VIERNES Ť 20 Ť JULIO Ť 2001

Ť José Cueli

Wittgenstein: verdad y contradicción

El pensar y su esencia así como el sentido de la vida fueron las premisas fundamentales del pensamiento y la obra de Wittgenstein. La lucidez de pensamiento y la incesante búsqueda sin concesiones manifiesta en su obra lo colocan en la línea de Nietzsche, Kierkegaard, Unamuno o Tolstoi. Figuras que representan no solo una novedosa línea de pensamiento sino también referentes indispensables para la cultura universal.

Wittgenstein manifiesta abiertamente su incomodidad ante los modos de vida preponderantes en su época y demanda el surgimiento de una nueva cultura. Coincide en ello con tres figuras destacadas que resultaron ser tres de sus principales influencias: Karl Krause, Sigmund Freud y Otto Weininger. A esta se añade su toma de consciencia, desde su juventud temprana de la importancia del lenguaje, de la lógica y de la matemática, es decir, de las bases de todo conocimiento científico, y más allá, de la posibilidad de todo pensar.

En Wittgenstein confluyen múltiples líneas de pensamiento a lo que se agrega la música de Bramhs y Beethoven, Shakespeare y los Evangelios. Imbuido por todo ello, solitario y desarraigado, sacudido por las contradicciones inherentes al ser humano y en una búsqueda incesante enuncia. "Sentimos que aún cuando todas las posibles cuestiones científicas hayan recibido respuesta, nuestros problemas vitales todavía no se han rozado en lo más mínimo. Por supuesto que entonces ya no queda pregunta alguna; y esto es precisamente la respuesta". (Tractatus 6.52).

En la vida y la obra de Wittgenstein resaltan el asunto de la verdad y la contradicción. Y aquí cabría una aclaración: Las explicaciones no admiten contradicciones pero las descripciones quizás sí. Las explicaciones dicen y las descripciones, además, explícitamente, muestran. Bien podría pensarse que la contradicción es como una moneda, tiene dos caras y no por ello es falsa. En Wittgenstein la claridad es un deber, un imperativo. Deber de un análisis infatigable imbuido de voluntad de veracidad y honestidad. En esta incesante búsqueda del filósofo, el hombre tocó, en varias ocasiones el límite de la extenuación intelectual y de la autoflagelación. Luz en su obra y en sus conceptualizaciones, tinieblas en su mundo interior, lucha descarnada entre impulsos antagónicos que sin embargo no minaron la lucidez y hondura de su obra.

La actividad filosófica de Wittgenstein se extiende durante más de cuarenta años, y podría decirse que muestra abiertamente el tránsito de la explicación a la descripción, en la medida en que el imperativo de claridad reconoce la entropía como un factor ineludiblemente a tener en cuenta. El Wittgenstein del Tractatus persigue encontrar un principio de orden en la realidad, es decir, un orden que permita la construcción de sistemas estables de conocimiento y de representación. Su teoría, como ya habíamos venido diciendo, pone el acento en la capacidad de lenguaje para representar el mundo y por consiguiente permitir que el sujeto se construya una imagen global y coherente de la suma y conjunto de sus vivencias.

En décadas posteriores el lenguaje para él, ya no será un lenguaje ideal que habría eliminado las proposiciones sin sentido, sino el lenguaje ordinario, pletórico de polisemias, de intercambios de significados y juegos donde lo que se produce serían espirales de aberración referencial, abierto a múltiples sentidos y que sería fiel reflejo de la compleja y variada experiencia humana.

Wittgenstein se percata que hasta entonces la filosofía se había caracterizado y definido como la indagación por los fundamentos últimos de la realidad, pero asumiendo acríticamente la expresión de tales indagaciones. Los filósofos hasta entonces se habían preocupado por la realidad sin pensar en la manera en que los humanos nos la representamos por medio del lenguaje. De estas reflexiones derivada lo que dio en llamarse el giro lingüístico de la filosofía.

Coloca el acento en la figuración y la representación e insiste en que existen parcelas o terrenos de la realidad que parecen no poder ser expresados con proposiciones que tengan un sentido definido, porque la realidad no permite comprobar su validez o falsedad. Ejemplo de tales proposiciones serían las pertenecientes a las esferas de la ética, la estética y la religión. Lo que los humanos expresan mediante juicios éticos o religiosos no dice nada del mundo, pero deja ver mucho del hombre.

Posteriormente, en Investigaciones el pensamiento del filósofo se perfila por la vía negativa que permite hacer verdaderamente fructífera la reflexión sobre los límites del lenguaje.