viernes Ť 20 Ť julio Ť 2001
Jorge Camil
El producto Fox
Surgen cada vez más evidencias que confirman la teoría de que el histórico triunfo electoral de Vicente Fox pudo haber sido el resultado de un simple proyecto de mercadotecnia, concebido con la misma frialdad y escepticismo con los que se analiza la oportunidad de lanzar un nuevo producto comercial. Tal vez algo mucho más trivial: un ejercicio académico de café; una idea descabellada entre un reducido grupo de exitosos empresarios acostumbrados a los retos y a las emociones fuertes.
El objetivo era ganar la Presidencia y todo parecía estar a punto: una sociedad mayoritariamente preparada para el advenimiento de la democracia, un partido oficial sin credibilidad, desvencijado por los escándalos de corrupción y la falta de consenso político, un presidente en funciones sin ambiciones de poder, despreocupado de la política y dedicado a rendir buenas cuentas al final del sexenio, una economía estable (inmersa en los aparentes beneficios de la globalización) y una estupenda relación con Estados Unidos, lo cual servía de garantía contra las tentaciones militares. Sólo faltaba un elemento clave: el vendedor ideal que, en la estrategia corporativa de marras, debería ser al mismo tiempo "el producto". Se necesitaba una cara conocida; un hombre con personalidad, valor civil, honradez, patriotismo y una pizca de picardía; un comunicador desparpajado que pudiera hablarle al pueblo sin los monólogos intoxicados por una retórica superior que tanto criticó en su tiempo Octavio Paz. šVaya, se necesitaba un Vicente Fox! šAh!, pequeño detalle, era preciso cumplir además con las leyes electorales, por lo cual se necesitaba un partido político. Así nacieron los Amigos de Fox, y también el lema de "voto útil" y la ilusión nacional del "šsí se puede!".
Esta teoría explica la prudente distancia existente entre el PAN y el Poder Ejecutivo, porque resulta obvio que ninguno de los dos está totalmente comprometido con el otro. El verdadero partido político de Vicente Fox son sus "Amigos", y el PAN habría aceptado participar en el proyecto de un candidato prácticamente independiente por el enorme atractivo que representaba abandonar finalmente la estéril "brega de eternidad" que le endilgaron sus fundadores. Era, como dirían en la jerga del oficio los empresarios que habrían concebido el proyecto, una win-win situation: una propuesta en la que todos salían ganando, un arreglo de valores entendidos. El PAN recibió el "paquete Fox" en charola de plata: con el dinero recaudado por los Amigos de Fox y una estrategia de mercado trazada por expertos. El "paquete" venía además convenientemente montado en una flotilla de aviones y helicópteros proporcionados por los principales empresarios mexicanos, y adornado con un gabinete presidencial de aparador integrado por head hunters que se lanzaron a la búsqueda de mexicanos con currículo internacional. Así nació el histórico producto que sorprendió a la competencia y desbancó todas las ofertas basadas en "anticuadas" técnicas de campaña y sustentadas en ideología política y principios de justicia social; un producto con tal penetración de mercado que fue adquirido sin reservas por la abrumadora mayoría de los mexicanos (y las mexicanas) el 2 de julio de 2001.
Pero llegar no es gobernar, y a un año del inusitado triunfo el producto, sicut transit gloria, acumula polvo en los anaqueles. Los mismos empresarios que lo financiaron comienzan a ventilar sus dudas: "es un gobierno con muchos proyectos y poca acción".
En ausencia de ideología política el proyecto es de administración por objetivos, y como éstos no se logran la frustración del equipo presidencial ha comenzado a permearlo todo: el atorón no es solamente económico. Sin embargo, en un esfuerzo por mantener los ratings el gobierno continúa anunciando con fanfarrias proyectos que no han sido debidamente madurados y, peor aún, abandonando sin mayor explicación los fracasos que yacen a la orilla del camino. Nadie, con excepción del Presidente, asume la responsabilidad por los nuevos proyectos, y mucho menos por los fracasos. No obstante, la consigna parece ser que el espectáculo debe continuar; es necesario seguir ofreciendo el producto, avanzar por la ruta peligrosa de prometer algo para todos: los chiquillos, los indígenas, los empresarios nacionales, los inversionistas extranjeros, el gobierno estadunidense, las multinacionales que codician nuestro gas natural... ƑPor cuánto tiempo?