SABADO Ť 28 Ť JULIO Ť 2001
Ť Juan Arturo Brennan
La OCBA al alza
En medio de la avalancha tupida y constante de nombramientos erróneos, ridículos y contraproducentes que se han producido recientemente en nuestro medio cultural, la designación de Juan Trigos como director artístico de la Orquesta de Cámara de Bellas Artes aparece como una notable y bienvenida excepción. Trigos asumió la conducción de la OCBA sin los conflictos, reclamos, cuestionamientos y oposiciones que se han dado en otros ámbitos, y su naciente gestión ha dado ya resultados inmediatos y contundentes.
Cuando el doctor Trigos recibió y examinó al paciente lo encontró con una debilidad generalizada, agudizada por una falta de motivación y complicada por claros problemas funcionales en varios de sus órganos y sistemas. Un médico tradicional y timorato hubiera recetado de inmediato el tratamiento usual: una temporada-pantalla llena de caramelos musicales y caballitos de batalla para congraciarse con sus músicos, aplacar al público y adular a los funcionarios. En cambio, Juan Trigos le recetó a la OCBA una cirugía radical, inmediata y sin anestesia: una primera temporada formada exclusivamente con música del siglo XX, y con una importante presencia de la música mexicana. Sorprendentemente, el paciente reaccionó pronto y bien, lo cual ha podido verse y oírse con claridad en los recientes conciertos de esta primera temporada de la orquesta bajo su nuevo director. Sin ir más lejos: hay años luz de distancia musical entre un desastroso concierto dedicado a Bach que escuché hace meses con la OCBA y los tres atractivos conciertos medulares de esta temporada.
La dirección de tales conciertos estuvo a cargo, respectivamente, de José Luis Castillo, el propio Juan Trigos y Eduardo Diazmuñoz. El repertorio escuchado en estas tres sesiones es, en sí mismo, una buena muestra de la nueva cara de la OCBA: Hindemith, Cori, Castillo, Nielsen, Milhaud, Lutoslawski, Stravinski, Bartók, Villa-Lobos, Enríquez y Bernstein. Evidentemente, la preparación cuidadosa y disciplinada de estas obras le ha hecho bien a la Orquesta de Cámara de Bellas Artes, ya que los resultados sonoros permiten apreciar de inmediato un avance notable en afinación, trabajo de ensamble, cuestiones de estilo y, de modo importante, actitud ante un repertorio nada fácil y muy poco convencional. Señalo como hecho significativo que los tres directores mencionados son, además, compositores, de manera que tienen la vocación particular del análisis profundo y la consecuente disección de las partituras lo cual ha redundado, en estos tres conciertos, en lecturas claras y serias de las obras.
A lo largo de estas tres semanas, la calidad de las obras y el nivel de las interpretaciones han permitido apreciar a una OCBA distinta, más comprometida con la preparación y presentación de la música elegida. Entre las muchas cosas interesantes escuchadas en los tres conciertos, destaco la coherencia general del programa dirigido por José Luis Castillo (así como la actuación de sus solistas, el clarinetista Fernando Domínguez y el flautista Salvador Torre), el empaque logrado por Juan Trigos en la Música fúnebre, de Lutoslawski, así como su rigor rítmico en el Divertimento, de Bartók, y la buena visión de conjunto lograda por Eduardo Diazmuñoz en la complicada Serenata, de Bernstein, con la inteligente complicidad del violinista Cuauhtémoc Rivera. ƑQue faltan aristas por pulir en el trabajo de la OCBA? Sin duda: la orquesta perdió por momentos el rumbo armónico en medio de los complejos laberintos politonales de la Cuarta sinfonía, de Milhaud, y se olvidó del matiz y la variedad de color en la Suite de Villa-Lobos, la única obra realmente floja de la programación.
Sin embargo, en una visión de conjunto los avances han sido rápidos y notables, lo que da como resultado neto una orquesta en la que se percibe un nuevo vigor y a la que, a diferencia de épocas anteriores, valdrá la pena seguir con atención y escuchar con frecuencia. Si bien es cierto que son notables los aires de renovación que han soplado por algunos de los atriles del agrupamiento, también es cierto que hace falta un poco más de lo mismo en otras secciones de la OCBA; no hay duda de que el oído y el colmillo de Juan Trigos le permitirán abordar pronto estas y otras cuestiones aún perfectibles en el seno de la orquesta.
Por lo pronto, la terapia ha surtido buen efecto; se espera con interés lo que prescriba el doctor Trigos para la continuación del tratamiento.