REPORTAJE
En San Francisco funcionan las bandas, afirma el empresario Max Muñoz
En California, sólo el deporte le hace competencia a la música grupera
ARTURO CRUZ BARCENAS ENVIADO
Reno, Nevada/San Francisco, Calif. La música grupera (banda, norteña, cumbia, etcétera) o popular, definida por algunos como regional mexicana, tiene como escenarios naturales a los que en estas tierras se les llama nigthclubs. Aún son escasas las presentaciones en sitios más exclusivos, como los casinos (donde se juega el billete grande). No obstante, los trabajadores de origen mexicano se dan el lujo de pagar 30 o más dólares por boleto en foros como The Cow Palace (El Palacio de la Vaca), donde se han presentado artistas de rock y pop, como Bon Jovi, John Denver, Prince o los mismos Rolling Stones.
La vida nocturna en estas dos ciudades es intensa, sobre todo los fines de semana. Los músicos de moda (y algunos que van tomando vuelo) hallan una fuente de trabajo permanente, donde empresarios -la mayoría con raíces familiares en México- con décadas de experiencia en estas lides organizan bailes para que los mojados o mojarras den rienda suelta a su nostalgia, a su estancia forzada, ante la falta de trabajo en sus lugares de origen.
El 32 por ciento de la población de California (según el último censo de población en Estados Unidos) es de origen mexicano y registra una migración en ascenso, que se refleja cada vez más en el modo de vida cotidiano y, lo que más preocupa a sectores como el político y el económico, en el sufragio electoral. La pobreza en el sur es galopante, al igual que el desempleo, y no les arredran las muertes de connacionales en el desierto, que ahora son noticia porque fueron 14 de un jalón, ¿pero cuántas ocurren a cuentagotas, sin que nadie lo sepa? Para ellos, para los mexicanos apodados frijoles, y las bellas pochitas, algunas bilingües, agringadas, pero a quienes les gusta raspar el piso con un botudo y sombrerudo, mitigando la sed con una Corona o una Miller (de 3.50 a 5.50 dólares cada una), o yendo de vez en vez a una licuor (vinatería) para reducir el gasto, llegan decenas de grupos a divertirlos cada semana. La identidad no se pierde, sólo está lejos. Sigue en la mente. Hay que hacer que la raza despierte a punta de gritos; llamarles raza, pueblo, vatos, huercos, mi gente. La nostalgia deja dinero.
Los entornos del Primer Mundo
A lo lejos el downtown de San Francisco y su centro de poder, manifiesto en las miles de toneladas de concreto transformadas en rascacielos, edificios de bancos poderosos; los mexicanos cohabitan con asiáticos y europeos; en hoteles de gran turismo, como el Hilton, preparan el desayuno o la comida; llevan maletas. O laboran en astilleros de esta denominada Ciudad de la Bahía, destruida cinco veces en su historia por incendios y levantada de sus cenizas cual Ave Fénix.
Los puentes son la postal típica. El respeto del tiempo del otro se ha traducido en leyes. El difícil tránsito vehicular de San Francisco a Reno halla desahogo para unos cuantos: las autoridades han dispuesto que el carril de alta sea sólo para los transportes con más de una persona a bordo. Ello para desalentar el uso del automóvil en forma egoísta e individual. La multa es de más de 400 dólares, los cuales tuvo que pagar un gringo que se pasó de lanza: para irse por la de alta colocó un maniquí como acompañante. A un policía observador se le hizo raro que éste no se moviera. Siguió al auto y el pasado de listo ya paga su osadía. Allá también se cuecen habas.
El escenario es de postal: paisajes de llanuras verdes que las quiero verdes, el mar, el surf, los veleros que dejan estelas en el océano, los parking, las casas rodantes. Flores y más flores. "Cuando vengas a San Francisco, ponte una flor en el pelo", cantó Scott Mackenzie, en una rola que se convirtió en la bandera de los hippies, en esta urbe famosa también por su tolerancia en materia sexual. "Es la gayera", dice un mexicano en el aeropuerto. Hay homosexuales al por mayor, que deambulan sin inhibiciones.
