e
n s a y o
Entre
buendías
Verónica
Gaymer Alcayaga
|
Eligio
García Márquez,
Tras
las claves de Melquíades,
Editorial
Norma,
Colombia,
2001. |
No hay en mis novelas una sola línea
que no esté basada en la realidad, afirma Gabriel García
Márquez, mientras Eligio, su hermano menor, se dedica a seguir cada
una de sus pistas ocultas entre las arenas movedizas del tiempo. Profunda
investigación periodística, Tras las claves de Melquíades,
en ardua tarea se propone a lo largo de sus 630 paginas desentrañar
la génesis de Cien años de soledad, considerada una
alegoría latinoamericana de la Biblia, con más de veinte
millones de ejemplares vendidos.
Eligio, el menor de los hermanos, nació
en Sucre y creció en Cartagena para luego establecerse en Bogotá.
Ahí estudió física, ensayó con la publicidad
y finalmente se quedó con el periodismo. Hasta la fecha ha publicado,
con éste, cinco libros. Además vivió en París
y en Londres, pero las raíces lo devolvieron a Colombia, donde hoy
es coordinador general de la revista Cambio que actualmente también
se publica en México.
Yo voy a escribir una vaina que se va
a leer más que el Quijote dijo Gabo en 1951 y pasó
más de una década y media con la historia dando vueltas en
su cabeza, hasta el inesperado día en que tuvo la revelación
manejando su Opel hacia Acapulco, con mujer e hijos: Debía contar
la historia como mi abuela me contaba las suyas, partiendo de aquella tarde
en que el niño es llevado por su padre a conocer el hielo. Doce
meses encerrado en su taller, La cueva de la mafia, y ya estaba lista
la novela.
Macondo es Aracataca, que en la nostalgia
del realismo mágico representa la localidad bananera de la costa
caribe. Ahí pasó sus primeros diez años en una casa
poblada de fantasmas como la que construyó su abuelo, revivido por
el coronel Aureliano Buendía. Es difícil imaginar que fue
el propio Gabriel García Márquez quien sufría atormentado
por el mal de los golondrinos. La tía Mama que tejió una
vez su propia mortaja es eternizada en Amaranta Úrsula, y Rebeca,
la pequeña que come tierra, no es otra que la visión mitificada
de su hermana Margarita.
En medio de este universo mágico
muchos se preguntan qué convirtió a la novela en bestseller,
qué hizo a su autor ganar el Nobel. Eligio García Márquez
encuentra distintas respuestas, como las caras del diamante, cristalizadas
en innumerables rostros que hablan de Cien años de soledad.
Declaraciones en boca de escritores de la talla de Carlos Fuentes que se
refieren a aspectos como el conflicto entre lo universal y lo regional
en la literatura cuando Gabriel García Márquez recién
escribía su obra: La historia ficticia coexiste con la historia
real, lo soñado con lo documentado, y gracias a las leyendas,
las exageraciones, los mitos de la gente, Macondo se convierte en un territorio
Universal, en una historia casi bíblica, de las generaciones y las
desgeneraciones, en una historia del origen y destino humano y de los sueños
o deseos con los que los hombres se conservan o destruyen.
Los innumerables libros que se han escrito
sobre Cien años de soledad no pretenden ser una investigación
totalizante ni tienen la ventaja de Eligio, que puede utilizar las vivencias
del origen familiar y tener acceso directo a la fuente de creación:
su hermano. Sin embargo, estas no son las únicas ni las mejores
cualidades cuando descubre el azar, las circunstancias preparadas y fortuitas
de la existencia, las críticas literarias, las recomendaciones boca
a boca, las características novedosas del libro y las opiniones
de editores y escritores de la época, que se combinan. Eligio pinta
lugares con letras e ilumina ambientes en efervescencia social y transporta
al lector hasta Buenos Aires, el 5 de junio de 1967, cuando la Editorial
Sudamericana publica por primera vez Cien años de soledad.
Y conclye: El éxito inmediato en Buenos Aires se debió a
que en aquel momento los argentinos vieron en las historias, y en los personajes
de la obra de García Márquez, la historia de los miembros
de sus propias familias.
