ECONOMIA: LA FALTA DE CLARIDAD
En
el más reciente reporte mensual emitido por la Secretaría
de Hacienda se advierte un inquietante crecimiento del déficit en
la balanza comercial de nuestro país, que en el primer semestre
del presente año se incrementó en casi 60 por ciento con
respecto al mismo periodo del año pasado, y alcanzó cuatro
mil 6 millones de dólares. Ayer trascendió, por otra parte,
información sobre otro tipo de déficit, éste en el
gasto corriente del gobierno federal, por mil 500 millones de pesos.
Las cifras mencionadas no son comparables ni guardan relación
entre sí. En el caso del déficit comercial, el fenómeno
está directamente vinculado con la desaceleración económica
estadunidense, y acaso también con una pérdida de competitividad
de las exportaciones mexicanas, debido a la alta cotización de nuestra
moneda y a un retroceso de la productividad. Por lo que hace al hueco en
las finanzas del gobierno federal, éste puede atribuirse a la mala
herencia del gobierno anterior, el cual, según todos los indicios,
no entregó unas cuentas tan sólidas ni tan consolidadas como
se dijo a los cuatro vientos en los días de la sucesión presidencial
del año pasado.
El hecho es que una y otra cifras hablan de una fragilidad
económica que las presentes autoridades no parecen dispuestas a
percibir o, cuando menos, a comunicar; los mensajes de optimismo emitidos
por el gobierno federal contrastan con las advertencias locales y foráneas
sobre las perspectivas inciertas de la economía global y nacional.
El equipo económico de Fox y el propio mandatario
insisten en que la manera de disipar todos los nubarrones consiste en lograr
la aprobación de la reforma fiscal recientemente propuesta y que
tantas resistencias ha encontrado en diversos sectores económicos,
políticos y sociales. Las divergencias parecen justificadas: en
un entorno caracterizado por las amenazas recesivas, lo procedente sería
adoptar medidas que reactiven el mercado interno y no que inhiban su crecimiento,
como ocurriría, por ejemplo, con la aplicación del impuesto
al valor agregado en diversos rubros que actualmente están exentos.
Las transformaciones que la economía nacional requiere
han de orientarse a reactivar la producción y a restituir los puestos
de trabajo que se han perdido en lo que va del año. Los fondos que
sin duda necesita el gobierno federal para su funcionamiento no debieran
buscarse en los bolsillos de los más necesitados, sino, en primera
instancia, en la recuperación de una parte, al menos, de las decenas
de miles de millones de dólares que se esfumaron en el marco de
un rescate bancario corrupto y plagado de irregularidades y en otras transferencias
indebidas de recursos públicos a cuentas privadas.
Para avanzar en ese sentido, las actuales autoridades
tendrían que empezar por informar claramente a la sociedad sobre
el estado en que recibieron las cuentas nacionales de la administración
anterior. Por motivos de eficacia financiera, pero también por congruencia
política, esa acción de transparencia no debe postergarse
más.
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