DOMINGO Ť 22 Ť JULIO Ť 2001

SEMANA POLITICA EN ESTADOS UNIDOS

Ť Se busca (desesperadamente) el voto de los latinos


JIM CASON Y DAVID BROOKS
CORRESPONSALES

Washington, 21 de julio. Poco después de que el vocero de la Casa Blanca comentara esta semana que el presidente George W. Bush estaba considerando un programa de legalización limitado para los indocumentados, rápidamente lí-deres legislativos del Partido Demócrata convocaron a una conferencia de prensa para afirmar que ellos, también, apoyaban un programa de legalización y que deseaban incluir a más gente que Bush.

Días después, el presidente del Partido Demócrata ofreció un discurso en un acto en esta capital para apoyar a los activistas que demandan un cese del bombardeo en Vieques, Puerto Rico. Por otro lado, el se-cretario de Vivienda comenzó una gira por las colonias hispanas de Texas. También esta semana, el líder de la mayoría demócrata del Senado, Tom Daschle, acudió al congreso del Consejo Nacional de La Raza en Milwaukee.

Bienvenidos al nuevo juego político de Estados Unidos: el cortejo a los latinos. Los dos partidos nacionales están contratando a voceros de habla hispana y cada día incluyen en sus cálculos políticos el pe-so potencial del voto latino en el país. El encuestador republicano Matthew Dowd, quien trabajó para Bush durante la campaña electoral, ha sido citado varias veces declarando que el presidente necesita incrementar su apoyo entre el electorado latino para poder ganar su relección en el 2004.

Los estrategas demócratas siempre tienen identificados en sus cálculos electorales la importancia del voto latino, particularmente en estados como California, Texas, Nue-va York y Florida.

Estos cálculos alimentaron una especie de remate entre los partidos para ver cuál estaba dispuesto a ofrecer más (o por lo menos, algo que pareciera más) sobre el te-ma de jour, la inmigración y el compromiso de cada uno para ayudar a los inmigrantes. Bush, quien había declarado a principios de este año su oposición a un programa de amnistía para indocumentados, dejó entender esta semana su disposición a considerar un programa de legalización limitado para los indocumentados que se parece mucho a un tipo de amnistía.

Otros republicanos protestaron a gritos, acusando al presidente de que eso sería premiar a gente que había violado las leyes al ingresar y vivir ilegalmente en Estados Unidos. Sin embargo, para fines de esta semana, cuando dirigentes del Partido Republicano se reunían en Boston en una conferencia nacional, los estrategas del partido insistían en que algún tipo de programa de legalización tiene que formar parte clave de cualquier esfuerzo para cortejar al votante latino. Es una decisión difícil, y si no se enfrenta "perderemos parte de nuestra base en torno a este tema", comentó el líder del Partido Republicano de Arizona, Michael Hellon, al Washington Times. "Pero por el otro lado, el partido necesita presentar una cara más suave y bondadosa".

Mientras tanto, el liderazgo del Partido Demócrata, que ha guardado en buena me-dida silencio sobre el tema migratorio, descubrió esta semana un nuevo interés en el sufrimiento de los indocumentados poco después de los comentarios sobre el tema de la Casa Blanca. En su conferencia de prensa de esta semana, Daschle y sus colegas pidieron a Bush no rendirse ante las presiones de los sectores antinmigrantes republicanos, pero además se pronunciaron a favor de ampliar las propuesta de legalización para que no incluya sólo a los mexicanos indocumentados, sino a todos aquellos en esa situación. Al mismo tiempo, los líderes legislativos están tratando de medir, con encuestadores y analistas, qué tan importante es el tema de los derechos de los inmigrantes para el electorado latino.

Todo aquel interesado en el asunto de la inmigración comparte un consenso (aunque el acuerdo termina ahí, y lo que se debe hacer es lo que está en conflicto): lo que está generando este interés sobre una reforma migratoria son dos factores, la economía y el cálculo político electoral. O sea, no es que acaba de nacer una sorprendente tendencia humanitaria que se azota por el sufrimiento de los indocumentados entre la cúpula política y empresarial de este país.

En este debate político sobre la inmigración también hay otros actores claves como los sindicatos, defensores de los derechos humanos y sectores empresariales, todos los cuales se han pronunciado y han cabildeado por un cambio en la política de inmigración durante por lo menos los últimos tres años, pero sin gran éxito.

Lo que ha cambiado este año es que de-mócratas y republicanos están percibiendo al asunto con otra óptica, como con el tema de Vieques (y el de siempre, Cuba): el de la matemática electoral de los latinos. Eso po-dría ser una buena noticia, por primera vez, para los indocumentados.