miercoles Ť 25 Ť julio Ť 2001
Luis Linares Zapata
La opaca actualidad
La actualidad del país, como un relato detallado de los sucesos relevantes, entró en una complicada y hasta desesperanzadora fase que ensancha y profundiza los problemas de siempre, agudizados ahora por algunos que otros de nueva aparición. Las pocas alternativas que se visualizan se desvanecen tan pronto como la realidad las confronta o son desbordadas sin llegar a concretarse como tales. La envoltura de los intercambios mundiales se encamina, de manera simultánea, a lo que ya bien puede llamarse una recesión de la que nadie escapará sin marca. En acto colateral, el modelo neoliberal, tal como se ha llevado a término en los Estados periféricos, hace tanta agua como la frivolidad de las elites argentinas y contribuye al descrédito de las medidas salvadoras de las instituciones mundiales.
Y, en la base de la estructura general de México, encontramos una economía casi estancada debido a la desintegración de sus cadenas industriales que deben alimentar el mercado interno y, junto a ella, la que fue exitosa máquina exportadora se atasca por las debilidades de la fábrica americana. El agotamiento de las actividades primarias, en especial la producción agropecuaria, en estos días puestas de relieve por azucareros, maiceros, productores de piña o cafetaleros, se suman y auguran el áspero nivel de conflicto, la inestable continencia que por ahora implican los asuntos del campo y de sus pobladores. De no ser por las cuantiosas remesas enviadas desde Estados Unidos la situación sería inmanejable, precisamente ahí, donde más aprieta la marginalidad. La factible utilización de la inversión y el gasto públicos no encuentra el punto de arranque, menguado por las deudas, trabado entre la misma estrategia de contención inflacionaria y las dificultades para coordinar esfuerzos de una novel administración federal.
Por lo que toca a la política el panorama es, todavía, más nublado que el financiero o el presupuestal. Los dirigentes del PRI se enroscan y tropiezan en un vano intento de dar algún sentido a su permanencia o para acompasar con tino y visión sus acciones para terminar defendiendo, con escandalosa torpeza, a uno de sus gobernadores (Montiel) que da manifiestas pruebas de incapacidad. Un análisis detallado de los actuales dirigentes priístas los revela con un perfil de avanzado envejecimiento, muchas mañas, peores compañías y desfasado discurso. La organización priísta adolece, por carecer de canales, interés y método, de una corriente renovadora de talento. Los cuadros que ya se destacaban en el 86, que participaron en la debacle del 88 y que continuaron perdiendo sucesivas batallas electorales durante dos sexenios completos son los mismos que todavía controlan las posiciones decisorias del partido y, al parecer, pretenden perpetuarse hasta su física extinción. No importa que en el transcurso dilapiden la enorme herencia que la familia revolucionaria les dejó.
El PAN sigue dándole vueltas a la noria de la duda para asumirse, aunque en realidad no haya llegado con Fox al poder, como un partido en el gobierno y trata de sacarle el cuerpo a su responsabilidad para conducir e ir completando el cambio que se requiere con urgencia. Tiene, a su favor, el caudal de juventud que ha captado y que, para capacitarla en las lídes políticas, cuenta con un creciente número de posiciones disponibles en las gubernaturas recientemente ganadas o en las que les acerca la administración federal. Pero de esta abundancia no se deriva la línea, ni puede tomarse como una justificación, para reclamar mayores puestos de gabinete como recientemente exigió la susodicha comisión de enlace panista-Presidencia. Pocas son las ideas, los programas alternativos, las visiones atractivas que lanza el blanquiazul a la arena colectiva y menos aún sus aliados y adláteres. Se han convertido, por lógica ineludible del éxito obtenido y un tanto por autopromoción, en el recipiente de las ambiciones de una generación de aspirantes a conductores públicos. Los próximos años verán las derivaciones de ello si se les canaliza para enmendar sus mayúsculas deficiencias, como este gran país requiere.
El PRD tiene suficiente afluencia de cuadros jóvenes, pero no cuenta con las trincheras para darles acomodo y horizontes. Cárdenas aún ejerce una influencia desmedida en la vida interna del partido en su doble vertiente: en el diario quehacer y, lo que es todavía más significativo, en sus actitudes, reacciones, disputas de puestos u orientación ideológica y programática. De ahí su estancamiento y hasta retroceso en cuanto a imaginar ideas atractivas para los electores o para el fortalecimiento de su liderazgo de repuesto. El discurso y puntos de acuerdo perredistas todavía se enredan en el enfrentamiento con la empresa, los empresarios, el mercado, el capital y las utilidades. Se recarga en la fuerza del aparato burocrático del Estado y cae, con facilona frecuencia, en el rechazo epidérmico a los procesos de globalización que todas las naciones enfrentan, para su bien o para su mal.
En este ambiente, enrarecido hasta de necia manera por los diferentes actores nacionales, los acuerdos y avances se dificultan hasta hacer nugatorias las salidas. Pocas cosas parecen haber cambiado a no ser por el distinto talante que al espíritu colectivo han insuflado los triunfos y el mediano progreso de la selección de futbol en la Copa América (a no ser que hoy se atraviese la poca garra y la medianía del conjunto uruguayo). Pero ese algo es mejor que la densa y opaca actualidad en que estamos inmersos.