Como buen maestro del oficio periodístico,
Eligio descompone la realidad y reordena las piezas del tiempo, para darle
a los hechos el sentido de causa y efecto que le permita descifrar las
inteligibles claves de Melquíades. Esta reconstrucción literaria
sobre la historia de la novela juega a su antojo con el espacio y el tiempo
sin perder de vista su faro, sin olvidar nunca las leyes internas que le
dan el sentido armónico a su estructura. Así se sumerge en
el secreto de los mares cotidianos de García Márquez para
traer a la superficie las raíces líquidas de su magia. Frente
a la imaginación de nuestros ojos invoca el fundamento épico
del hombre americano que se enfrenta a un ejército vegetal con espadas
verdes y escudos de hojarasca en una infantería de robles que pareciera
llegar hasta los limites últimos del hombre.
A veces cuenta las novelas que ayudaron
a García Márquez a encontrar su estilo, comenzando por Faulkner
y Kafka y pasando por autores de distintas épocas y lugares del
mundo; también refiere secretos de la vida de su hermano, desde
sus inicios como escritor hasta aquellos cuadernitos escolares donde iba
escribiendo el diario con la estructura de Cien años de soledad,
sobre los que Gabriel declara: Eran como la costura del libro, las
cáscaras, los cascarones de huevo, las peladuras de papa, por eso
los destruimos. Incluso a mí me daba mucho pudor verlos, encontrarme
con ellos; era como ver intimidades que no se deben conocer y por eso las
destruí por completo.
En algunas ocasiones, aunque muy pocas,
el autor se toma ciertas licencias que escapan al género del reportaje,
aunque no pierde la coherencia de su discurso en el ámbito documental
que, empapado de su objeto de estudio, cuenta los hechos con un toque de
realismo mágico. Lejos de ser un desacierto, estas libertades enriquecen
el texto que a veces logra emanciparse de los esquemas tradicionales de
la crónica, penetrando regiones desconocidas donde forja un estilo
propio en su quehacer periodístico. Reflejo de esta práctica
es el momento en que describe la inolvidable portada de la primera edición
de la novela como un símbolo profético del prometedor futuro
de Cien años de soledad: El mismo galeón español
de los puestos de periódicos hace más de treinta años,
pero ya inmemorial, ya flotando no sólo sobre tres rosadas y enormes
flores geométricas de azulada selva sino de las vicisitudes editoriales
y sociales argentinas, y del tiempo, en la eternidad.
Más allá del diálogo
que presenta entre libros, escritores y experiencias, Tras las claves
de Melquíades logra finalmente superar los límites del
reportaje llegando a convertirse en río, con un líquido vital
de información que orienta y motiva a quienes han decidido iniciarse
en el difícil pero enaltecedor camino de la creación literaria
.
Curso de danza en técnica Graham.
Dirigido a bailarines profesionales y semiprofesionales, el curso será
impartido por la maestra Christine Dakin, especialista en técnica
Graham, y por Clarissa Falcón, especialista en técnica Cunninghan
y notación Laban. La duración del curso será del 6
al 24 de agosto en la sede del Colegio Nacional de Danza, Sierra de Tilaco
201, col. Villas del Sol. Fecha límite de inscripción: 3
de agosto de 2001. Informes a los teléfonos 5213 7255 y 5213 7256,
con el coordinador de los tallares, maestro Orlando Scheker Román.
Centro nacional de las artes: talleres,
cursos, música, teatro. Módulo sobre Grecia del seminario
Orígenes
de las civilizaciones. Las dos últimas sesiones del módulo
presentado por el doctor en Letras Clásicas, Arturo Ramírez
Trejo, se llevarán a cabo el 24 y 31 del presente mes, de las 19:00
a las 21:00 horas en la Sala de Teleconferencias del cenart, en Río
Churubusco y Calzada de Tlalpan, col. Country Club, metro General Anaya.
Informes al 5420 4400, extensiones 1040 y 1029.
Taller: La relación escénica.
Imparte: Raúl Quintanilla y está dirigido a profesionales
de la actuación y la dirección escénica. Los requisitos
de ingreso son: experiencia básica como actor o director de escena,
disponibilidad de horario, entrega de una muestra de trabajos realizados
(video, audio, publicación, etcétera) y una entrevista previa.
