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México, D.F. jueves 26 de julio de 2001
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Editorial
 
CLIMA: EU CONTRA EL MUNDO

SOLLa Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima aprobó finalmente ayer, en Bonn, una versión aligerada y distorsionada del Protocolo de Kioto para evitar el calentamiento global y reducir las emisiones de gases contaminantes.

A la postre, luego de cuatro años de negociaciones y regateos entre las potencias industriales, Washington se negó a formar parte del compromiso colectivo en materia ambiental, y los intereses económicos de Japón y Rusia se impusieron sobre la visión conservacionista de la Unión Europea, con lo que los esfuerzos por regular y disminuir en forma concertada la contaminación atmosférica --iniciados en una conferencia internacional celebrada en Río de Janeiro en 1992-- culminan con un acuerdo insuficiente, plagado de excepciones y carente de penalizaciones para los estados que lo quebranten. 

Para colmo, el contaminador número uno del planeta, EU, optó por quedarse fuera del compromiso internacional. Un detalle que ilustra claramente las miserias del documento aprobado ayer es que establece un mecanismo denominado "intercambio de emisiones", que permite a una nación que queda por debajo de su "cuota" permitida de contaminación "vender" el excedente a otra potencia industrial. 

Rusia, cuya actividad industrial se ha compactado notablemente en relación con la extinta Unión Soviética y goza en consecuencia de un margen significativo en materia de contaminación, se apresta a realizar un buen negocio transfiriendo sus tasas excedentes de emisión de gases a otras naciones a cambio de importantes sumas.

El gobierno estadunidense, por su parte, parece seguir empeñado en sus actitudes unilaterales y en su determinación de marchar a contrapelo de la comunidad internacional. Los asuntos ambientales no son, por cierto, los únicos en los que Washington se deslinda de la cooperación con otros estados; otro ejemplo grave son las recientes decisiones estadunidenses en materia militar, específicamente el empecinamiento en desarrollar un sistema de defensa contra misiles balísticos que viola el tratado ABM, pieza fundamental para el equilibrio estratégico entre las dos mayores potencias nucleares del planeta.

Al negarse a firmar el Protocolo de Kioto, la administración del presidente George W. Bush pone los intereses de la industria de su país por encima de la salud de la humanidad --incluida, por supuesto, su porción estadunidense-- y las perspectivas de subsistencia de la especie. Por si hiciera falta, semejante decisión prueba que la arrogancia imperial persiste en la Casa Blanca.
 

 

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