Tlacolula-Mitla contiene una importante diversidad biológica. Por eso Proax se ha dirigido a los responsables de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes a fin de discutir el trazo de la citada autopista. La idea es conocer oportunamente los impactos ambientales y sociales que causaría para prevenir daños a la biodiversidad y evitar que las compañías que construyan y exploten dicha vía terminen con vestigios arqueológicos claves para conocer más sobre la vida humana en el planeta.
Y ya que hablamos de vestigios arqueológicos, ahora también ejidatarios de Chacchoben, al sur de Quintana Roo, defienden el derecho de participar activamente en el usufructo de las ruinas mayas que se encuentran en su comunidad.
Ocurre que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y las autoridades de dicha entidad buscan se declare zona arqueológica una extensión de 70 hectáreas de las tierras ejidales, pasando su administración y control al gobierno federal.
En Chacchoben, a una hora de Chetumal, se hallan los mayores vestigios mayas de la región de Los Ríos. Con la caída del imperio maya las magnas construcciones de la zona, que se extienden en más de 50 hectáreas, fueron olvidadas. A principios del siglo pasado, las redescubrió el explorador Peter Harrison y en 1941 una resolución presidencial las puso bajo resguardo de los pobladores del lugar. Ese mismo año se creó el ejido que lleva el mismo nombre de las ruinas. Sus integrantes se dedicaron inicialmente a la explotación del chicle y la caoba. Hoy sus descendientes siembran maíz para subsistir. Son pobres y por ello mismo, reconocen, han deteriorado el medio ambiente.
Precisamente buscan que la zona arqueológica les sirva de fuente de empleo y no, como sucede en otros sitios, que los beneficios derivados de incorporarla al corredor turístico del sur de Quintana Roo engrosen las cuentas de agencias de viajes o de poderosos grupos protegidos por el gobierno local, como el que hoy explota los parques "ecológicos" de Xcaret, El Garrafón y Xel Ha. Y es que al declararse zona federal, el área donde se ubica Chacchoben sería administrada por el INAH, el cual cobraría por visitarla, mientras los servicios conexos (estacionamiento, tiendas, etcétera) serían concesionados a particulares.
Chacchoben se encuentra en medio de futuros megaproyectos hoteleros que cambiarán el estado actual de una de las partes más bellas del Caribe mexicano. Los ejidatarios no quieren ser más los convidados de piedra de ese falso paraíso que promete el turismo y que tantos daños ambientales y desigualdades ha causado en otras partes. Quieren, en cambio, ser tomados en cuenta a la hora de fijar objetivos y beneficiarse de los frutos del verdadero desarrollo, el que está pendiente en todo el país.