CLIMA: EU CONTRA EL MUNDO
La
Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima aprobó finalmente
ayer, en Bonn, una versión aligerada y distorsionada del Protocolo
de Kioto para evitar el calentamiento global y reducir las emisiones de
gases contaminantes.
A la postre, luego de cuatro años de negociaciones
y regateos entre las potencias industriales, Washington se negó
a formar parte del compromiso colectivo en materia ambiental, y los intereses
económicos de Japón y Rusia se impusieron sobre la visión
conservacionista de la Unión Europea, con lo que los esfuerzos por
regular y disminuir en forma concertada la contaminación atmosférica
--iniciados en una conferencia internacional celebrada en Río de
Janeiro en 1992-- culminan con un acuerdo insuficiente, plagado de excepciones
y carente de penalizaciones para los estados que lo quebranten.
Para colmo, el contaminador número uno del planeta,
EU, optó por quedarse fuera del compromiso internacional. Un detalle
que ilustra claramente las miserias del documento aprobado ayer es que
establece un mecanismo denominado "intercambio de emisiones", que permite
a una nación que queda por debajo de su "cuota" permitida de contaminación
"vender" el excedente a otra potencia industrial.
Rusia, cuya actividad industrial se ha compactado notablemente
en relación con la extinta Unión Soviética y goza
en consecuencia de un margen significativo en materia de contaminación,
se apresta a realizar un buen negocio transfiriendo sus tasas excedentes
de emisión de gases a otras naciones a cambio de importantes sumas.
El gobierno estadunidense, por su parte, parece seguir
empeñado en sus actitudes unilaterales y en su determinación
de marchar a contrapelo de la comunidad internacional. Los asuntos ambientales
no son, por cierto, los únicos en los que Washington se deslinda
de la cooperación con otros estados; otro ejemplo grave son las
recientes decisiones estadunidenses en materia militar, específicamente
el empecinamiento en desarrollar un sistema de defensa contra misiles balísticos
que viola el tratado ABM, pieza fundamental para el equilibrio estratégico
entre las dos mayores potencias nucleares del planeta.
Al negarse a firmar el Protocolo de Kioto, la administración
del presidente George W. Bush pone los intereses de la industria de su
país por encima de la salud de la humanidad --incluida, por supuesto,
su porción estadunidense-- y las perspectivas de subsistencia de
la especie. Por si hiciera falta, semejante decisión prueba que
la arrogancia imperial persiste en la Casa Blanca.
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