Será de lunes a viernes, del 23 al 25 de enero de 2002. Costo: $
1,000.00. Taller de Danza y Teatro (frente a la Plaza de las Artes)
Cursos de verano: Ritmos, colores
y sabores de México en verano. Talleres de juguetes y juegos, teatro,
música, expresión corporal y plástica. Dirigido a
niños entre cinco y doce años de edad. Coordinan: Alas y
raíces a los niños y el cenart. Se llevarán a cabo
del 23 de julio al 10 de agosto, de las 10:00 a las 13:00 horas Costo:
$ 500.00. Cupo limitado. Lugar: Áreas verdes y explanadas del cenart.
El arte por la parte. Una manera
joven de acercarse a las múltiples dimensiones de la actividad artística.
Está dirigido a jóvenes entre dieciséis y veintiún
años. Se impartirá del 23 de julio al 3 de agosto, de lunes
a viernes, de las 16:00 a las 18:00 horas. Costo: $500.00. Lugar: Áreas
verdes y explanadas del CENART.
Música: Festival de cuerdas.
Cuarteto Arianna, Estados Unidos. Invitada: Eleonor Weingartner, clarinete.
El programa incluye el Cuarteto op. 18, núm. 4, de Ludwig
van Beethoven; Night fields, de Joan Tower, y el Quinteto para
clarinete y cuerdas en si menor, op., 115, de Johannes Brahms.
Viernes 27 a las 23:00 horas.
Teatro de las Artes. Los cuentos
de Hoffman. Música de Offenbach. Elenco sivam. Dirección
escénica de Ragnar Conde, con la participación de la Orquesta
Juvenil de México bajo la dirección de Jaime Demster. Jueves
26 y viernes 27 a las 23:30, sábado 28 a las 19:00 horas y domingo
29 a las 18:00 horas.
Costo $ 60.00, preferente, $ 40.00, galería.
Teatro. Foro de las Artes. La casa
del Teatro. Intervalo de Luis de Tavira y Antonio Zúñiga,
inspirada en textos de Strindberg y Bergman. Dirección de Saúl
Meléndez. Del 5 al 29 de julio, jueves a viernes, a las 20:00 horas.
Sábado a las 19:00 y domingo a las 18: 00 horas. Costo: $ 40.00
Mayor información sobre
estas y otras actividades del cenart a los teléfonos 5420 4466 y
5420 4407. Conmutador: 5420 4000, extensiones 1038, 1155 y 1192. Fax: 5420
4514.
El Centro Internacional de Guionismo
de Cine y Televisión invita al taller de actuación en
cine que impartirá Leticia Huijara. Inicia el 6 de agosto y tendrá
una duración de tres meses, una clase por semana, de las 19:00 a
las 22:00 horas. Para mayores informes, comunicarse a los teléfonos
5550 3233 y 5550 9308, o acudir personalmente, de las 14:00 y las 20:00
horas, de lunes a viernes, a la sede del cigcite, en San Carlos 7, San
Ángel, o en la página web www.cigcite.com. Cupo limitado.
|
n
o v e l a
De
la vigilia a la ensoñación
Gabriela
Valenzuela Navarrete
|
Felipe
Montes,
El
vigilante,
Plaza
y Janés,
México,
2001. |
¿Cuántas veces al salir con
las prisas mañaneras o al regresar por las noches, con el portafolio
lleno del cansancio del día, reparamos en esa sonrisa mecánica
que nos saluda al abrir la puerta o bajar la cadena, o le dedicamos siquiera
un minuto de nuestros pensamientos al silbato que arrulla nuestro sueño
por las noches? ¿Cuántas veces intentamos penetrar en la
vida de esos anónimos vigilantes que en cualquier ciudad y en cualquier
colonia parecen pertenecer más al mobiliario urbano que a los habitantes
humanos que tienen a su cargo?
