VIERNES Ť 20 Ť JULIO Ť 2001

Ť Los desobedientes, a favor de la ciudadanía universal y contra los paraísos fiscales

Libertad sin fronteras, el paradigma en Génova

Ť Mayoría de jóvenes corean todos somos clandestinos, en defensa de los migrantes

LUIS HERNANDEZ NAVARRO ENVIADO

Génova, 19 de julio. Son pasadas las cinco de la tarde del jueves y la multitud congregada en la Piazza Sarzano comienza a moverse con pereza. Son cerca de 50 mil almas las que están allí, según estimaciones de la policía. Una enorme manta blanca se coloca en la descubierta. En ella se resume la consigna central de la marcha: "Libertad de tránsito. Libertad sin fronteras". Por todos lados hay carteles que abundan en lo mismo: "No campos de refugiados. No fronteras. No deportados".

ƑQuiénes son entonces los globalifóbicos? ƑLos que abogan por el libre movimiento de los capitales, pero no de la mano de obra o quienes quieren un mundo sin fronteras, pero con impuestos a las transacciones cambiarias? Los desobedientes de hoy, que forman una enorme serpiente humana que regodeada de su capacidad de convocatoria alarga el trayecto unos cuantos kilómetros más, tienen su respuesta. Y su respuesta es muy clara. Ellos están, por decir lo menos, a favor de la ciudadanía universal, por el reconocimiento de todos los derechos a todos, más allá de las fronteras y en contra de los paraísos fiscales.

La manifestación es una fiesta. Las trompetas y los tambores, los enormes adornos de globos verdes, el personal vestido como si fuera protagonista de algún cómic o de la Guerra de las Galaxias, pero sobre todo los rostros de júbilo, de victoria, de "aquí estamos, a pesar de sus bombas y de su miedo y de sus estaciones cerradas", lo evidencian. Y ni la burla perdonan. Silvio Berlusconi tuvo la ocurrencia de pedir a las genoveses que no colgaran su ropa en balcones o ventanas porque afeaban la ciudad. No faltaron en la marcha tendederos móviles.

"Es el renacimiento", dice Vilma Maza. Y, emocionada, añade: "esto se encuentra lleno de jóvenes. También estamos los viejos, pero sobre todo hay jóvenes. Hemos dejado atrás lo viejo. Hay nuevos paradigmas".

Allí están los migrantes, aunque muchos de ellos no pudieron llegar porque la locomotora del tren en el que se transportaban se estropeó. Están las Madres de la Plaza de Mayo y muchos otros latinoamericanos. Pero 150 de los griegos que desembarcaron en Ancona se quedaron en el puerto al que arribaron. La policía no les permitió el paso y los deportó. Ellos se sentaron en el suelo y exigieron ser expulsados uno por uno y no en bloque... hasta que las fuerzas del orden cargaron contra ellos.

Y, una y otra vez, está la consigna central de la movilización. Se oye al pasar el túnel, en el malecón y frente a la estación de trenes. "Todos somos clandestinos/ Todos somos clandestinos", repite la multitud una y otra vez, en referencia a la condición de ilegales en la que viven los migrantes.

Me llaman el desaparecido

Manu Chao canta Clandestino en la Plaza Martin Luther King, pasada la medianoche del miércoles. Media hora antes, Vittorio Agnolleto, el portavoz del Genoa Social Forum (GSF), había advertido que la movilización del día siguiente era un mensaje claro. "Los migrantes son nuestros hermanos, son nuestra gente. Génova es nuestra", dice con firmeza.

Una multitud formada por jóvenes, pero también por familias completas, con los perros incluidos, escucha al artista francoespañol con atención devota o baila como si practicara una especie de aerobic ritual. Manuel Tomas Arthur Chao es el fenómeno musical del momento en Italia. Su canción Me gustas se escucha en todos lados todo el tiempo, y Clandestino, la historia de los migrantes ilegales en Europa, es una especie de himno laico de una generación de luchadores sociales que ha crecido arropada por la música.

