JUEVES Ť 19 Ť JULIO Ť 2001

René Drucker Colín

La Universidad de la Ciudad de México

Lo primero que quisiera hacer es felicitar a López Obrador por haber cumplido con la promesa de crear la Universidad de la Ciudad de México (UCM). Ciertamente la creciente necesidad de atender la matrícula universitaria es un reclamo de la ciudadanía desde hace mucho tiempo. Este proyecto procuramos impulsarlo Axel Didriksson y yo al inicio de la gestión del ingeniero Cárdenas, pero no tuvo eco durante esa administración. Es realmente muy loable que se concrete ahora este esfuerzo y estoy seguro que muchos de nosotros le desearemos el mayor de los éxitos. Sin embargo, hay algo muy preocupante y me quiero referir a lo que me he enterado a través del artículo de Jaime Avilés, del sábado 14 de julio, publicado en este medio.

En la primera parte, Avilés señala, y cito textualmente, que al "gabinete del presidente Vicente Fox... se les pondrán los pelos de punta... cuando terminen de leer estas líneas". Pues quiero decirle a Jaime que no nada más a ellos, a mí también, y la causa de la erección pilosa se debe al pretendido proceso de admisión, según está explicado por Avilés y cito: "En la UCM no habrá exámenes de admisión. Todos los aspirantes participarán con iguales derechos en un sorteo -cuyas características se desconocen todavía- sin que importe para ello el promedio de calificaciones que hubiera alcanzado en su escuela de procedencia". Si fuese cierto, creo que esto no sólo es un acto de cobardía política por un lado, sino también de irresponsabilidad social por el otro. La cobardía política se debe a que parecería que se toma esa decisión porque existe la noción, que puede ser cierta o no, de que las inequidades sociales y condiciones económicas conducen a una competencia desleal entre los más y menos afectados por dichas condiciones. Por lo tanto, hay que darles a todos, me supongo, oportunidades idénticas para acceder a la universidad. ƑCuál es esa?, pues un sorteo. Esto es pura demagogia y populismo de la peor extracción priísta, pues muestra a López Obrador y colaboradores como incapaces de afrontar un problema social con valor y decisión. Para que no los acusen de parciales hacia un grupo social determinado, prefieren hacerle como en la Lotería Nacional, donde a su director nunca lo podrán acusar de no haber dado los premios en algún momento, a quienes más lo necesitan, pues todo es al azar. La irresponsabilidad tiene que ver con que no se vale que la nueva universidad no procure recibir y preparar a los mejores, para ayudar al país a enfrentar sus grandes retos.

El otro axioma, según Avilés, es que "los creadores de la UCM, con Manuel Pérez Rocha a la cabeza, apuestan que en sus aulas los estudiantes podrán superar las deficiencias formativas que arrastran desde la primaria y convertirse, a pesar de ellas, en profesionales bien preparados, para desenvolverse en el mundo real". Si esta cita es cierta, es otra gran falacia. Está demostrado que los estudiantes mal preparados podrán quizás, a pesar de todo, recibir un título, pero no ser profesionales competitivos. En la UNAM, los estudiantes que con dificultades pasan a base de exámenes extraordinarios, van quedándose en el camino o terminan con muchas deficiencias. Desde luego siempre hay excepciones. Esto es como el argumento del que profesa la teoría económica del capitalismo, cuyo máximo ejemplo son los dos o tres millonarios que lograron salir del arrabal, gracias a las grandes "oportunidades" que da la libre competencia y el libre mercado. Es obvio que no puede construirse un sistema general con base en excepciones. Para la UCM es lo mismo.

Me disculparán los organizadores de la UCM, pero la responsabilidad del gobierno del Distrito Federal es crear las condiciones para que en esa universidad entren y salgan los mejores elementos, porque el país requiere los mejores mexicanos para enfrentar los enormes retos que este siglo nos depara. Y no es con estrategias populistas que lo vamos a lograr. Pero sobre todo no hay que confundir funciones. Las universidades son instituciones cuyas responsabilidades son las de lograr preparar a los más capaces para defender nuestra soberanía en forma competitiva. Son las instituciones políticas y los políticos a quienes corresponde resolver las grandes inequidades sociales y pésima distribución de la riqueza en nuestro país. No son las universidades las que tienen que asumir estas tareas, aunque de hecho contribuyen a ello, a través de lograr la formación responsable de los mejores elementos para contender con nuestros diversos problemas sociales y económicos.

Crear la UCM con metas populistas es muy poco académico y, sobre todas las cosas, muy pobre en concepción y de poca ayuda para las metas que el país requiere. Obrando así, la UCM condena al fracaso las metas reales universitarias, aun cuando resuelva en pequeña medida el problema de la matrícula.