miercoles Ť 25 Ť julio Ť 2001

Arnoldo Kraus

Chéjov: una visión literaria de la enfermedad

A casi cien años de su fallecimiento -1904- la figura de Anton Chéjov debería ser cimental para el pensamiento médico. No aportó conocimientos a la medicina desde el punto de vista científico, pero su preocupación por el enfermo, y no por la enfermedad, fueron motivo de reflexión literaria.

En la actualidad, leer "médicamente" a Chéjov es oportuno, pues su visión de la enfermedad estaba impregnada de una mirada humanista a partir de las letras. Además de su maestría narrativa, es muy probable que su "pluma médica" haya estado impregnada en su corta vida -vivió 44 años- de otros dos factores: su propia enfermedad y la pobreza que siempre azotó a su familia.

El mismo año que recibió su título de médico -1884- presentó su primera hemoptisis -hemorragia proveniente de los pulmones-, signo que anunciaba la presencia de tuberculosis. Sin duda, esta infección influyó poderosamente en su visión interna y en el acercamiento hacia los pacientes que atendía. Aunque es imposible afirmarlo, no dudo que el galeno enfermo posee otra sensibilidad, otra percepción y otra forma de entender la patología y las mermas que ésta produce. El daño interno imprime otra lectura de la patología y del dolor. Ser médico enfermo es, en muchos sentidos, una "escuela empática". A propósito de esta circunstancia, el consejo que daba el rey Lear de Shakespeare a otros reyes podría ser oportuno: "es conveniente exponernos a sentir lo que el desdichado siente".

Además del sufrimiento físico, la fatiga y la consunción, las fiebres características de la tuberculosis pudieron ser fuente de inspiración literaria. La fiebre tiene muchas caras: "invita" a la melancolía y muestra la vulnerabilidad del ser -Ƒllegará la muerte? Es también factible que las altas temperaturas produzcan desinhibición. Como dato curioso, en los siglos XIX y XX muchos creadores padecieron esta enfermedad: John Keats -quien también había estudiado medicina-, Molière, Chopin, las hermanas Brontë, D.H. Lawrence, etcétera.

La pobreza siempre fue una constante en la vida de Chéjov, por lo que se veía obligado a producir obras literarias para afrontar su precaria situación, pues su consulta nunca fue, desde el punto de vista económico, suficiente.

A pesar de que la medicina no produjo pasión en Chéjov declaró que "si sólo contara con mi imaginación para intentar hacer carrera en la literatura, ya habría desistido", a lo cual agregó: "me dices que no persiga dos liebres a la vez y que abandone la práctica de la medicina (...) me siento más complacido y satisfecho cuando pienso en que tengo dos profesiones, no una. La medicina es mi esposa legítima y la literatura mi amante. Cuando me aburro de una paso la noche con la otra. Puede parecer escandaloso, pero no es monótono y además ninguna sufre por mi infidelidad. Si yo no tuviera trabajo como médico, sería difícil poner mi pensamiento y mi libertad de espíritu en la literatura".

Escritos como El médico, El tío Vania, Ionych, Un cuento terrible, Ivanov, La gaviota, entre otros, muestran los excelsos entrecruzamientos de un médico preocupado por sus pacientes y un escritor que convierte escenas médicas en literatura. Su éxito como escritor provenía de la observación de los enfermos, del estudio clínico y del análisis que hacía de los discursos de sus pacientes. Como testigo de la conducta humana, sobre todo cuando ésta se alteraba por la patología, Chéjov convertía estas experiencias en letras. Y no sólo eso: su literatura podría ser escuela médica, al menos en lo que se refiere a la relación médico paciente o en lo que hoy llamamos bioética. Por ejemplo, en El pabellón número seis denuncia las distancias entre doctores y enfermos al convertir en paciente a un médico frío y distante que no poseía el sentido de la empatía. El final del doctor Ragin, director del pabellón número seis, es terrible, pues es maltratado por el guardia Nikita, quien hacía lo propio con los pacientes mientras Ragin dirigía la clínica.

En sus obras la mayoría de los médicos muestra "cierta" incompetencia, impotencia, envejecimiento, incapacidad y una dosis de fracaso. Podría decirse que casi todos carecen de confianza y son mediocres, lo que para muchos críticos equivale al poco éxito logrado por Chéjov en la medicina. Si bien esa hipótesis puede ser cierta, no es menos válida la idea de que al denunciar por medio de las letras la mediocridad de los médicos, intentaba estimular la empatía. Releer a Anton Chéjov con un "ojo médico", invita a retomar su deseo: que los doctores cuiden y no sólo curen a sus pacientes.