Ya cerca de Nevada, qué mejor que unas fresas o unas cerezas. Unas milenarias (así llaman a las Miller). Comida chatarra al por mayor. Ríos y lagos de ensueño, como en caricatura de Heidi.
Entre casinos
En Reno, el viernes por la noche, al nightclub Confeti's llegan los mexicanos a reventar. Los alegrarán músicos mexicanos. Destacarán toda la noche dos gringas-paisanas nuestras bien alimentadas, proporcionadas, con minifalda, blusita sin mangas y unos zapatos que las harán ver más altas. Son esbeltas, pura carne pegada al hueso. Van a divertirse y serán asediadas. No son antisociales y aceptan una cerveza, luego otra, y otra. Suben Los Matadores del Norte, que apenas y despiertan al respetable. Luego va Banda Lizárraga, que ya logra algo... empezar a mover las piernas. Luego va una muchacha, que tiene ilusiones y pretende destacar con Querida socia, Diana Reyes, quien se esfuerza y prende a más de uno. Un parroquiano no resiste la belleza de Diana y sube al escenario y le planta un beso. Baja riendo, cómplice de sus vales que le celebran su intrepidez.
Diana expresó que no desea que la comparen con nadie, menos con Ana Bárbara, dado que ella prefiere el norteño bravío. Tiene ideas claras sobre lo que le espera. Sabe que no será fácil y que es difícil brillar en un medio dominado por hombres, pero en eso mismo, precisa, puede hallarse la fórmula del triunfo. Canta unas de Chayito Valdez y Las nieves de enero (de Chalino).
Cumplida su función, sube uno de los cantantes del momento en este y otros sitios de Estados Unidos y norte de México: El Chalinillo (Ambrosio Cano Vega, de Sinaloa), quien se dice el continuador de Chalino, el tristemente célebre cantautor de narcocorridos, para muchos el número uno del género. Tiene pegue entre la raza este cuate de apenas 25 años y 13 discos grabados, el último de los cuales se llama Las lluvias (La Sierra Records). Ya para esa hora el local está caliente. Se encierra el calor y eso provoca más sed. Ya empiezan a pedir que suba la parte fuerte del baile: La Arrolladora Banda El Limón, de René Camacho. Corren las cervezas y los tequilas, Hasta las tres de la mañana. Cantan los trabajadores y les piden que ya se vayan enfriando; varios se van entonando los temas que ha hecho famosa La Arrolladora: Así fue, Soy yo, Es cabrón el viejo y Se me cansó el corazón...
Segunda escala
El programa fuerte de esta gira será en San Francisco, el sábado, en el Cow Palace. Son cinco horas por carretera. René Camacho (de enorme parecido con el presidente de México, Vicente Fox), líder de La Arrolladora, duerme en su espacio, el mejor del camión. Otros intentan dormir, pero no pueden. Sólo podrán reposar a eso de las tres de la mañana del día siguiente, si bien les va. Mucha gente cree que viven de lujo, que la pasan ligero, pero no, ni siquiera comen bien. A veces sólo comida chatarra.
Un grupero trabaja mucho, duerme poco, tiene lejos a su familia y come mal (mucha chatarra). Por eso los representantes son estrictos y no permiten la informalidad. Se corre a un músico con mucha facilidad, para que no cunda el mal ejemplo. Banda El Limón ofreció más de 150 conciertos en el 2000; hubo semanas en las que vieron a sus familias sólo unas horas.
El tránsito está cargado. Lo mismo en los dos sentidos, lo cual hace más pesado el cansancio. Por fin se deja atrás al Golden Gate. Una comida rápida (para variar) para todos: pollo frito y refresco, más unas papas cuya textura es como de plástico.
