viernes Ť 20 Ť julio Ť 2001

Gilberto López y Rivas

El Plan Colombia para América Latina

Según la justificación oficial proveniente del gobierno de Andrés Pastrana, el Plan Colombia ha sido elaborado para alcanzar la paz, la prosperidad y el fortalecimiento del Estado. Se trata, según sus autores, de un plan estratégico para combatir el narcotráfico, avanzar en las negociaciones de paz con la guerrilla y resanar las instituciones estatales que hace por lo menos 35 años se encuentran en franca crisis. En realidad el plan es un proyecto regional de intervenciones geopolíticas y militares, mediante el cual Estados Unidos pretende imponer su dominio hemisférico en el contexto de una economía globalizada, so pretexto de combatir una fuente de producción de estupefacientes.

Colombia atraviesa por una grave crisis estatal provocada por la existencia de centros de poder sumamente fuertes, con dominio territorial, que manifiestan la incapacidad por parte de las instituciones estatales de resarcir el tejido social desgarrado, rasgo característico de la sociedad colombiana.

Por un lado, el ELN y las FARC son movimientos guerrilleros de raíces agrarias, hoy conformados por toda la gama de la sociedad colombiana que viene luchando cotidianamente por mejorar sus condiciones de vida y por un nuevo proyecto de nación. Por otro, el narcotráfico ha generado una franca economía alterna con sus redes de influencia en países distribuidores y consumidores de droga (principalmente Estados Unidos, donde hay más de 50 millones de consumidores de cocaína). La violencia con la que éste actúa y se desenvuelve ha sido factor decisivo de inestabilidad y ha dado el pretexto para la incursión del gobierno estadunidense en la orientación de políticas militares contrainsurgentes. Por último, el gobierno colombiano cuenta con un ejército fuertemente armado, con importante influencia de Estados Unidos. Tan sólo a últimas fechas, el ejército colombiano mantiene alrededor de 500 "asesores" militares estadunidenses y 70 mercenarios privados. (Estados Unidos también privatiza la contrainsurgencia y contrata compañías privadas de mercenarios en la asesoría de la guerra sucia.)

La recomposición estatal anunciada en el plan se enmarca en el modelo económico neoliberal, según el cual el Estado es entendido como mero gendarme destinado a procurar el desarrollo y la prosperidad de la economía, de acuerdo con los criterios macroeconómicos del libre mercado. La idea de Estado presente en el plan no se preocupa por responsabilidades sociales tales como salud, educación, alimentación, trabajo, vivienda, excepto en algunos pasajes del texto con los que se intenta justificar fuertes inversiones de capital para sanear la economía. Por el contrario, encontramos un Estado policía dispuesto a cohesionar o restaurar los vínculos sociales desgarrados a través de la represión y la militarización, y no de la búsqueda democrática de consensos.

En lugar de combatir el enorme consumo de drogas en esa potencia económica, el gobierno estadunidense desplaza la responsabilidad a otros países bajo la lógica de que el problema del narcotráfico radica en la producción y no en la distribución y consumo de estupefacientes. Los campesinos productores de coca participan en su venta en 0.67 por ciento, lo cual demuestra que el gran negocio no está en la producción, sino en la distribución y el consumo. Curiosamente, en la época de la administración Clinton, 82 por ciento de los gastos de la guerra contra el narcotráfico en Colombia se canalizaron a la zona de cultivo, donde la presencia de la guerrilla es mayor.

Tramposamente, el Plan Colombia intenta hacer descansar tanto el combate al narcotráfico como el fortalecimiento del estado de derecho y del promisorio desarrollo social en las negociaciones con la guerrilla, cuando en realidad se fortalecen y desarrollan los grupos paramilitares, como la extensión clandestina del terrorismo de Estado, y como uno de los principales instrumentos de la lucha contrainsurgente.

Por otra parte, los desastres ecológicos bajo el modelo de contrainsurgencia colombiano no son en absoluto desdeñables. La fumigación indiscriminada en la zona de cultivo ha ocasionado desplazamiento de campesinos hacia el bosque natural, provocando contaminación en los mantos acuíferos y otros tipos de impactos ambientales en países como Brasil, Perú, Venezuela, y, en menor medida, Ecuador.

Asimismo, los intereses económicos de grandes inversionistas están puestos en la explotación de los recursos naturales de esta zona rica en petróleo, oro, minerales, piedras preciosas, maderas, animales exóticos, biodiversidad genética y plantas promisorias (los laboratorios farmacéuticos estadunidenses están patentando y privatizando todos los productos de la medicina tradicional de nuestros pueblos), así como la reserva de agua más grande del mundo.

Esta estrategia de intervenir sobre los recursos naturales soberanos es la misma que encontramos en el caso de México con el Plan Puebla-Panamá, en el cual se tiene pensado incorporar al dominio hemisférico estadunidense la gran riqueza de recursos naturales que también existe en México y Centroamérica.

Podemos concluir que el Plan Colombia es un proyecto a mediano y largo plazos para fortalecer el posicionamiento económico, geográfico, político y militar de Estados Unidos en la actual globalización económica, y para neutralizar o aniquilar los movimientos insurgentes, disidentes del modelo económico imperante. Sin embargo, como en todo proceso de dominación, hay una parte sometida que resiste: los pueblos latinoamericanos, que al ver amenazada su integridad pueden construir redes de solidaridad y resistencia que deriven en la formulación de una alternativa civilizatoria.

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