JUEVES Ť 26 Ť JULIO Ť 2001
Ť Murió por la golpiza que le propinaron, en Tlalpan
Linchan a presunto asaltante de la iglesia de Magdalena Petlacalco
ANGEL BOLAÑOS Y SUSANA GONZALEZ
Al percatarse de que un sujeto había robado la iglesia del pueblo, decenas de habitantes de Magdalena Petlacalco, en la delegación Tlalpan, determinaron hacer justicia por su propia mano y propinaron una golpiza al hombre, provocándole la muerte.
Desde las 19:30 horas de ayer, el desconocido fue capturado y prácticamente secuestrado por los habitantes del poblado, y pese a la insistencia de agentes de la Secretaría de Seguridad Pública de que lo entregaran a las autoridades, sólo lo soltaron hasta después de dos horas. Sin embargo, cuando accedieron a liberarlo ya era demasiado tarde, porque debido a los golpes recibidos el individuo, que permanecía hasta el cierre de esta edición en calidad de desconocido, ya había perecido.
La 23 agencia del Ministerio Público, en Tlalpan, tomó conocimiento del caso y el cuerpo fue llevado al anfiteatro de la fiscalía desconcentrada en dicha demarcación.
Nadie vio nada
Tras el homicidio el pueblo enmudeció; la gente se refugió en sus casas y las calles quedaron desiertas. El párroco de la iglesia tampoco estaba en el poblado, pues vive en el templo de Santo Tomás Ajusco, y sólo va a Magdalena Petlacalco a oficiar.
"Nada más se escuchó un griterío; antes tocaron las campanas, como a eso de las 6 o 7 de la noche, y comenzó a juntarse la gente", dijo una mujer que vive a un costado de la iglesia donde ocurrieron los hechos, pero aseguró que no salió para ver qué pasaba pues en ese momento estaba dando de comer a su familia.
Lo cierto, dijo, es que el tipo "no es de aquí". El pueblo es tranquilo, aseguró, pero con frecuencia aparecen carros desvalijados en las milpas, a las orillas del pueblo, y cuando avisan a la policía tardan hasta una hora en llegar.
Atrás de la iglesia aún se encuentran las instalaciones de la feria, pues apenas el 22 de julio fue la fiesta patronal, pero los encargados de los juegos tampoco se dieron cuenta de nada. "Acabamos de llegar", no estábamos aquí, dijeron.
Donde dicen que ocurrieron los hechos, abajo del kiosco, tampoco quedaron rastros del linchamiento, lavaron del piso las manchas de sangre.