LUNES Ť 23 Ť JULIO Ť 2001

Ť A pesar de la proliferación de tratamientos milagro, la enfermedad va en aumento

La obesidad, mal incurable, aseguran especialistas

Ť No desayunar, factor determinante para ganar peso y "ser seguro candidato" a la diabetes

CAROLINA GOMEZ MENA

La obesidad es un mal "crónico" y por lo tanto "incurable"; es decir, aunque se puede revertir con un plan de alimentación adecuada, ejercicio y medicación, siempre estarán latentes las causas que la originaron. Es por eso que "no hay tratamientos mágicos" que la combatan en pocos días o incluso horas.

"La obesidad no es un catarro, es una enfermedad compleja, por lo que pretender poner a dieta a alguien es un insulto. Se debe cambiar el modelo de vida para el resto de la existencia... si a alguien le tomó 30 años llegar a ser obeso, regresar a su peso saludable le tomará unos cinco años", señaló el doctor Jorge González Barranco, jefe de la Clínica de Obesidad del Departamento de Endocrinología y Metabolismo del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.

Pese a la proliferación de dietas fast track, cremas reductoras y "polvitos que dicen atrapar la grasa", las cifras son rotundas y las encuestas nacionales de nutrición en 98 y 99 evidencian que la problemática va en alza. Así, mientras que en la primera consulta los índices de obesidad en población global urbana y rural fueron de casi 35 por ciento, un año después se encontró que era alrededor de 52 por ciento, particularmente en mujeres.

Para González Barranco no sólo el factor genético es el que va en contra de la conservación de la línea de los mexicanos, sino también los malos hábitos alimenticios y las falsas creencias respecto a cómo se debe bajar de peso.

Por ejemplo, un factor determinante para ganar peso y "ser seguro candidato a la diabetes es no desayunar", puesto que mientras menos veces se coma al día, se ganan kilos con mayor celeridad porque se generan alteraciones metabólicas que inducen al organismo a eficientar el uso de la energía, tanto así que cuando se hacen menos de tres comidas diarias, el gasto de energía se reduce hasta 30 por ciento.

En promedio, un hombre adulto de más de 1.70 metros de estatura requiere 3 mil kilocalorías al día; una mujer de 1.60 en promedio, 2 mil 200, y un niño cuyo peso óptimo son 30 kilos debe ingerir unas mil 500 kilocalorías. No obstante, la tendencia es a consumir sólo entre 20 y 30 por ciento de las calorías necesarias.

Grandes reservas

Si a esto se le suma el hecho de que las células contenedoras de la grasa (los adipósitos) de una persona que acostumbra consumir unas 2 mil 500 kilocalorías al día tienen guardadas en promedio 220 mil kilocalorías, es decir lo que corresponde a casi 100 días de comida, se entiende lo difícil que es para algunos reducir los depósitos de grasa, refirió Juan Carlos López Alvarenga, médico adjunto de la Clínica de Obesidad e investigador del instituto Salvador Zubirán.

En entrevista con este diario, el especialista explicó que un tratamiento contra la obesidad siempre debe ser integral, por lo que debe contemplar un plan alimenticio y ejercicio, para lograr que se pierda tanto grasa subcutánea como visceral.

A ello debe sumarse el tratamiento farmacológico si el índice de masa corporal -resultado de la división del peso en kilos, entre la estatura, al cuadrado- es superior a 30 unidades (más de 25 evidencia sobrepeso, y más de 30 obesidad).

El especialista consideró un "engaño" los comerciales televisivos sobre los llamados productos milagro, como las crgordos_qqremas reductoras, las que en efecto reducen talla porque "bajan el contenido de los adipósitos, pero su efecto dura sólo entre cuatro y seis horas". Por eso "no son tratamientos para la obesidad, sino estéticos".

"Son para una fotografía, para un momento", y sólo para perder un mínimo de grasa. Igual ocurre con la liposucción, a través de la cual se pierden escasos kilos, aunque por mayor tiempo si se cuida la alimentación".

En cuanto a los "polvos atrapagrasa" dijo que son "charlatanería", y explicó que el truco del vaso con agua al que se le agrega aceite para luego vertirle el polvo que capturará los lípidos es un engaño muy burdo.

Lo anterior lo demostró en la práctica: a un vaso con agua agregó unas gotas de aceite, y acto seguido le puso harina, lo agitó, y ésta atrapó la grasa y cayó al fondo.

"Esto se puede hacer también con maicena, talco y hasta tierra, porque realmente no la está capturando -a lo sumo, por el contacto se le adherirá 4 por ciento del lípido-, sólo le quita tensión superficial; es decir, hace que aumente su densidad, y al tener más peso se precipita, y esto por supuesto no ocurre en el estómago".

En los que sí se puede confiar -siempre y cuando sea con prescripción médica- son los medicamentos, y expuso que existen básicamente tres tipos de sustancias activas eficientes: una es Mazindol, sal que acelera el metabolismo mediante la segregación de adrenalina y que no se puede usar por periodos superiores a 12 semanas, porque genera tolerancia, con lo que al cabo de ese periodo la baja de peso se estanca.

Otra opción es la Sibutramina, sustancia que actúa a nivel del hipotálamo, que adelanta la saciedad y así con menos alimento el enfermo se siente satisfecho. Su garantía es que no produce tolerancia, por lo que puede "usarse por años".

La última es Orlistat, la cual inhibe la absorción de 30 por ciento de los lípidos consumidos en una jornada, mientras que con las otras de cada kilo que se pierde sólo 10 por ciento corresponde a grasa visceral (la que se encuentra en el abdomen), que es la responsable de la mayor parte de las enfermedades asociadas a la obesidad, como diabetes y presión elevada.

Cuando una persona tiene gran cantidad de adipósitos, si se excede en las calorías la tendencia es que estas células se llenen, y otro elemento en contra es que en cada subida de peso estas se reproducen, por tanto cada vez hay más receptáculos de grasa.