JUEVES Ť 26 Ť JULIO Ť 2001

Orlando Delgado

Lecciones de globalidad

El desafío planteado por los manifestantes en Génova a los gobernantes de los países poderosos es también un cuestionamiento radical a la propuesta de la tercera vía. Concebida como alternativa a "un tipo de socialdemocracia marcadamente estatalista y una filosofía de libre mercado derechista (neoliberalismo)", esta propuesta política ha venido gobernando el Reino Unido con Blair, Alemania con Schröder, Francia con Jospin, y gobernó Estados Unidos con Clinton durante ocho años. Estos gobiernos, parte importante del G-7, son indiscutiblemente distintos a gobiernos derechistas, como el italiano y el estadunidense actual, pero han venido funcionando sin diferenciarse; esto es particularmente claro en política internacional.

La tercera vía -llamada por Giddens en su nuevo libro "la izquierda responsable" o "izquierda modernizadora"- ha planteado que la globalización puede ser positiva, "si se cuenta con las estructuras internas adecuadas"; sin embargo, el avance de la globalización ha sido hecho a la medida no de cada situación local, sino de los requerimientos de los grandes países y de las grandes empresas. La liberalización de los mercados, tanto de mercancías y servicios como de capitales, ha sido una de las propuestas fundamentales de la globalización; esta apertura comercial está vigente en prácticamente todos los países del mundo, con la notable excepción de los países ricos.

Los ministros de Economía y Finanzas del G-7, en la propia reunión de Génova, reconocieron que "el acceso de los productos de los países pobres se ve obstaculizado por un gran número de barreras comerciales, por las subvenciones y porque muchos de estos países tienen dificultades para alcanzar los estándares de calidad que exigen los importadores". Estas barreras y subsidios han permanecido para proteger a sectores económicos, como el agrícola, sin importar las consecuencias sobre los productos de los países que han abierto sus intercambios comerciales y que han recibido un alud de productos provenientes de los grandes países.

La necesidad de que los países ricos abran sus mercados, planteada desde hace un año por el Banco Mundial y reconocida expresamente en esta reunión, es también un planteo de esa centroizquierda que puede ubicarse como la tercera vía. Pero en los países que gobierna la "izquierda modernizadora" no se han abierto los mercados y se mantienen aranceles elevados para productos provenientes de países pobres; por ello, en esta reunión genovesa se habla de "lanzar una nueva ronda de liberalización del comercio mundial", la que para tener alguna viabilidad debiera empezar por los países desarrollados.

Los gobiernos socialdemócratas han planeado expresamente la búsqueda de la solidaridad y la justicia social, un nuevo contrato social y una economía que reconcilie el crecimiento económico con la reforma del Estado de Bienestar; aceptando el principio neoliberal de maximizar la igualdad de oportunidades, pero "conservando la preocupación por limitar la desigualdad de resultados. La razón principal es que la igualdad de oportunidades puede generar desigualdades de riqueza y renta que impiden oportunidades, después, a las siguientes generaciones" (A. Giddens. La tercera vía y sus críticos, Ed. Taurus, p. 63).

Estos son propósitos indiscutibles, aunque lo relevante no es preocuparse, sino actuar para resolver, pero sólo tienen sentido en una perspectiva de izquierda, si se les concibe para el conjunto, para la economía mundial. La izquierda del nuevo siglo tiene que plantearse, como ha señalado Rodríguez Zapatero, secretario general del PSOE, "compatibilizar igualdad y libertad; el que defienda la libertad de cada individuo que no puede ser aplastado por la sombra de otro hombre, ni por los poderes económicos ni por el Estado"; planteo que debe llevarse particularmente a los países menos desarrollados, a la relación entre los individuos de nuestros países y los poderes económicos, porque sólo en esa escala será viable.

Ello implica, necesariamente, modificar el sentido de los flujos económicos que hoy van del sur hacia el norte y que explican la migración en busca de mejores oportunidades; se requiere que los países ricos, particularmente los gobernados por quienes buscan la solidaridad y la justicia social, destinen recursos para el desarrollo social en los países pobres, no a través de créditos o de inversiones que se recuperan con creces, sino con aportaciones. Regresemos a los principios: no a una tercera vía, como lo indicó Zapatero, "no se trata de un nuevo socialismo, sino, de nuevo, socialismo".