Felipe Montes, el autor de El vigilante,
penetra precisamente en ese mundo oscuro e inexplorado de los cuidadores
nocturnos, en esos vecindarios de la noche tan distintos a los que se nos
presentan en el día. Entre ronda y ronda, un vigilante de un barrio
en Monterrey revive su infancia ya casi olvidada, su juventud perdida,
un primer y único amor que nunca se decidió a conquistar;
y entre las curvas y las esquinas de las privadas le esperan, listos para
asaltarlo, el recuerdo de su madre, el asesinato de su padre y el accidente
que terminó con la miserable vida de su abuelo convertido en limosnero.
Jornada tras jornada se presentan en apariencia iguales, tan rutinarias
como la disciplina que él mismo se ha impuesto para mantener en
forma su cada vez más cansado cuerpo; sin embargo, uno nunca sabe
cuándo hay una desviación escondida en la carretera más
recta: la linealidad de esa rutina se rompe el día en que un crimen
siega la vida de una niña... y amenaza con desmoronar al supuestamente
sólido vigilante.
El vigilante de esta primera novela
de Montes se nos presenta como un símbolo de seguridad, como el
eje en torno al que gira la maquinaria del Barrio de los Nogales, como
ese tornillo sin el cual nada podría funcionar. Pero lejos de representar
a un hombre duro y sin sentimientos, el autor nos muestra a un ser extremadamente
sensible debajo de esa coraza de piel curtida por el clima, de músculos
endurecidos por el ejercicio; un anónimo que se vuelve entrañable
conforme nos adentramos en su historia. En su ensayo titulado Tres géneros
narrativos, Mario Benedetti explicaba, a propósito de la novela,
que el protagonista siempre se halla rodeado (aunque sólo sea de
su propia soledad), siempre existe en un mundo (aunque ese mundo
menosprecie su existencia). Felipe Montes ejemplifica esta teoría
con su solitario personaje siempre rodeado por los ausentes habitantes,
existente en un mundo dormido que ni siquiera aparece en los sueños
de los vecinos.
Algo que resulta una afortunada contradicción,
pero en lo cual se basa buena parte del éxito de la novela, es el
hecho de que el título, El vigilante (y en sí el único
nombre del personaje), se oponga al estado de ensoñación,
de inmersión en las profundidades del recuerdo por el que transcurre
la novela... hasta que una pesadilla dibujada en los cuerpos oscuros y
sin rostro de seis violadores acaba con la placidez de ese sueño.
Y como en un sueño, el recurso de un estribillo remarca la idea
de repetición, de enfrentarse siempre a aquello que más se
teme.
Además de una unidad de impresión
bien mantenida a lo largo del relato, una virtud más de la novela
de Felipe Montes es la maestría con la que sostiene el narrador
en segunda persona plena que eligió. Un narrador que nunca descubre
su circunstancia ni su relación con el protagonista, que se dirige
a él y lo increpa, que actúa como una voz de conciencia que
confiesa cosas que el personaje intenta olvidar y cuenta su historia en
partes, pero que, hablando desde el punto de vista del escritor, es especialmente
difícil de mantener por cuestiones estilísticas y fonéticas.
Pese a estas dificultades técnicas y a las limitaciones que impone
la propia estructura temporal de la novela (durante sólo cuatro
noches de vigilancia, el lector puede adentrarse en todos los años
de la vida del cuidador), Montes sale victorioso del reto de El vigilante,
que, como adecuadamente apunta David Toscana en su comentario al libro,
es una obra extraña y fascinante; un duro poema épico (en
prosa), mezcla de violencia y melancolía
p
o e s í a
Los
cantos al silencio
María
Baranda
|
Ricardo
Venegas,
Caravana
del espejo,
Instituto
de Cultura de Morelos,
México,
2000. |
Atisbar
una búsqueda es la parte fundamental de la tarea de un poeta. Búsqueda
que significa desplazamiento y sentido como espacio de vitalidad y crecimiento.
Ahí radica la libertad y la condena de la escritura.
