MIERCOLES Ť 18 Ť JULIO Ť 2001
Ť Convicción entre activistas de no respetar leyes que consideran injustas e ilegítimas
Resistencia civil y utopías confluyen en Génova con las presiones policiales
Ť Optimismo en el Foro Social porque el alcalde pagará el hospedaje de los invitados
LUIS HERNANDEZ NAVARRO ENVIADO
Génova, 17 de julio. La tensión política que se vive en la Génova del G-8, provocada por el estallido de las bombas-carta, disminuyó hoy aunque la disputa política, ''diplomática'' y policiaca entre las partes se mantuvo. Las restricciones al libre tránsito en las fronteras se convirtieron en un punto clave del pulso entre gobiernos y desobedientes civiles.
''Hay motivos para ser moderadamente optimistas'', afirmó a voz en cuello Vittorio Agnoletto, el portavoz del Genoa Social Forum (GSF), en una conferencia de prensa en plena estación ferroviaria de Brignole, en Génova, la misma que el gobierno había anunciado que cerraría del 18 al 22 de julio.
Su animación respondía a dos causas. Primero, al anuncio -aún no oficial- de mantener la estación abierta para todo mundo hasta las 2 de la tarde del 19 y reabrirla el sábado 21. Segundo, a la decisión del alcalde de la ciudad de Génova -gobernada por una coalición de centro-izquierda en la que participa Refundación Comunista- de pagar el hospedaje de los invitados internacionales del GSF.
El cambio en la posición gubernamental fue, según su balance, un claro triunfo de la movilización democrática y de la decisión de ejercer y no negociar los derechos consagrados en la Constitución.
Y, en un acto que dijo estaba basado en consideraciones humanas, éticas y políticas de fondo, anunció su decisión de visitar en el hospital al carabinero herido por la provocación. Una iniciativa de claro deslinde con el terrorismo y la provocación y una señal de distensión.
El control del territorio
Conforme se acerca la realización de la cumbre del G-8 el libre tránsito a través de las fronteras se vuelve más difícil. José Bové, el célebre representante de los campesinos franceses, fue detenido durante dos horas entre Francia e Italia, antes de poder cruzar la línea.
No han tenido la misma suerte los integrantes de la organización inglesa Globalizar la Resistencia que habían alquilado un tren para trasladarse a Génova. A pesar de un contrato firmado desde hace semanas, la presión del ministerio francés de Transportes obligó a la empresa ferroviaria a cancelar el servicio. Decenas de activistas se concentraron esta tarde frente al consulado de Francia en Génova para protestar contra la violación a los derechos de libertad de expresión.
La presencia policiaca es cada vez más evidente, como lo es también la intención de criminalizar la protesta. El Centro Histórico, parte de la zona roja o zona vedada al tránsito de personas no autorizadas, es cada vez más inaccesible. ''Es que -dice una mujer de la tercera edad entrevistada por radio Sherwood- no es una zona roja es rojísima...''.
Hoy en la mañana la policía política entró a un campamento donde se aloja un grupo de manifestantes pacifistas para pedir los documentos de identidad de quienes se encontraban allí pero se retiró sin hallar nada anormal.
Apenas ayer en Chiasso, punto fronterizo que une Suiza con Italia, los gendarmes negaron el ingreso al país de un grupo de alemanes señalados por la policía de su patria como alborotadores conocidos. En respuesta, varios de sus compatriotas que viajaban con ellos ocuparon las vías del tren.
La acción anunció lo que podría precipitarse en Italia de mantener la decisión de cerrar la estación de Brignole. Aunque el GSF ha insistido en que no piensa frenar el paso de los ferrocarriles, la idea ha sido acariciada por diversas organizaciones.
Anteayer, las fuerzas del orden detuvieron ''por sospechosos'' a un grupo de jóvenes que tenían en su automóvil palos, dos cuters y una manta en la que llamaban, emulando a Shakespeare, a ''pisar a los reyes''. Acusados de faltar el respeto a la autoridad y de tener antecedentes penales asociados a la lucha social fueron deportados de Génova por tres años.
