sabado Ť 28 Ť julio Ť 2001

Luis González Souza

IFE: primera llamada

Retos gigantes y una casta política enana: he ahí un posible resumen de la crisis mexicana tras la cacareada alternancia electoral. He ahí las causas finales de aberraciones históricas como la ley Bartlett-Cevallos para continuar la guerra contra los pueblos indios, o el supuesto pacto Fox-Madrazo en Tabasco para reoxigenar los drenajes más profundos del régimen dizque sepultado tras la gloriosa alternancia de papel.

Urgencia de nuevas leyes e instituciones, pero esclerosis de las arterias renovadoras y hasta defensa enfermiza de lo viejo. Ese es el primer desdoblamiento de la paradoja retos gigantes/políticos enanos. Otro más es la incapacidad para distinguir lo más elemental entre los escombros que dejó el pasado terremoto electoral: de un lado, escombros a todas luces ya inservibles (ley Zedillo para Chiapas) o de plano irreformables (madracismo en lo general) y, del otro lado, escombros recuperables y hasta vitales para la transición arquitectónica del nuevo régimen.

Tal vez el mejor ejemplo de un escombro recuperable y vital lo es, ¿o lo fue?, el Instituto Federal Electoral (IFE). No tanto por su gran papel en las elecciones de la alternancia, sino más bien por su misión de promover una nueva cultura política en el país. Y es aquí donde llegamos a otra grave paradoja, parecida a la del "hijo pródigo", pero con vocación suicida.

Máxime que el Congreso de la Unión ya casi dilapidó su potencial para ser el arquitecto en jefe del nuevo régimen, el IFE se antojaría una institución idónea para llenar ese y muchos otros vacíos. Primero, porque es una institución bisagra entre lo viejo y lo nuevo (lucha que se percibe entre sus propios consejeros). Segundo, porque su tanque de credibilidad y prestigio acaba de ser rellenado el 2 de julio del 2000. Y tercero, porque el IFE cuenta, en su propia génesis, con los dos embriones básicos de cualquier régimen en verdad nuevo: la autonomía y la ciudadanización de la política. Además, todos los consejeros del IFE y desde luego, su presidente, son expertos en análisis político, saben bien de dilemas históricos como el que hoy vuelve a vivir México. De ahí ?para que nos entendamos bien y desde el principio? este ejercicio de "contextualización" tan largo y hasta aburrido para algunos lectores.

En pocas palabras, el IFE podría y debería jugar un papel clave en la edificación del nuevo régimen político de México. Tal vez es el único hijo del viejo régimen con capacidad y autoridad moral para participar en la construcción del nuevo (de ahí lo del "hijo pródigo"), pues además, conoce de sobra las entrañas y los drenajes más pestilentes del régimen en agonía. Y, sin embargo, el IFE, al parecer, está en vías de dilapidar también (como el Congreso) su enorme potencial para culminar bien -con un régimen en verdad nuevo y mejor- la larguísima transición de México a la democracia ("hijo suicida"). A lo mejor ya se cansó, porque sólo estaba hecho para carreras cortas. O a lo mejor se contagió irremediablemente por andar tan bajo en las cañerías del viejo régimen. O a lo mejor nadie sabe el porqué, y tendremos que esperar a que lo expliquen -bien y claro- los propios conductores del IFE.

Ya real o sólo potencial, la crisis del IFE asoma por los dos flancos más importantes. En el flanco de lo electoral (su "mero mole"), por lo menos desconcierta la tardanza del IFE en aclarar el asunto de los gastos de campaña de Vicente Fox (¿ya no hay, si la hubo, autonomía frente al príncipe?). Y en el flanco de la relación con agrupaciones nuevas, como lo son las 41 APN registradas ante el propio IFE, no sólo desconcierta sino indigna el predominio de leyes absurdas y burocratismos por encima del aliento a la nueva cultura política en cuya promoción están empeñadas esas APN.

Un caso límite podría ser el de Causa Ciudadana, de cuyo agravio presupuestal por parte del IFE, con las aberraciones jurídicas del caso, valientemente comenzaron a dar cuenta ayer, en El Correo Ilustrado, los abogados Bárbara Zamora y Santos García, ya por definición, los abogados de las causas más nobles pero más huérfanas en este México de la crisis ¡posalternancia! Es decir, en el México merecedor de todo, menos más crisis. Pronto veremos ?y lo informaremos? si el IFE sí está, o tampoco, a la altura de los retos gigantes que hoy enfrenta nuestro país. Lo cierto es que Causa Ciudadana ?porque la conocemos bien? no dejará pasar un triunfo más de los cultivadores de burocratismos, domesticamientos y enjuagues de diverso tipo. Esa pestilente cultura ya no es dueña única del escenario mexicano. Primera llamada, ¿cuántas más serán?
 
 

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