En la historia de nuestras letras ha habido
varias fases de devastación y de endurecimiento, así como
de inclusión y de incisión de diversas tendencias líricas
que han permitido a las nuevas generaciones de poetas asumir prácticas
más formales o, por el contrario, deslizarse hacia estéticas
menos convencionales. Sin embargo, es cada vez más palpable en la
poesía mexicana del momento la necesidad de entablar un diálogo
con la tradición que ha marcado la naturaleza misma de la poesía
de Occidente. Tradición que significa también una combinación
de tradiciones. Nuestro linaje poético ha sido el logro y el dominio
de un mestizaje cultural e intelectual que nos ha hecho recorrer el territorio
de la ortodoxia más crítica y el de la ambigüedad más
llana. Hablar de poesía en esta época nos hace vislumbrar
un péndulo que oscila entre el despliegue escritural de un texto
y el desarrollo de una poética-visión que enfrenta el pasado
y el presente lírico de un autor. Esta actitud presupone una renovación,
un redescubrimiento de uno mismo y una significación, ante todo
verbal, pero inseparable del sentido crítico de la realidad. Sólo
la poesía reconcilia estas dos orillas. Sólo la poesía
recupera este tiempo físico y espiritual del momento. Nada más
alejado de ella que la visión acomodaticia del poeta. Nada más
ajeno a la máscara de la exaltación del sentimiento. Ricardo
Venegas lo sabe y por eso, desde su libro anterior, Signos celestes
(Fondo
Editorial Tierra Adentro, 1995), traza un puente escritural con Caravana
del espejo. No es fortuito que en el último poema de Signos
celestes escriba: Mi rostro es una caravana/ de peregrinos muertos.
El poeta marca un vínculo de actitud y delinea el ámbito
donde sucederá su poesía.
Escritura contra y desde el dolor, Caravana
del espejo presupone el desplazamiento de todos aquellos seres que
pueblan su mundo. Su sentido no es el de la pretensión ontológica
sino, por el contrario, el de la humildad del tiempo. La travesía
de un hombre que se atreve a cantarle al silencio. Principio y fin coinciden
en un acercamiento y una reflexión en torno a textos más
bien formales que funcionan como puertas de entrada y de salida. La tradición
enmarca el sentido inicial del libro y el fin del mismo, como si se pudiera
predicar una distinción entre forma y contenido. Sin embargo, esta
diferencia no ha permitido jamás que olvidemos la parte fundamental
de un poema: la experiencia. Componer un libro en el acoplamiento de estas
dos posturas presupone una lectura de formas clásicas en donde Vengas
consigue, así, darnos un sentido de referencia. En la primera y
en la última parte del libro se habla del espejo. Ambas enmarcan
un tiempo que parece ser el mismo. Presencian el recorrido de una caravana
que sucede en el interior del texto tal y como se forman los rasgos del
recuerdo. Venegas nos habla de la incertidumbre como opción de vida,
del infortunio como medio de aproximación a su escritura. El lugar
donde verifica y cimenta sus hallazgos es el de una gota de agua, en donde
cae y encuentra aquel vacío original que le permite confirmarse
como poeta, donde El tiempo ha sucedido/ con veintitantos años
en los ojos: yo nunca olvidaré este musgo de la pila/ ni el peso
de la gota/ ni la llave.
FICHERO
LOS LIBROS
QUE LLEGAN A NUESTRA REDACCION
antropología
La civilización
zapoteca. Cómo evolucionó la sociedad urbana en el Valle
de Oaxaca,
Joyce Marcus y Kent V. Flannery, traducción de Jorge Ferreiro Santana,
Sección de Obras de historia, México, 2000, 324 pp.
artes
plásticas
La imaginación
del instante: signos de José Luis Cuevas,
Miguel Ángel Muñoz, Col. El horcón, Museo José
Luis Cuevas/Editorial Praxis, México, 2001, 60 pp.
ensayo
De cara a la muerte.
Cómo afrontar las penas, el dolor y la muerte para vivir plenamente,
Isa Fonnegra de Jaramillo, Editorial Andrés Bello, Barcelona, España,
2001, 296 pp.
El triunfo de la
masculinidad, Margarita Pisano, Surada Ediciones, Santiago de Chile,
2001, 151 pp.
Estrategias sagradas,
Danubio Torres Fierro, Col. Los tres mundos. Memorias, Seix Barral, Barcelona,
España, 2001, 157 pp.