En Corso, la policía detuvo también esta mañana a miembros del grupo Greenpeace, quienes a bordo de dos lanchas bloquearon y se encadenaron a las anclas del barco de la trasnacional Esso, de nombre Claire Spirit. Con ello impidieron que el buque descargara combustible en el puerto. La petrolera fue una de las donantes de la campaña electoral de George Bush y es una de las grandes ganadoras con la decisión estadunidense de sabotear el Protocolo de Kyoto.
La desobediencia civil
En el palco principal del estadio Carlini un grupo de 50 personas discute ampliamente entre 10 de la noche y tres de la mañana durante dos días seguidos. Hay allí representantes de las juventudes comunistas, de la Red No-Global de Nápoles, de Rage de Roma y de los Monos Blancos de varias ciudades italianas. Se analiza si en la manifestación del 21 deberán participar con overoles blancos o vestidos de paisano.
El debate es intenso y tiene como ejes tanto lo que da identidad al nuevo movimiento frente a la globalización, como lo que debe ser su signo distintivo principal: si una prenda de vestir con indiscutible eficacia mediática o la práctica de la desobediencia civil. La reflexión es simultáneamente conceptual y de balance de las jornadas de protesta vividas de Seattle. Nadie se arrebata la palabra, casi no se toman notas y no hay un tiempo máximo para las intervenciones pero nadie ocupa demasiados minutos.
En términos generales, la mayoría de los asistentes concibe la resistencia civil como una acción voluntaria y pública que viola las leyes, normas o decretos del poder por considerarlas inmorales, ilegítimas o injustas; una transgresión que persigue un bien, no para quien la protagoniza sino para la colectividad; un acto ejemplar de quebrantamiento público de la norma por razones de conciencia.
Su discurso se dirige a la ciudadanía, apela al sentido de justicia de la colectividad y busca incidir y construir la opinión pública. Es parte del conflicto más general entre leyes y justicia, de la convicción de que no hay por qué respetar leyes que son injustas e ilegítimas.
Dentro de la reunión hay distintas concepciones del alcance de la desobediencia civil. Para unos es un acto de rebeldía, para otros de afirmación cívica y para otros más de creación de un poder constituyente.
Este tipo de reuniones no son la excepción estos días. En decenas de auditorios y salones, distintos agrupamientos del archipiélago organizativo italiano realizan actividades similares. En casi todas ellas está presente el tema de la desobediencia civil, sus alcances y limitaciones.
Para una parte de los globalizados ha surgido un mito equivalente al de la huelga general para los sindicalistas revolucionarios: el de la desobediencia civil.
La posibilidad de otro mundo
En sintonía con el Foro de Bello Horizonte, una importante franja de los integrantes del GSF trabaja intensamente en construir un discurso alternativo y propositivo al neoliberalismo. Quieren desmarcarse de las críticas que señalan su carácter anti y no pro, elaborando propuestas sobre democracia, comercio, alimentación. Sus esfuerzos no siempre logran hacer realidad sus aspiraciones, aunque no por falta de ganas.
Hoy en la mañana los debates del Foro Público giraron alrededor del mundo del trabajo y el desolador panorama que viven las organismos gremiales. En la tarde los trabajos se concentraron en la educación.
Desde la tierra de Lenin y los bolcheviques, Sergei Kramov, representante de un sindicato independiente de Rusia y Ucrania, informó de la discusión en los dominios de Putin para acabar con los derechos de contratación colectiva y de prohibir la representación de los trabajadores y las huelgas.
El representante francés detalló el boicoteo que han organizado en contra de la Danone. Paola Morandin, obrera de la multinacional Electrolux, hizo la genealogía de la empresa, una historia de cómo el patito feo se convirtió en un cisne empresarial a partir de subastas internacionales mediante lo cual se invertía en los países dispuestos a hacer más sacrificios.
Pierluigi Sullo, de la revista Carta, comparó la situación actual del mundo de la educación con la vivida a principios del siglo XX, cuando eran los trabajadores quienes organizaban mecanismos de ayuda mutua. Según él, lo que hoy sucede en Génova es parte de una gran iniciativa de aprendizaje y formación autónomas, similar a la de hace 100 años.
No le falta razón a Sullo. Génova es hoy una universidad de verano con cursos de utopía intensivos. Una utopía que algunos ven mucho más viable que lo que se presenta como realidad.