Guillermo Almeyra
Génova, el dedo y la Luna
Un proverbio chino dice que cuando el sabio señala la Luna el tonto mira el dedo. Muchos de quienes han comentado las luchas en Génova contra el Grupo de los Ocho Magníficos lo confirman. Algunos de ellos, por ejemplo, sólo ven la violencia de los desesperados (o infiltrados) del Black Block y no la de la bestial represión de los policías fascistas y hablan sobre un supuesto atraso de la izquierda. Por supuesto, no ven lo esencial.
1. Lo principal no fue ni la represión ni el repudio a la misma. Dicho sea de paso, si el primer día desfilaron 100 mil personas, al día siguiente del asesinato de Carlo Giuliani la represión llevó a las calles 300 mil manifestantes, a pesar de que no había ningún transporte y de que todos ellos corrían peligro de muerte. Lo fundamental fueron, en cambio, los talleres, seminarios, mesas redondas de alto nivel y propositivas, el avance hacia la elaboración de una alternativa a la mundialización dirigida por el capital financiero -en el plano político, cultural, informativo, económico- para hacer posible otra mundialización.
2. En Génova se construyó un amplio frente popular que abarcó a los cristianos sociales agrupados en todo tipo de organización y organizados por el obispo local, Tettamanzi. De esa unidad formaron parte los Centros Sociales, Rifondazione Comunista, un sector de los Comunistas Italianos (escisión de derecha de ésta), un pequeño sector de los Demócratas de Izquierda (DS), jóvenes sindicalistas metalúrgicos y de otros gremios, autónomos de diversos tipo, anarquistas de varios grupos, pacifistas, ecologistas, defensores de los derechos humanos y otras decenas de miles de jóvenes para quienes Marx es sólo el nombre de una plaza o de una calle pero que ansían la justicia, la democracia.
Ese frente ha sido reforzado por la salvaje represión contra todos. En particular se ha soldado el acuerdo entre el ala cristiana y RC (que ya había presentado al líder cristiano y de la lucha contra el sida, Vittorio Agnoletto, como candidato a senador), al igual que el lazo entre RC y buena parte de los Centros Sociales. Incluso una parte de los DS, o sea de quienes estaban en el gobierno y le abrieron el camino a la derecha, mira ahora hacia RC. De manera que las izquierdas salen más unidas de esta lucha, en la línea de lo planteado por el secretario general de RC, Fausto Bertinotti, enfrentando el sectarismo de la dirección del PDS, pero también de una parte de su propio partido, reacia a trabajar con los "socialtraidores" o con los "clericales" o los "jóvenes autónomos" de los Centros Sociales.
3. Cuando se discutió si aceptar o no a los DS (cuya política no se diferencia mucho de la de Berlusconi) el criterio fue "más vale tarde que nunca", superando legítimas dudas y rencores. Del mismo modo, la gran mayoría de manifestantes no comunistas aceptó y agradeció que los obreros comunistas organizados por RC encabezasen la gigantesca manifestación de 300 mil personas y garantizasen la seguridad de la misma contra los provocadores pagados o inconscientes que buscaban el choque con la policía. El espíritu unitario estableció así un terreno para el diálogo y la confrontación civilizada y política con vistas a construir la resistencia y la alternativa en el terreno social.
4. Las luchas y acciones en Génova fueron internacionales e internacionalistas. La composición de las mismas, además, fue la que caracterizaba a los años setenta: o sea, jóvenes obreros, jóvenes de clase media pobre, algunos veteranos de muchas batallas sociales, algunos intelectuales. Las direcciones sindicales o políticas ?con excepción de los dirigentes políticos y sindicales de RC y de los líderes del sindicato metalúrgico de izquierda, FIOM? brillaron por su ausencia. El "Parlamento" de la gente estaba en las calles.
5. Contra la lógica del lucro y de la explotación, los manifestantes opusieron la economía moral: es criminal dejar gente sin empleo para ganar más, o matar de hambre a quien no es mercado solvente, o destruir el planeta para aumentar la ganancia. Contra los que fabrican nuevas guerras, opusieron la ética, que unió a los cristianos verdaderos con los humanistas socialistas. Esa fue la base de la movilización de esa masa heterogénea de jóvenes y de la reaparición fulgurante del sindicalismo combativo. La memoria histórica y las tradiciones genovesas, desde Garibaldi hasta la expulsión armas en mano de los nazis en 1943 y de los fascistas en 1960, encontraron en ellos un nuevo cuerpo militante. Los que participaron en Génova hoy no son ya los mismos de antes y, en lo que se refiere a la moral de combate y a la búsqueda de ideas y de una alternativa, se ha dado un paso histórico. ¿Los Ocho Magníficos?... Hundidos en el descrédito, obligados a encerrarse en un crucero de lujo, marcados como asesinos, condenados a no volver a reunirse en público. Por algo será.