En el escenario los músicos brincan una y otra vez alumbrados discretamente por luces de colores. Las trompetas caminan hacia el público y sacan el aire de sus pulmones con fuerza. Correr es mi destino/ por no llevar papel, entona el trovador de los globalizados. Varios miles de gentes, casi todas de pie, esperan el momento en el que Manu Chao llegue a la parte de la canción en la que dice: clandestino/ilegal para gritarlo juntos con toda el alma. Y, mientras tanto, danzan, fuman o beben cerveza o vino y se dan tiempo para recibir llamadas telefónicas a sus celulares.

Media hora después se oye una grabación con la voz del subcomandante Marcos diciendo: "Hermanos y hermanas de otros lugares y otras tierras...". Artistas y multitud guardan silencio y levantan el puño en alto, en una especie de respetuoso saludo a miles de kilómetros de distancia a la comandancia rebelde. Abundan entre el público las camisetas zapatistas de todo tipo, al lado de otras que dicen: "Salva a los delfines, haz la revolución", o las prendas conmemorativas de las jornadas de lucha. Los jóvenes de Refundación Comunista distribuyen propaganda con la foto de las mujeres de Xo'yep con el rostro cubierto conitaly_g8_protests_cvf_s0 su paliacate rojo. Un bromista contesta una llamada imaginaria en su celular y responde gritando para sus amigos: "sí, subcomandante. Te estamos esperando aquí. ƑCómo? ƑQué estás por llegar? Magnífico". Sus amigos celebran la ocurrencia entre exclamaciones y algo parecido a lo que podría traducirse como un "no mames, güey".

El Babel europeo

En los caminos de salida de Padua cercanos al estadio deportivo las prostitutas esperan a sus clientes. Unas tienen la piel blanca como talco y el pelo rojo pajizo; otras son negras como el azabache. La mayoría viene de Moldavia, la antigua República integrante de la URSS, y de Senegal. Otras más son originarias de países de la Europa del este y de Africa. Todas son migrantes. Quienes contratan sus servicios nacieron, en su inmensa mayoría, en Italia. Muchas son víctimas de padrotes y empresas ilegales que las traen al país y les quitan su pasaporte hasta que paguen el viaje.

Como ellas, la mayoría de los trabajadores que provienen de otros países se ocupa en actividades que no quieren desempeñar italianos, aunque los grupos más reaccionarios los acusen de robar empleos y distribuir droga. Tienen trabajo y papeles, pero no les quieren rentar piso, sobre todo si son "extracomunitarios", o sea, si no pertenecen a algún país de la Unión Europea, o provienen de lugares como Estados Unidos o Suiza.

También hay chinos. Con una frecuencia sorprendente la policía encuentra laboratorios ilegales en los que trabajan ciudadanos de la tierra del presidente Mao en condiciones cercanas a la esclavitud. Viven y laboran en pequeños cuartos. Se han hallado evidencias serias de empresarios serios y legales que compran productos elaborados en esas condiciones.

En Italia, como en toda Europa, la migración ha crecido enormemente. La mayoría de quienes llegaron primero provenían de Marruecos. Los llamaban "ƑQuieres comprar?", porque se dedicaban al comercio informal.

No fue sino hasta los años ochenta cuando se aprobó la primera ley para migrantes, pero fue insuficiente. La primera ley completa se acordó hasta 1998. Se conoce como Ley No 40 o Ley Turco-Napolitano. Consiste en regularizar a los sin-papeles, atendiendo a criterios de reunificación familiar, ayudando a las mujeres que ejercen la prostitución y aceptando la posibilidad de entrar a Italia para trabajar de manera regular. Sin embargo, simultáneamente establece la construcción de centros de detención para los que no son legales, aunque no hayan cometido un delito, sino una falta administrativa.

A pesar de los avances en la Ley es el momento en que no se ha terminado la regularización de quienes entregaron sus papeles. Aún hay personas que esperan el permiso de residencia. Ello provocó la primera protesta de migrantes por parte de migrantes y no de grupos solidarios: una caravana de 2 mil de ellos partió de Brescia, en septiembre de 2000, y visitó varias ciudades por toda Italia.

