domingo Ť 22 Ť julio Ť 2001

Néstor de Buen

El optimismo político como utopía

La diferencia entre el discurso y la realidad es notable. Todo va bien, nos dice el gobierno, pero los hechos demuestran lo contrario, particularmente en el campo. Y no hay que olvidar que nuestros campesinos no son precisamente tranquilos. Entre el maíz, el azúcar y el café estamos respirando aires de conflicto serio.

Parece que se olvida de que nuestra Revolución, tan nombrada y tan poco efectiva, salvo en los muertos, la hicieron los campesinos, eso sí dirigidos por burgueses de Coahuila y de Sonora. Claro está que Villa, que era de Durango pero actuó en Chihuahua, y Zapata, el de la mirada fija, también eran hombres de campo, con jerarquía y mando. Pero, ciertamente, no eran burgueses. Y tampoco dirigieron la Revolución. Sólo la hicieron. Villa la ganó.

Por el mundo laboral lo que es noticia es que la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) está dedicada, de lleno, a la preparación de un proyecto de Ley Federal del Trabajo (LFT) que se pretende terminar en septiembre, someterlo a la opinión nacional en octubre y presentarlo como iniciativa en noviembre. Allí se integran comités de todo tipo y en ellos luce como en sus mejores tiempos la presencia corporativa de sindicatos y de empresarios. Estos ya no son, teóricamente, corporativos, desde que la Ley de Cámaras pasó a la historia. Pero el equipo es el mismo de entonces, con sus brillantes abogados y un respaldo de hombres de empresa entre los que no será fácil encontrar ni un poquito de sentido social.

Por el lado sindical abundan los nombres tradicionales, vinculados al discurso de la nueva cultura laboral (NCL) y asociados a las centrales tradicionales del Congreso del Trabajo que suelen usar el nombre de movimiento obrero aunque, contradictoriamente, no se muevan nada.

Se ha dado cierta entrada a la Unión Nacional de Trabajadores, por supuesto minoritaria, aunque hay que reconocer que uno de los postulados de la reforma es lograr las resoluciones por consenso. Tengo mis dudas, sin embargo, de que ese sea, finalmente, el resultado.

Mi opinión es que el intento no va a llegar muy lejos. Hacer una ley no suele ser el producto de actos masivos, con 12 representantes por cada sector, respaldados por comités de redacción y un comité superior de decisiones en el que las figuras principales, por cierto que poco expertas en la materia, habrán de decir la penúltima palabra. La última corresponderá, sin la menor duda, a los dueños de la casa en que se está cocinando el platillo, la STPS, que bajo la inspiración de la NCL preparó con cargo a cuatro secretarios: Oñate, Bonilla, González Fernández y Palacios (con la dirección precisa de Javier Moctezuma Barragán) un proyecto de Código de Procedimientos Laborales en el que lo más notable es cierta inclinación para acabar con el sentido tutelar de la reforma de 1980, hecha posible por el entonces secretario del Trabajo, Pedro Ojeda Paullada, y por el anteproyecto de nuestro llorado amigo Jorge Trueba Barrera.

Habrá material para comentarios. Pero lo que ahora me preocupa más es que el mayor sector de nuestra población, los que integran el número fatídico de los sólo pobres y de los pobres sin remedio, está perdiendo la paciencia. Y lo que antes se podía hacer sin problemas (para eso el PRI contaba con mayorías absolutas) hoy no es tan fácil que se logre. Los discursos optimistas ya nadie los cree.

Yo creo que esos trabajos tan colectivos no sirven. Ya pasó antes, con la promesa de Salinas de Gortari, hecha en su toma de posesión, de preparar una LFT. La comisión, integrada con 10 representantes de cada lado y otros tantos suplentes, y la secretaría técnica a cargo del maestro José Campillo Sainz, no llegó a nada. En cambio, para la LFT de 1970 el trabajo se hizo entre sólo cuatro ilustres laboralistas: el maestro De la Cueva, Cristina Salmorán de Tamayo, Ramiro Lozano y Alfonso López Aparicio. Después recabaron opiniones sectoriales pero lo esencial lo hicieron ellos solos.

A ver qué pasa. Mi impresión es que los trabajadores ya están cansados de muchas cosas y que no será nada fácil que por la vía de la nueva ley se intente cancelar derechos que ya, en los hechos, les han quitado desde antes. Y a muchos, muchísimos, el empleo. Estamos, ciertamente, aunque se niegue, en plena lucha de clases. Aunque desde la perspectiva del gobierno, a lo Maurice Chevalier, tout va très bien, Madame la Marquise...