El programa es de lujo, perrón, como se dice en la jerga grupera: Los Filis, Los Temerarios, Ramón Ayala y sus Bravos del Norte y la propia Arrolladora. El Cow Palace va llenándose poco a poco; largas son las filas para entrar. El Cow es un foro donde caben unas 17 mil personas que tendrán vista panóptica, cómodamente sentadas. Ya hay unos 8 mil asistentes y nadie fuma. Está prohibido, pues en la ciudad no se escatiman esfuerzos para evitar los incendios.
Los Filis apenas calientan el ambiente con su versión de Tú eres, rola de pegue allá por los 70, con la Generación 2000. Se van, aún deben talachearle mucho, pero ahí la llevan. Al relevo, La Arrolladora. El estruendo de miles de gargantas cuando al unísono interpretan las dolorosas de los limones de René Camacho. Se le va un gallito a uno de sus pupilos. Lo ve de reojo; el muchacho se da cuenta de lo que pasa. Le hace ver, tocando el clarinete, la nota que se le fue. Nunca se acaba de afinar un grupo.
Siguen Los Temerarios, rodeados de guaruras que impiden a los fotógrafos que les tomen placas. Pues que con su pan se lo coman.
El contraste con Ramón Ayala y sus Bravos del Norte. La sencillez y la calidad. El concierto está en su clímax. Ya casi son las tres de la mañana.
Los bailes compiten con el beisbol
Max Muñoz, presidente y dueño de La Sierra Promotions, formada por él hace tres años, al salir Julio Preciado de la Banda El Recodo. Respecto de la organización de bailes, compite en Estados Unidos con Promociones Márquez. "De ahí en fuera hay otras, pero son pequeñas, que hacen bailes en nightclubs. En San Francisco lo que mejor está funcionando es la música de banda. Hace unos 10 o 12 años tenía éxito lo norteño. Luego despuntaron la technobands, y he tenido la suerte de estar ligado a la banda El Recodo por 27 años. Es la única que se ha sostenido y la única capaz de llenar el Cow Palace o el Centro de Convenciones de San José; en este último, hace un mes, los tíquetes se vendieron tres días antes del concierto".
Añadió que, de todo EU, el estado donde tiene más auge el movimiento grupero y donde se realizan los mejores bailes es California. "Es el mejor porque hay más gente. Hay unas 100 plazas que laboran cada semana. Aquí, en el norte de California, el rock no suena para nada; no es rival. Lo que nos hace competencia es el futbol, el deporte, pues. Ese nos acaba. Mejor le corremos".
Este negocio, dice, es arriesgado y se puede llegar a perder. "Nuestra empresa es la que mejor reputación tiene de todas las empresas organizadoras de baile, en todo Estados Unidos. A nadie le hemos quedado a deber. Ofrecemos seguridad y la gente regularmente se porta bien.
"No visito nightclubs, donde se dice que sí hay pleitos. Cuidamos que los conciertos estén bien organizados. Lo grupero ha evolucionado y de mis 62 llevo 35 trabajando en esto. He visto que las cosas suben y bajan, desde Rigo Tovar; las bandas son de ahora. Hoy la furia es con las bandas de viento, como El Recodo y La Arrolladora."
Banda entre bandas
La Arrolladora Banda El Limón de René Camacho, dice éste, ha tenido un desarrollo rápido, basado en el trabajo. Viajan en camión varios días a la semana, durmiendo cada uno de sus integrantes en sus camerinos. En el de René, líder del grupo, hay hasta una televisión. El baño está de lujo y pueden hasta bañarse. Las reglas son rígidas y, salvo detalles, todo va sobre ruedas. Van de un lugar a otro, tanto en México como en el extranjero, pero no puede decirse que conozcan los sitios donde se presentan.
Llegan a un lugar, tocan y se van. Al otro punto de concierto. "Pero el público ya nos reconoce. Tenemos un estilo firme, definido", dice René en un lapso mientras sus compañeros comen pollo frito, quizá el único alimento del día que valga la pena. En el trayecto de Reno a San Francisco sólo han comido papas fritas y refrescos.
