SABADO Ť 28 Ť JULIO Ť 2001

Ť El crítico demandó al gobierno no aceptar como diplomáticos a "delincuentes"

Vital, combatir el olvido y luchar contra la impunidad de criminales de guerra: Híjar

Ť Arrojar vino al embajador de Bolivia en México fue algo visceral, pero tiene un significado, dice

ARTURO GARCIA HERNANDEZ

Desde que Gary Prado Salmón fue designado embajador de Bolivia en México, a principios de este año, el crítico de arte Alberto Híjar manifestó públicamente su repudio al nombramiento. Híjar se oponía a que el gobierno mexicano aceptara a un "criminal de guerra, a un miserable", como representante diplomático. "Nadie hizo caso."

Ahora, a propósito de su acción, Híjar recuerda que Prado Salmón fue uno de los militares bolivianos que mataron a Ernesto Che Guevara en octubre de 1967, cuando el guerrillero ya se encontraba prisionero y desarmado: lo asesinaron -señala en conversación telefónica- sin juicio, violando toda norma y derecho.

La noche del jueves Híjar tuvo oportunidad de manifestarle personalmente su repudio a Prado Salmón. Como lo registró ayer La Jornada, ambos coincidieron en Casa Lamm durante la presentación del libro Plaza Cuicuilco y otros cuentos, de Carlos Véjar Pérez-Rubio. A la hora del coctel Híjar reconoció al militar boliviano, se le aproximó con una copa de vino en la mano y le arrojó el líquido al rostro.

šA la salud del Che, asesino! Le espetó el también periodista y ex subdirector de Difusión Cultural de la UNAM.

Prado Salmón -cuenta Alberto Híjar- "respondió con el caset que tiene en lugar de cerebro: 'soy un militar y cumplo órdenes'".

Un día después del hecho, Alberto Híjar recrea el momento: "En cuanto tuve la certeza de que ahí estaba le arrojé el vino en la jeta. Inmediatamente un guarura me empujó y antes de que yo respondiera se interpusieron algunas personas mientras yo explicaba en la voz más alta posibleche preso quién era Gary Prado. Algunos de los presentes que lo acompañaban solicitaron respeto, a lo que una mujer respondió que el respeto es para la gente respetable, pero éste es un criminal. Yo seguía diciéndoles a unos jóvenes quién era Gary Prado y por qué había hecho lo que hice".

El Diccionario Enciclopédico de México registra en la ficha correspondiente que Alberto Híjar Serrano nació en la ciudad de México en 1935. Hizo la carrera de ciencias químicas y tiene licenciatura en filosofía por la UNAM. En su largo historial como luchador social destaca su pertenencia a los comités de solidaridad con Cuba, Vietnam, Nicaragua y El Salvador. También es autor de libros como Crítica a la estética idealista (1984) y Pablo O'Higgins y los trabajadores (1987).

Acepta que su actitud fue un acto visceral pero sostiene sin lugar a dudas: "Naturalmente que volvería a hacerlo, lo único que lamento es no haber tenido un pastel a la mano. Pero lo importante no es la acción misma sino sus repercusiones, que no se acalle el clamor contra estos criminales de guerra. Un título de La Jornada hablaba ayer de 'el fantasma del Che' como se habla del fantasma del comunismo. Los que realizamos este tipo de acciones tratamos de que el fantasma deje de serlo y se vuelva real y concreto, y demandamos luchar contra el olvido y que se termine la impunidad de estos criminales, no sólo Gary Prado, sino los mexicanos como Miguel Nazar Haro, Miyazawa, que se les apliquen penas más duras. Es un acto visceral pero también posee un importante contenido histórico y social".

Para señalar a Gary Prado como "criminal de guerra" Alberto Híjar se apoya en el "infame libro" del ahora secretario de Relaciones Exteriores, Jorge G. Castañeda, La vida en rojo. Una biografía del Che Guevara, en el que describe al militar boliviano como "el más lúcido y profesional de los cazadores del Che.

"Al principio y al final del libro Castañeda hace una precisa transcripción de la tarea de Gary Prado, describe la persecución y el acoso a la guerrilla del Che. El está al mando. Previa masacre de los otros grupos en que se había dividido la guerrilla lo captura vivo y lo entrega a los generales y un representante de la CIA, y deciden matarlo. En una larga cita, Gary Prado describe cómo prepararon el cadáver para presentarlo a la prensa y mostrarle al mundo que el Che había sido derrotado. El propio Prado Salmón le ata la mandíbula con un pañuelo y lo coloca en un lavadero del hospital de Nuestra Señora de Malta y muy satisfecho dice que lo hace para que no quede duda de su identidad".

Jorge G. Castañeda llama "digno y cortés" a Gary Prado y "no oculta su simpatía por él".

