LUNES Ť 23 Ť JULIO Ť 2001

TOROS

Ť Claudica la Comisión Taurina del DF ante la empresa de la Plaza Muerta

En su debut, oreja y lesión para Fabián Barba y vuelta a Víctor Martínez

Ť Por impotencia se retiró Benavides Ť El juez Lanfranchi aprobó una vaca de tienta

LUMBRERA CHICO

Desde que pisó la arena, Víctor Martínez dejó ver la buena hechura, el valor y la clase que tiene. Confirmó todo eso al plantarse en los medios para torear por verónicas, muy quieto, con grácil juego de brazos a Debutante, un capachito que se enroscaba humillando con celo en torno de él, y que luego le fue muy bien en una bella tanda de chicuelinas.

Con esas cartas de presentación, de grana y oro vestido, el joven capitalino de 25 años de edad y 38 novilladas en su expediente, cogió estoque y muleta, brindó a los 528 espectadores que se asoleaban ayer en la Monumental Plaza Muerta, y en los medios, de nuevo, se reunió con el capachito en tres ocasiones sin menearse, como lo exige la suerte del estatuario.

dibujo toros-F BarbaY de allí p'al real. Martínez deleitó a la clientela en derechazos y naturales en redondo, con gran sentido de la distancia, y la habilidad necesaria para improvisar en la cara. Mató de estocada entera, al cabo de dos pinchazos, recibió petición de oreja y fue sacado a agradecer. Con su segundo, Consentido, refrendó sus buenas maneras, aunque con menos lucimiento, y fue premiado con una merecida vuelta al redondel.

El gris verano que padecemos los chilangos se quitó para desplegar un cielo magnífico e iluminar la segunda novillada de la temporada más chica.

Tercer espada, de azul caribe y oro, primer mexicano egresado de la Escuela Taurina de Madrid, Fabián Barba, de sólo 19 años, encantó igualmente al público (y también a los conocedores), con el manso San Juanero, que no se dejaba torear. Ya con la muleta, muy cerca de tablas, porfió en varias tandas por la derecha y por la izquierda sin éxito. Pero luego de un respiro, desengañó al animal con el pase de la fedayina para mandarlo hasta allá y recogerlo con la muleta bien planchada en una soberbia serie de derechazos, templando al furioso viento de febrero que soplaba en la tarde de julio. Y habiendo cuajado más al público que a la res, entró a matar de frente con una resolución absoluta, y hundió la espada en todo lo alto pero al chocar con el testuz se dislocó el codo izquierdo. Los médicos le auguran ocho semanas de reposo como mínimo.

El toque Herrerías

Campo Real, la ganadería debutante de Juan Ignacio García Gómez, con una mezcla de sangres de La Venta del Refugio, Fernando de la Mora y Teófilo Gómez, envió un encierro bien presentado, noble y embestidor, pero manso a llorar con los caballos.

Jorge Benavides fracasó a tal grado en el inicio de su tercera temporada en la Plaza Muerta, que al término de la función se arrancó la coleta para dedicarse a otra cosa, y la gente que lo había chillado toda la tarde quiso homenajearlo con una vuelta al ruedo por su oportuna y sensata decisión. Era un público en verdad patético, juzgue usted.

Víctor Martínez, como ya está dicho, había caído de pie, pero su apoderado (?), en combinación con el ganadero y el empresario, le aconsejaron regalar un séptimo cajón. Y salió Sí se pudo, una alimaña inenarrable, sin trapío, con unos cuernetes de vaca de tienta, y ¿sabe usted qué? Casi nadie protestó por semejante burla. Pero cuando aparecieron los picadores, la gente se indignó al darse cuenta de que la puya iba a martirizar el lomo de la insignificante cucaracha. Y allí se armó la gritería que amenizó la lidia del insecto hasta su fin.

Herrerías y el juez Lanfranchi coronaron de esta suerte la claudicación de la Comisión Taurina del DF, cuyo titular, Carlos Mendoza, declaró esta semana que de aquí en adelante, y a ciencia y paciencia de Andrés Manuel López Obrador, el examen post mortem de las reses que se jueguen en este coso ''se hará únicamente cuando lo pida el juez y sólo si existe sospecha de que hubo manipulación de las astas'', porque ya no se comprobará si el ganado cumple reglamentariamente con los requisitos de la edad. Por eso, los aficionados dicen que Carlos Mendoza se quitó la M de su apellido paterno y ahora lo llaman Carlos Endoza, porque endosó la legalidad de la fiesta brava, como un cheque en blanco, a favor de la mafia de Herrerías. Felicidades por aquello de la ''honestidad valiente''.