MIERCOLES Ť 18 Ť JULIO Ť 2001

ZIG-ZAG

Mauricio Ortiz

Un pedazo de la calle

ESTE MALDITO RUIDO me está volviendo loco. Desde la mañana temprano y hasta las seis de la tarde en punto, sólo interrumpido una hora al mediodía, por taladrar el asfalto taladra sin piedad el tímpano de vecinos y testigos casuales. Qué ruido más desagradable.

EL APARATO ES ESA especie de ametralladora con forma de jeringa, que en vez de aventar balas percute con una punta de acero. Gruesas mangueras lo conectan al compresor de aire; apuntando a la capa asfáltica, el operario lo recarga en el abdomen y lo empuja hacia abajo con los brazos extendidos. ¡Ratatatatatata...! Si al otro lado de la calle y en cuarto piso me tiene loco, al desdichado trabajador lo tendrá tonto y sordo, con el intestino fuera de sitio y los riñones torcidos. Todo el día, seis días a la semana el condenado martillo mecánico.

Ťrivera-taladro-jpgESTAN ABRIENDO UNA zanja en el eje y lo primero que hacen es estorbar el tránsito de vehículos. Si antes los claxonazos se concentraban en la hora pico de la mañana, ahora suenan todo el tiempo. Han aumentado los choques, de por sí frecuentes en esta vía, que además es ruta preferida de patrullas y ambulancias.

El ruido no acabará

HAY DIAS MALOS y días malísimos, pero lo peor es la certeza de que el ruideral no se va a acabar nunca. Para siempre estarán abriendo esa zanja en el piso, este atorón de tráfico nunca se desbaratará, la sirena seguirá ululando por los siglos de los siglos sin alcanzar su perentoria meta.

ASI0 NO SE puede trabajar. ¿Cómo va a concentrarse el artista que está escribiendo un libro, componiendo una sinfonía, pintando un cuadro, el contador que hace sumas tan importantes, la peinadora en su peinado? Qué gran vocación adaptativa tiene el hombre para que todo esto siga sucediendo.

EL COMERCIO ES el que sale indemne. La fonda, cuya fachada da exactamente al punto de las obras, se llena de todos modos y la gente come y come corridamente como si nada. La farmacia lleva su business as usual, y los miércoles no para la cola en el changarro del Melate. Cada vez que uno voltea a la tienda de condones un cliente entra o sale.

AL VIANDANTE TAMPOCO le afecta mayormente, no es más que un momento el que tarda en pasar, y además sólo es aquí, en este lugar preciso, donde se concentra el caos de la ciudad entera. Pasan las señoras que vienen del mandado, niños en vacaciones, estudiantes universitarios, comisionistas, burócratas, el cartero, en una palabra la gama completa del ciudadano, incluidos algún ladrón y el infalible teporocho.

SIEMPRE ME HAN llamado la atención los comerciantes de fierro viejo. Conforman una silenciosa caravana de carritos de juguete que sube por la avenida temprano en la mañana, vacía, y baja por la tarde cargada con todo tipo de enseres, utensilios y estructuras de metal. A ellos sí les afecta el ruido. Su oficio, sin embargo, un oficio lento y suave en la matriz histérica del tráfico citadino, parece haberles imbuido una paciencia de santo. Llegan a donde se quiebra el asfalto, los coches neuróticos y los agresivos micros les impiden abrirse para salvar el obstáculo, y deben esperar. Meten el freno neumático ?un pedazo de llanta que cuelga de un alambre y va rozando el piso?, miran para atrás, esperan. No se puede trabajar así. Imposible taparse los oídos: las manos tienen que estar listas en el manubrio para aprovechar el mínimo descuido de los tiempos que corren.