DOMINGO Ť 29 Ť JULIO Ť 2001
Ť Bárbara Jacobs
Transporte de almas
Me salían lagartijas de la boca, me contó de prisa al tiempo que se metía al coche y lo echaba a andar. Me dejó con mi propio sueño en la punta de la lengua.
Del desaguadero del fregadero de la cocina salía un insecto horrible. A pesar de que no le veía sino sobre el hombro de la cocinera y unos pasos atrás, me horrorizaba lo horrendo que era. "Mátalo, mátalo", exigía a la cocinera, que seguía lavando y lo dejaba ser. Las patas, tres pares, se desprendían del resto y, en su orden, guardando distancia precisa cada par del otro, unidos los tres por un esqueleto invisible, trepaban por el borde posterior del fregadero hacia la ventana abierta y, por la rendija entre la tela de alambre y el marco de la ventana, salían hacia el jardín. Mientras tanto, el cuerpo se había ido desplazando a su vez, con movimientos de gusano, fuera del fregadero y, deslizándose hacia el piso de mosaico blanco de la cocina, por el borde inferior hasta alcanzar la puerta que daba al patio y salir.
"Mátalo", imploré, parapetada detrás de la cocinera. Cuando terminó de lavar los cuchillos, con naturalidad argumentó que, si lo hacía, ƑQuién iba a transportar su alma? No sé cómo no desperté ante semejante absurdo. Es decir, ante un absurdo más absurdo que los anteriores que observaba yo y que, aparte de temerosa, me tenían inmovilizada. Cada uno de los hechos que se representaban delante de mí me llamaba la atención de forma individual, por más que, en la interrelación que los caracterizaba, me atrajeran con mayor intensidad. La escena sin duda debía contener innumerables símbolos que apuntarían hacia una interpretación interesante, por decir lo menos, y siempre que uno conociera el significado de cada símbolo, así como el sentido más adecuado que habría que darles al interpretarlos.
Por ejemplo, que el cuerpo se escurriera a lo largo del borde que formaban el piso y ese muro, precisamente el que conducía a la puerta de salida, si lo hacía un cuerpo con cabeza consciente, Ƒno lo hacía superdotado de conciencia pues, si se valía del contacto de uno de sus costados con el muro, era evidente que sus ojos eran ciegos? O las patas, Ƒcómo "sabían" que ascendiendo por el borde del fregadero por el que lo hacían alcanzarían la ventana y, por lo tanto, la salida? ƑCómo sabían que a esa, y no otra, altura del marco de la ventana y la tela de alambre había una rendija por la que podían salir al jardín, dado que, por fortuna para ellas, la ventana estaba abierta? ƑO ambas cosas, ambos encuentros con la salida, o caminos de fuga, eran producto del azar?
En cuanto a la impavidez de la cocinera ante semejante insecto, y ante semejante fenómeno de desprendimiento de sus partes, sobre todo, de autonomía de las patas sin la cabeza; si pasaba por una imperturbabilidad natural para ella porque, campesina al fin, estaba cerca de una realidad que nos es negada a los que no nacimos ni crecimos en el campo, en el centro de la naturaleza, y, si lo conocemos, lo conocemos mal, Ƒera una impasibilidad natural? ƑNo era igualmente sorprendente la frase trascendental con la que justificaba desatender mi súplica y no matar al insecto que me horrorizaba y paralizaba? Si lo mato, había pronunciado, "ƑQuién va a transportar mi alma?".
ƑPor qué no fui capaz de preguntarle cómo sabía que ya se iba a morir? O, Ƒcuándo y a dónde iba el insecto a transportar su alma? Y, Ƒcuál de las dos partes habría de ser el medio de transporte, el cuerpo ciego, o las patas con vida propia? Es cierto que cuerpo y patas, aunque en dirección divergente, salían hacia un mismo jardín, y que no tenían porqué, una vez afuera, no reunirse y volver a constituir un ser único; pero, entonces, Ƒpara qué se desprendieron el uno de las otras, cuerpo y patas, si habrían de volver a unirse?
Recordé que hay quien afirma que la cabeza del guillotinado alcanza a verse desprendida del cuerpo. Es una afirmación sin bases científicas, pues lo que sostiene no puede ser comprobado. Aún así, aparte de infinitud de reflexiones posibles, a mí lo que me provoca es un profundo desasosiego, no sé por qué; pero el insecto escindido de mi sueño, me interna en uno todavía peor.