Carr, O'Keeffe y Kahlo, pintoras cardinales del siglo XX en sus países
Ť Originarias de Canadá, EU y México, respectivamente, desarrollaron su quehacer sin crear lazos significativos entre ellas Ť La historiadora, curadora huésped de una muestra itinerante
MERRY MAC MASTERS
Las pintoras Emily Carr (1871-1945), Georgia O'Keeffe (1887-1986) y Frida Kahlo (1907-1954), no obstante que desarrollaron su quehacer artístico durante la primera mitad del siglo XX, no crearon entre sí lazos profesionales ni personales significativos. La canadiense Carr y la estadunidense O'Keeffe se encontraron una vez y compartieron varios intereses artísticos y culturales. O'Keeffe y la mexicana Kahlo sí se conocieron, en ocasiones se escribían y tuvieron algunos contactos personales. Sin embargo, no existe registro de que Kahlo y Carr se hayan conocido o supieran de sus respectivos trabajos.
Premisa para un estudio conjunto
Esos contactos tan escasos apenas conforman la base para un estudio conjunto. Sin embargo, de acuerdo con la historiadora del arte estadunidense Sharyn Rohlfsen Udall, esas artistas compartieron conjuntos fundamentales ?como estatura profesional, apego al lugar y nacionalidad, conexión intensa con la naturaleza y fuerte interés por las culturas indígenas?, que las unen en tanto creadoras y mujeres y constituyen el punto de partida para una investigación en cuanto al lugar de la mujer artista en el siglo XX.
En su libro Carr, O'Keefe, Kahlo. Places of their own (Lugares propios), Yale University Press, 2000, Udall sostiene que cada una venció prejuicios generales e individuales a fin de asegurar un reconocimiento como la pintora más sobresaliente de su respectivo país en la centuria pasada.
Crisis de autoridad cultural
Dicho estudio dio pie a la exposición homónima, de más de 60 obras, de la cual Udall es curadora huésped. Fue abierta el pasado 30 de junio en la Colección de Arte Canadiense McMichael, de Kleinburg, Ontario, y su itinerancia incluye el Museo Santa Fe de Bellas Artes, en Santa Fe, Nuevo México (desde el próximo 6 de octubre al 7 de enero de 2002); el Museo Nacional de Mujeres en las Artes, en Washington, DC (del 7 de febrero al 12 de mayo de 2002), y la Galería de Arte Vancouver, de Vancouver, Columbia Británica (del 15 de junio al 15 de septiembre de 2002).
Para la investigadora, en una era corta de héroes culturales, Carr, O'Keeffe y Kahlo reflejan la creencia de que los pintores pueden transmitir un significado social y mítico mientras producen imágenes memorables.
Nacidas en un momento en que las definiciones de roles sociales, artísticos y sexuales eran cambiantes, las tres fueron herederas de la crisis de autoridad cultural, de finales del siglo XIX y ellas mismas pondrían a prueba los límites de lo que significaba ser mujer y pintora.
Udall sostiene que O'Keeffe tuvo menos dificultad que Kahlo o Carr para pasar de la ideología del artista. De carácter fuerte, aquélla se proclamó artista cuando todavía era adolescente. Al entablar una relación artística y personal con el fotógrafo Alfred Stieglitz, el arreglo inicial de mentor-protegida pronto cedió a una sociedad de iguales y con el tiempo una asociación en la cual ella surgió como la más exitosa de ambos.
Respecto de la relación entre Kahlo y su ''famoso'' marido Diego Rivera, Udall asegura que el desequilibrio de poder duró tanto tiempo que siempre fue difícil para Frida encontrar un terreno amplio y estable para expresarse artísticamente. En vida su arte fue clasificado como menor, siempre secundario a la producción muralista de Rivera. Pero su lugar al margen le permitió romper reglas en una época en que los murales monumentales eran el producto óptimo de los artistas varones. Las pequeñas y muy personales pinturas de caballete de Kahlo indicaban la negativa de competir en los términos de los hombres. Al final, una nueva generación encontró en las pinturas intensamente emocionales de Kahlo una voz femenina heroica; la muerte la liberó de la dependencia artística de Rivera.
A su vez, Emily Carr persistió en su viaje creativo debido a la necesidad de superar circunstancias que hubiesen ofuscado a otros artistas. Se puede señalar que su ímpetu fue el miedo de lo ''no pintado'', es decir, una sensación recurrente de que su voz podría ser callada, que su potencial creativo se atrofiaría de no ejercerlo. Eso casi le ocurrió cuando necesitó ganarse la vida como casera de ''tiempo completo''.
Defensoras de sus respectivas patrias
En cuanto a su estudio comparativo, Udall expresa: ''Como pintoras sensibles a las tradiciones culturales aun mientras afrontaban la modernidad, O'Keeffe, Kahlo y Carr buscaron reconciliar la historia, las realidades políticas y la representación. Observaban sus alrededores y luego reinventaban la imagen en pintura. Como resultado, los países de Estados Unidos, México y Canadá que conocemos de sus pinturas son, en una parte sustancial, el terreno que imaginaron. Apenas podemos imaginar cómo eran sus lugares antes. Como defensoras de su patria, las inscripciones de sí mismas sobre esos lugares se volvieron su tema último y su logro más radiante.''
Al lograr un arte que une sensación e imagen, Carr, O'Keeffe y Kahlo continuamente renovaron conexiones entre el centro y la circunferencia de su mente. Por eso, y por su exploración elocuente y sin cesar de cómo lugar, nacionalidad, naturaleza y género se entrelazan en el arte, las tres deben ser contadas entre los pintores cardinales del continente.
Y Udall, por ello, se aventura a reclarmarlas como propias.