"Cada banda tiene su estilo y la gente ubica sus producciones. El sonido es lo principal. Nosotros venimos de una escisión, porque hubo quienes se salieron de la banda por cuestión de salud. Yo empecé a promover la banda, invertí mis ahorros; para esto se necesita mucho dinero. Grabábamos y nunca se nos hacía una promoción adecuada. Sólo invirtiendo se puede penetrar en México y luego en EU."
Muy parecido a Vicente Fox, René Camacho desea aclarar que sí había ganancias, pero se invertían en promoción. Hubo lugares donde no pagaban, pues nos daban la promoción, sólo eso. "Yo ponía de mi bolsa lo del dísel, lo de la comida, etcétera. Comenzaron las grillitas y en un baile me dejaron tirado seis elementos. A la segunda tanda me dejaron. Me pagaron mal, pero cada quien hace lo que le conviene y seguí trabajando sin ellos".
Sólo era una "cuadrillita", precisa. "También hay falta de preparación, o quizá los trató muy mal la vida cuando estaban chicos." Los seis se fueron con Salvador Lizárraga y le pidieron que fuera su representante. "A él le convino, pero al paso del tiempo supo que esos muchachos eran grilleros. Al poco tiempo supo que estaba pagando sin trabajar y comenzaron los conflictos entre ellos."
Pelearon y demandaron a Camacho de abuso de confianza, por supuesto robo del nombre del grupo. Luego siguió un pleito civil. "No me podían hacer nada. Tengo los derechos. Hicimos nueve discos en la primera compañía. Me protegí comprando todos los discos como prueba. Dijeron mentiras y sus abogados mejor ya no les hicieron caso. Perdí dinero, sin necesidad." Agregó que no está resentido. "Me ha ido bien y, allá ellos, no sé qué estarán haciendo."
-¿Por qué no se han quedado las buenas voces en La Arrolladora?
-Ellos llegan a un nivel en el que la gente les dice que ellos tienen arriba a la banda; les inyectan rumores. Nunca los he detenido, pues es el cuento de nunca acabar. De todas maneras se van. Tal fue el caso de Julio Preciado y El Coyote. Eso pasa no sólo aquí, sino en otros, en muchos. Pero, por lo regular, cuando se van les va mal. Le va bien a dos de diez.
"Cuando se van afectan a los demás. Cuando se fue El Coyote metimos a Jorge Medina. El Coyote creía que nos íbamos a ir al hoyo, pero no, fuimos para arriba. Jorge es uno de los muchachos más centrados. Los otros se han creído los dueños de la película."
-¿Hay competencia desleal de otros grupos, en los bailes, por ejemplo?
-El grupo que va encabezando por lo regular tiene más fuerza en la marcada, en la radio y en las paredes. Eso es cosa de los empresarios. Estos hacen un buen trabajo, pero la mayor parte es de los grupos y de las disqueras. Un empresario sólo mete la publicidad, y eso es todo. Se puede confiar en algunos, pero hay otros que a la hora de la hora se van con el dinero. Cualquiera puede organizar bailes, pero para eso se necesita ser honesto.
"He conocido empresarios que nunca llegan lejos porque no saben manejar a los grupos. Este negocio así es. Siempre he ido con el empresario, según gane o pierda. Ya nos repondremos."
En Estados Unidos, a La Arrolladora le va muy bien en los bailes en Arizona, California, Chicago. "Ya más para arriba no nos va tan bien, pero se trata de hacer buena presencia. Nuestra meta es llegar lo más lejos. En Monterrey no entra la banda, pero es destacable el esfuerzo de El Recodo. Lo norteño domina en los medios."
La banda necesita llevar un buen cartel, mucho trabajo. "Julio Preciado ha ido y no le ha ido como en otros estados. Tenemos que entrar, tarde o temprano. Yo no digo que La Arrolladora se va a quedar para siempre; siempre hay una inquietud. La banda puede tener un bajón porque entre otro tipo de música."
René Camacho añadió que el reto de La Arrolladora es mantenerse, sin saturar los lugares de baile. "Iremos a los lugares chiquitos. Tocaremos igual ante mil que ante 10 mil. Trabajaremos con el mismo humor, bien, con ganas".