Mors repentina.
Ensayos sobre la grandeza y miseria del cuerpo humano,
Francisco González Crussí, traducción de Verónica
Murguía, Col. Vagaluz 19, Verdehalago/Universidad Autónoma
de Puebla, México, 2001, 203 pp.
narrativa
Beber del espejo,
Héctor Cortés Mandujano, Col. Aquí enfrente, Jaiser
Editores, México, 2001, 107 pp.
El mensaje devastado,
Adolfo Echeverría, Ediciones Cal y Arena, México,
2001, 119 pp.
Muerte en la casa
de baños,
Wilfried Horwege, traducción de J.A. Bravo, Ediciones Martínez
Roca, México, 2001, 313 pp.
Nada que ver,
Jorge Dorantes, Biblioteca Era, Ediciones Era, México, 2001, 125
pp.
Relicario mexicano.
Episodios inéditos de la historia nacional,
Alejandro Rosas, Editorial Planeta, México, 2001, 160 pp.
poesía
Algo sobre la muerte
del mayor Sabines/Maltiempo/Otros poemas sueltos, Jaime
Sabines, Editorial Joaquín Mortiz , México, 2001, 116 pp.
Miscelánea
II.
Obras completas, Octavio Paz, Col. Círculo de lectores. Letras
mexicanas, Fondo de Cultura Económica, México, 2000, 428
pp.
revistas
Alforja,
núm. XVI, primavera 2001, textos de Javier Ponce, Aleyda Quevedo
Rojas, Rosa Aurora Chávez, entre otros, Fraternidad Universal de
los Poetas, México, 154 pp.
Casa del Tiempo,
núm. 29, junio 2001, volumen III, época III, textos de Thomas
Bernhard, Ricardo García A., Carlos Gutiérrez Angulo, entre
otros, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 78 pp.
Crítica,
núm. 87, mayo-junio de 2001, nueva época, textos de Alberto
Garrandés, Mario Calderón, José Israel Carranza, entre
otros, Universidad Autónoma de Puebla, México, 144 pp.
Crónicas
y Leyendas,
tomo I, tercera época, Sucesos y leyendas de La llorona, El difunto
ahorcado, La manchincuepa, entre otros textos, Colectivo Memoria y Vida
Cotidiana, a.c., México, 2001, 64 pp.
Etcétera,
núm. 8, junio 2001, textos de Julio Chávez Sánchez,
José Carreño Carlón, Irving Berlin Villafaña,
entre otros, Análisis, Ediciones y Cultura,
México, 72 pp.
Los Universitarios,
núm. 7, abril de 2001, nueva época, textos de Jaime Avilés,
Arnoldo Kraus, Ignacio Solares, entre otros, unam, México, 64 pp.
Los Universitarios,
núm. 8, mayo de 2001, nueva época, textos de Bruce Swansey,
Alberto Vital, Gonzalo Celorio, entre otros, unam, México, 64 pp.
Los Universitarios,
núm. 9, junio de 2001, nueva época, textos de Juan Ramón
de la Fuente, Ruy Pérez Tamayo, Vicente Herrasti, entre otros, unam,
México, 64 pp.
Origina,
núm. 100, junio 2001, año 9, textos de Alonso Arreola, Ricardo
Guzmán Wolffer, Jermán Argueta, entre otros, Gilardi Editores,
México, 80 pp.
Patek Philippe,
núm. 8, otoño-invierno 2000, textos de Artemy Troitsky, Seima
Takanashi, entre otros, Condé Nast Forward Publishing Agency, Suiza,
88 pp.
Textos,
núm. 4, enero-marzo de 2001, textos de Javier Sicilia, Rosa Beltrán,
Rubén Rivera, entre otros, Suntuas Académicos, México,
190 pp.
Universidad de México,
núm. 602-604, marzo-mayo de 2001, textos de Marcos Moshinsky, Antonio
Velázquez, Guillermo Sheridan, entre otros, Universidad Nacional
Autónoma de México, México, 107 pp.
video
Caracol de Plata.
Reconocimiento Iberoamericano al Mensaje de Beneficio Social,
memoria I, edición/año 2001, México. |