sabado Ť 28 Ť julio Ť 2001

Miguel Concha

Humanizar la globalización

Providence, RI. Hasta el Capítulo General de los Dominicos en Estados Unidos llegó la consideración de Amartya Sen, premio Nobel de Economía 1998, de que los globalifóbicos no son todos mozalbetes de barrio que se desgañitan sin sentido con sus protestas, sino hombres y mujeres de toda la Tierra que, pagándose sus gastos, acuden a los diversos lugares donde celebran sus reuniones a puerta cerrada los grandes, para exponer racionalmente los riesgos del actual orden mundial. Y llegó también la reflexión de Zygmunt Bauman, profesor de sociología en las universidades de Leeds y Varsovia, de que la globalidad no se ha igualado con una escala global semejante de control democrático.

En efecto, para Amartya Sen, uno de los problemas clave de la organización económica actual es la distribución de los beneficios potenciales de la mundialización entre países ricos y pobres, y entre los diversos grupos humanos al interior de cada país. Y para Bauman el destino de semejante respuesta depende de que surja y arraigue un ámbito político global (entendido como algo distinto de "internacional" o, para ser más precisos, interestatal). Se necesitan -dice- nuevas fuerzas para establecer y dar vigor a un foro auténticamente mundial, adecuado a la globalización, superando a quienes se oponen totalmente a ella y a quienes son incapaces de intervenir para corregir sus derroteros.

Por ello, los dominicos se comprometen a no ser indiferentes ante los hechos contradictorios del actual sistema ni a adoptar una actitud de rechazo global o de aceptación ingenua, sino a analizarlo objetivamente para comprender sus diversos significados internos, y poder discernir a partir de los valores del Evangelio (unidad del género humano, dignidad de la persona, participación en el bien común y solidaridad comunitaria) su pertinencia y sus riesgos para la construcción del Reino de Dios en el mundo. En solidaridad con todos los hombres y mujeres de buena voluntad ?dicen? debemos colaborar activa y pacíficamente para construir un mundo diferente. Para ello es deseable participar en organizaciones y asociaciones civiles que proponen alternativas y trabajan contra la injusticia, las desigualdades y los desequilibrios económicos, sociales y culturales. Como ciudadanos del mundo hay que comprometerse igualmente en la lucha contra los daños que una competencia encarnizada está causando al medio ambiente. Participar -se dice también- en acciones de alerta a la opinión internacional sobre violaciones a los derechos humanos o en grupos responsables de presión contra ciertas instituciones y gobiernos, trae resultados benéficos para la vida y las condiciones de vida de las personas, aunque se trate de problemas locales y aparentemente limitados.

El grado de desarrollo tecnológico de las comunicaciones -se dice en otro de sus documentos- permitió a los bancos y a las compañías aseguradoras un desplazamiento rápido y continuo de enormes cantidades de dinero a fines de los años ochenta. Ello facilitó el establecimiento de nuevos modos de producción que dio origen a este nuevo tipo de economía. En este sistema la visión liberal de la economía, y por consiguiente del ser humano y de su historia, se identifica al mercado como criterio prácticamente único del proceso de producción y distribución de bienes. Todo, absolutamente todo, se convierte en mercancía y no interesa sino en la medida en que se vuelve comerciable en el mercado. La globalización idolatra al mercado y promueve un pensamiento único, cuyos valores principales son la competencia, la ganancia y la estandarización de modos de vida en detrimento de los valores promovidos por el Evangelio.

La globalización de la economía es productora de riquezas, y sin embargo, más de la mitad de la población del mundo continúa empobreciéndose o ya está empobrecida, porque aquélla ha sido convertida en un fin y no en instrumento para el desarrollo humano. Ello plantea un problema político y un problema ético al mismo tiempo: el bien común, es decir, el conjunto de condiciones de la vida social que permite el desarrollo pleno de las personas y de los grupos, ¿es el crecimiento económico o el desarrollo humano? Para los dominicos está claro que la clave está en el desarrollo humano.