El mito que recorre el mundo

En su libro La vida en rojo. Una biografía del Che Guevara (editorial Alfaguara), el actual secretario de Relaciones Exteriores, Jorge G. Castañeda, cuenta que tras la captura del guerrillero, el ejército boliviano "cometió su único error de campaña": transformó al "hombre abatido, iracundo y desharrapado" -vencido "con todas las de la ley"- en la imagen "crítica de la vida que sigue a la muerte. Sus verdugos le dieron rostro, cuerpo y alma al mito que recorrería el mundo".

A la cabeza de dicha transformación estuvo Gary Prado Salmón, "el más lúcido y profesional de loa cazadores del Che".

Castañeda lo cita: Lo lavaron, lo vistieron, lo acomodaron, bajo instrucciones del médico forense. Porque había que mostrar la identidad, mostrarle al mundo que el Che Guevara había sido derrotado; le hemos ganado a éste. No era cuestión de mostrar como se mostraba siempre a los guerrilleros, que era en el suelo, unos cadáveres, pero con unas expresiones que a mí me impactaban muchísimo, unas caras así, retorcidas. Esa fue una de las cosas que me llevó a ponerle el pañuelo en la mandíbula al Che, para que no se deforme, precisamente. Instintivamente, todo lo que querían era mostrar que éste era el Che; poder decir: "Aquí está, hemos ganado." Ese era el sentimiento que había en las Fuerzas Armadas de Bolivia, que habíamos ganado la guerra. Que no quede duda de su identidad, porque si lo poníamos tal como estaba, así, sucio, andrajoso, despeinado y todo eso, hubiera quedado la duda.

Hacia el final de su libro Castañeda relata: De todos los militares bolivianos implicados en la captura del Che y con la decisión de ejecutarlo, el único que sobrevive es Gary Prado. Los demás fueron muriendo con los años, debido a una especie de 'maleficio del Che' que los persiguió por todo el mundo. Prado subraya que la decisión de matar al Che incumbía únicamente a los bolivianos. Admite que le pareció un acontecimiento lamentable, pues lo admiraba por su valentía y su lealtad a sus convicciones; pero desde el punto de vista de los intereses del ejército y del Estado boliviano, aún hoy considera que la decisión final era la única posible".

"Esto ya se terminó"

En su libro Ernesto Guevara también conocido como El Che (editorial Planeta), Paco Ignacio Taibo II relata así la participación del militar boliviano en la captura del guerrillero:

El capitán Gary Prado, quien tenía el puesto de comando muy cerca de esa posición, hablando de sí mismo en tercera persona, narraría: 'avisando a su comandante de compañía que están a unos quince metros:

-Mi capitán, aquí hay dos, los hemos agarrado.

Presentándose en la posición el capitán Prado observa a los guerrilleros y pregunta:

ƑUsted quién es?, dirigiéndose a Simón Cuba, que contesta 'Willi (...) y luego el otro (...), soy el Che Guevara.

Extrayendo una copia de los dibujos de Bustos, el oficial compara los rasgos y luego le pide que extienda la mano izquierda, donde observa claramente en el dorso una cicatriz que se había indicado como una señal particular de identificación.

Uno de los rangers dirá que el Che hablaba "orgullosamente, sin bajar la cabeza y no le apartaba los ojos a mi capitán". Gary Prado registrará años más tarde la imagen de su enemigo que le quedó para siempre en la memoria: "el Che tenía una mirada impresionante, unos ojos claros, una melena casi pelirroja y barba bastante crecida. Llevaba una boina negra, uniforme de soldado completamente sucio, una chamarra azul con capucha y el pecho casi desnudo, pues la blusa no tenía botones".

(...) De nuevo Prado, narra: "Una vez en el puesto de comando tomé algunas disposiciones. Estábamos bajo la sombra de un pequeño árbol, a la orilla de la quebrada, pero a diez metros por encima de ella y protegidos por una pequeña depresión. Ordené que los prisioneros fueran amarrados de pies y manos con sus propios cinturones y apoyados de espalda."

Dice que dijo el Che:

-No se preocupe, capitán, esto ya se terminó.

-Para usted sí, pero todavía quedan por ahí algunos buenos combatientes y no quiero correr riesgos.

Y asegura que el Che concluyó:

-Es inútil, hemos fracasado...

(...) Hacia las cuatro de la tarde, el capitán Gary Prado retorna al pueblo tras la última incursión de los rangers en las quebradas cercanas. En la entrada a La Higuera el mayor Ayoroa le informa que ha ejecutado al Che; Prado hace un gesto de disgusto. El lo capturó vivo. Se preparan a transportar el cuerpo en el helicóptero. Prado le amarra la mandíbula con un pañuelo para que el rostro no se distorsione.

Un fotógrafo ambulante toma fotos de los soldados rodeando al cadáver en una camilla, son fotos domingueras, pueblerinas, sólo están ausentes las sonrisas. Una foto registra a Prado, al cura Schiller, a doña Ninfa al lado del cuerpo.