DOMINGO Ť 29 Ť JULIO Ť 2001
Alejandro Zapata Perogordo
Se enreda el sindicato de gobernadores priístas
La carencia de un rumbo definido por parte del Partido Revolucionario Institucional ha quedado al descubierto debido al escándalo ocasionado por algunos gobernadores de ese partido, quienes interpretando un lamentable y hasta vergonzoso papel pretendieron, a través de un desplegado, engañarse a sí mismos. Cayeron en el ridículo al tratar de apuntalar su acción en la crítica reaccionaria, y evidenciaron así su falta de propuesta.
Es evidente que el gobernador del estado de México, Arturo Montiel, aprovechó las circunstancias para buscar su protección y beneficio. Pasó por encima de todos y los enredó en su propio desplegado. La mayoría de los gobernadores priístas se deslindó y finalmente se determinó que el documento era obra de un anónimo. Nadie se hizo responsable del texto y, por supuesto, nadie pagó su publicación. La consigna fue dejarlo pasar.
El legado heredado a la sociedad, que dicen representar, es que están dispuestos aun a la negación de lo obvio con tal de proteger intereses particulares. Ni siquiera pidieron una investigación por la utilización de sus nombres y aunque tal vez no se hayan sentido afectados en lo individual, debieron, por la titularidad que ejercen y en nombre de sus entidades, exigir de manera pública la aclaración correspondiente.
Tal vez sea importante recordarles que para la buena conducción de nuestro país, se requieren acuerdos entre las diferentes fuerzas políticas y, en especial, entre PRI, PAN y PRD, por medio de los cuales definamos reglas de convivencia que determinen un claro proyecto de nación.
Requerimos conocer la situación que guarda el país, los grandes problemas demandan una solución inmediata; fincar las bases para el futuro y, por supuesto, buenas dosis de voluntad política. Esta última parte implica la intención no solamente de proponer, dialogar y buscar una conciliación entre los diferentes puntos de vista, sino respetar los acuerdos.
Es responsabilidad de todos transitar por un camino que nos lleve a mejorar en todos sentidos. Los intereses individuales o de grupos no deben estar por encima del interés supremo de la nación.
El sindicato de gobernadores del PRI no encara a profundidad los temas torales de la agenda nacional y demuestra en los hechos poca disponibilidad para arribar a políticas de Estado consensadas. Desde hace varios meses se comprometieron ante la opinión pública a presentar una propuesta de reforma hacendaria, promesa que aún no han cumplido. En materia de seguridad pública no han aportado absolutamente nada. El desarrollo social solamente lo han traducido en mayores recursos. Su crítica, en resumen, ha sido destructiva.
Pareciera, en principio, tratarse de un plan preconcebido y una estrategia estructurada con el objetivo de desgastar a sus adversarios políticos. Sin embargo, ésta es una posibilidad que he desechado, en virtud de una serie de acontecimientos que evidencian una dura crisis dentro del Revolucionario Institucional. El panorama se les ha puesto tan complejo, que no han podido ponerse de acuerdo en su proyecto de nación y, por lo tanto, carecen de una propuesta que aportar.
Como consecuencia de lo anterior, se encuentran sin rumbo. Se acabaron los posicionamientos de partido, cualquier declaración se hace a título personal y sólo acierta a actuar como un grupo de presión ante el gobierno federal sin tener un objetivo concreto.
Bajo esa tesitura, se presenta la disyuntiva de los tiempos, en la cual el PRI busca la demora, mientras que las circunstancias exigen entrarle a fondo a los problemas. Tal pareciera que estamos entrampados por indefiniciones de una de las principales fuerzas políticas del país que, a su vez, padece una grave crisis difícil de superar.
Parece que en este momento los priístas sufren lo que Luis Salazar ha denominado: el síndrome de Platón, que, entre otras cosas, denota "un rechazo radical del mundo empírico, que se presenta como una realidad carente de racionalidad, sentido y valores", así como "la pretensión de poseer una racionalidad apodíctica, cerrada y permanente que podría aplicarse a todos los problemas de la política".
La actitud del sindicato de gobernadores inquieta y es preocupante, porque pareciera como si pretendiera extraviar los principios y valores en las formas, lo que significaría regresar a los excesos, autoritarismos, prácticas añejas de corrupción, impunidad y violación de las leyes.
Los tiempos han cambiado; las condiciones reclaman que cada quien asuma su responsabilidad a través de posturas congruentes, claras, transparentes, con diálogo franco, respetuoso, y, por supuesto, un cambio en las actitudes y que queden atrás el engaño, el lenguaje ambiguo y la falta de compromisos. Exhorto, pues, a los priístas a responder a México con responsabilidad, oportunidad y entrega.