Revisar los conceptos básicos de la etnología, proponen en Oaxaca
Ť La diversidad de temas ya desplazó el término indio de los análisis antropológicos, apuntan
RENATO RAVELO ENVIADO
Oaxaca, Oax., 28 de julio. El proyecto que involucra desde hace dos años a casi 130 investigadores, en 20 equipos regionales, cerró su Simposio Internacional con el convencimiento de que la etnografía, en el contexto de las nuevas condiciones académicas y políticas del país, requiere del replanteamiento de las viejas preguntas acerca de los "modos del otro". Algunos asistentes celebraron que no se llegaran a conclusiones; hubo más preguntas que respuestas.
El investigador Andrés Fábregas, por ejemplo, considera que se debe evitar a toda costa aquella definición que se diera en una revista mexicana (Nueva Arqueología, enero de 1976), en la que la antropóloga Lourdes Arizpe definía, de una vez por todas, que por indio se debía entender a aquellos campesinos que por "azares históricos" hablan y tienen lenguas y costumbres "diferentes".
Argumentó Fábregas en su ponencia: "es interesante hacer notar cómo en las décadas que abarcan los años 1970 a 1993, el indio se fue borrando de las preocupaciones de los antropólogos mexicanos, con notables excepciones, hasta que llegó el 1o. de enero de 1994. Recordemos que una de las reacciones al dominio casi pleno del indigenismo en la antropología mexicana fue la diversificación temática y el apogeo de los análisis regionales, que desplazaron al indio como la preocupación de los antropólogos".
Según Saúl Millán, hay un aparente divorcio entre entender un país y la especificidad de un grupo étnico. Ese divorcio viene desde la fundación de la antropología mexicana, por Manuel Gamio basado en conceptos de Boas.
En ese sentido es necesario "replantear el viejo y sentencioso dilema entre estudios de comunidad y estudios regionales. Si la profundidad de una interpretación etnográfica no depende de su amplitud y de su generalidad, la extensión geográfica del análisis deja de ser un factor relevante para el tipo de conocimiento que la etnografía genera".
Sin este impedimento, dieron muestras de estudios muy concretos la etnógrafa italiana Flavia Cuturri, de la Universidad de Turín, quien mediante un solo informante huave, en San Mateo del Mar, ha abierto una brecha "entre lo escondido, para mostrar, sobre todo, el complejo de códigos empleados" que tienen que ver con la habilidad retórica, con ese matiz de significados sutiles que revelan las resistencias ante otras culturas.
O bien el investigador de la Universidad Complutense Pedro Pitarch, quien con base en su experiencia en Chiapas habló de las formas diferentes de caminar, de moverse, de vestirse, de cubrirse, que tienen como base la concepción diferente en la que el cuerpo, en contraste con la concepción occidental, es un bien que se adquiere, que se gana, y no una individualidad que se desgasta. A mayor edad, mayor sabiduría e identidad corporal.
Y entre los conceptos nuevos y las reivindicaciones de los estudios clásicos, también estuvo la presencia de espectadores de regiones que no se tocaron, como fue la antropóloga Rebeca Prales Vela, directora del Museo Regional de Antropología Carlos Pellicer, de Villahermosa, Tabasco (el segundo en importancia en piezas arqueológicas y uno de los más, lamentablemente, desconocidos).
En el centro, sin embargo, recurrente, la reivindicación del concepto de indio, como en la ponencia de Aída Hernández, donde se le dio la vuelta a las diferentes concepciones: si es producto del colonialismo, mano de obra, alguien a quien salvar -como sostenía el marxismo-, un campesino, agente de rebelión, un misterio constante al que hay que entender por el sistema de cargos, como postuló Andrés Medina...
Y ninguna respuesta única, muchas posibles que se abordan en el proyecto Etnografía de las Regiones Indígenas de México, que se impulsa desde la Coordinación Nacional de Antropología, y que en tres años más culminará su ciclo (es un proyecto a cinco años), y se sabrá si se trató de una apuesta histórica o coyuntural. Por el momento ya tiene algunos subproductos que suman más de mil 500 páginas, 8 mil fichas de bibliografía, varios proyectos de atlas regionales etnográficos y un simposio que congregó a un centenar de asistentes.