SABADO Ť 28 Ť JULIO Ť 2001

Antonio Gershenson

Recortes y crisis

Se habla de un nuevo recorte presupuestal. Si lo consuma, el gobierno federal, por seguir los patrones de conducta política que condujeron al desastre al gobierno anterior, no sólo no resolvería la situación económica del país, sino que la agravaría.

La actual situación recesiva, o de crisis, se caracteriza por la baja, sostenida durante ya varios meses, de la producción agrícola y de la producción industrial, por el aumento del desempleo y por un freno en la actividad económica en general.

Si se vuelve a recortar el presupuesto, habrá todavía más desempleo. Por un lado, estarán los trabajadores al servicio del Estado que dejen de serlo. Por otro lado, las empresas que realizan o realizaban obras para entidades o dependencias del gobierno federal despedirán más gente, si es que no cierran y dejan sin trabajo a todo su personal. Lo mismo sucedería con empresas proveedoras de bienes para esas entidades federales.

Dicen que el recorte estaría motivado por la reducción en los ingresos fiscales. Pero con el recorte esos ingresos bajarán todavía más, porque le pagarán menos, si es que le pagan impuestos en general, las empresas con problemas y las personas sin trabajo.

El gobierno federal, para demostrar que no hay crisis, había dicho que en la segunda mitad del año sí vendrían las grandes inversiones. Pero está terminando el primer mes de esa segunda mitad, y no sólo no hay inversión pública, sino todo lo contrario: se amenaza con un recorte.

Esta medida se suma a otras de una política de freno a la economía del país, como el llamado corto, el retiro de 350 millones de pesos diarios de la circulación, por parte del Banco de México. Esta medida, junto con su ejecutor, también se heredaron del antiguo régimen.

Lo que se necesita es respetar el nivel de vida de la mayoría de los mexicanos, no pretender cobrarles el IVA hasta por los jitomates. Lo que se requiere es liberar el gasto directo de las grandes empresas públicas. Lo que hay que hacer es impulsar proyectos de desarrollo con efecto multiplicador de la inversión productiva.

Esto sí permitirá que se mueva la economía nacional. Esto sí recuperará empleo y producción. Esto sí aumentará, por lo mismo, la recaudación fiscal. Esta recaudación fiscal provendrá de trabajadores en activo y cobrando, no de desempleados sin ingresos. Los impuestos sí van a fluir de empresas que están activas y produciendo, en primer término, para el mercado interno así reactivado.

El que no se comprenda esto, ha llevado a que los campos mexicanos se cubran de movimientos de protesta. A que quienes han producido nuestros alimentos no lo puedan seguir haciendo, porque el dinero sólo se va para apoyar a unos cuantos financieros y no a la inversión productiva.

Ha llevado también a que grupos de trabajadores se movilicen en defensa del salario, del empleo, de las condiciones de trabajo. Ha causado movimientos de protesta contra los intentos de vender al exterior el patrimonio nacional.

Llega el momento en que deban ser escuchadas estas voces, hablando en nuestro propio idioma; en que se oigan las voces del interior del país, antes que los consejos del exterior. Llega el momento de reconocer que el 2 de julio no sólo se votó por un candidato. Casi 80 por ciento votó por el cambio. Y las cosas deben cambiar.