Pero las cosas se han complicado con el nuevo gobierno de derecha. El actual ministro de Asuntos Sociales pertenece a la Lega Nord, organización conocida por sus posiciones cercanas al racismo y secesionistas. El ministro Marroni quiere parar la entrada de extranjeros, pero los empresarios no están de acuerdo. Pretende hacer pasar una ley para que quienes llegan de otros países a trabajar sólo puedan permanecer el tiempo que dura su trabajo.

Está además el crecimiento del racismo y la resistencia de muchos a que esa hidra envenenada crezca. El temor a que la diversidad cultural rompa las bases del Estado italiano se ha extendido y se ha vuelto causa de la derecha.

Hace apenas unos meses en Treviso, el jugador de color Omolade, proveniente de Nigeria, salió a la cancha en los últimos minutos de un partido de futbol. Los sectores duros de la porra abandonaron en protesta el estadio y el alcalde afirmó que se merecían la derrota que habían sufrido. En el partido siguiente todo el equipo salió a jugar con las caras pintadas de negro en solidaridad con su compañero. Apenas hace un par de semanas que terminó en Italia el mundial de futbol contra el racismo.

En el inevitable Babel europeo, la marcha de hoy fue un enérgico SOS, un todos somos Omolade.

El gorila y el tigre

Chiarito Baso es la representante del Consejo de Mujeres Filipinas. En su intervención en Punta Vagno salta del italiano al inglés y desconcierta a los traductores. "Ninguno de los dos idiomas es el mío", se lamenta sin explicar que el suyo es el tagalo. Expone con rapidez. Tiene mucho que decir y poco tiempo para hacerlo.

Comienza su intervención con una historia: un filipino experto en computación no encuentra trabajo en su país y emigra a Hong Kong. Tampoco allí hay empleos para lo que él sabe hacer. Al visitar el zoológico encuentra que hay una plaza vacante. Pregunta por ella. Le explican que el gorila murió y necesitan a alguien que se disfrace y ocupe su lugar en la jaula. Acepta la chamba. Días después le piden que comparta jaula con un tigre. Tiene mikedo, pero no le queda de otra. Acepta. Cuando el felino se le acerca dice: "Dios mío, que no me coma, soy filipino, no un gorila". Al escucharlo la fiera le responde: "no te preocupes, yo también soy filipino".

Charito sigue su intervención. "Ya los hice reír, ahora los voy a hacer llorar". Y describe con detalle la situación de la migración filipina en Italia. De los 62 mil 595 migrantes legales que hay, el 66 por ciento son mujeres, en su mayoría trabajadoras domésticas. Comienzan a laborar a las 6 de la mañana y terminan a las 12 de la noche. El despido implica no sólo perder un ingreso, sino la vivienda. Forman parte de las familias trasnacionales. Familias divididas.

Concluye diciendo que los europeos nunca han respetado las fronteras nacionales cuando se trata de tomar por la fuerza lo que quieren. "Los recursos que nos pertenecen están aquí -asegura-, por eso tenemos que venir por ellos, por eso los queremos. Pero también queremos regresar a nuestras casas. Esperamos ser tratados como seres humanos."

Monos Blancos sin overoles

El día concluyó de la misma manera en la que nació, de manera adelantada. Ya lo había anunciado Manu Chao en el concierto cuando preguntó: Ƒpróxima estación?, y respondió: "zona roja".

El viernes es el gran día de la desobediencia civil. Siete movilizaciones diferentes se realizarán a lo largo del día desde distintos puntos de la ciudad por parte de diferentes convergencias para asediar la ciudad. En una de ellas, estarán los Monos Blancos, junto a los jóvenes comunistas. No Global, Rage y Euskal Herria. No llevarán sus overoles blancos en esta ocasión, al igual que no los usaron hoy. Para ellos, su "uniforme" no es una bandera, sino un instrumento para hablar de lo principal: la desobediencia civil. La convergencia de estas fuerzas coloca a la izquierda radical italiana en un plano diferente de la política nacional. No se sabe si contarán con la fuerza suficiente para enfrentar al gobierno de Berlusconi con éxito, pero de seguro le traerán fuertes dolores de cabeza.

Mientras tanto luchan contra el agua que ha anegado el estadio donde duermen y se preparan para enfrentar el bloqueo que la policía ha hecho de las calles por donde piensan marchar.