MARTES Ť 17 Ť JULIO Ť 2001

Ugo Pipitone

Nuevos líos argentinos

El impacto del nuevo programa de ajuste argentino sería gigantesco en cualquier país. Pero estamos hablando de Argentina: un país en recesión abierta desde hace tres años, con una tercera parte de su población en condiciones de pobreza y cerca de una quinta parte de la población activa en desempleo. Es aquí donde, el jueves pasado, se anunció un plan de ajuste que supondrá bajar sueldos y pensiones públicos entre 8 y 10 por ciento y en igual medida los haberes de los proveedores del Estado. Las finanzas públicas están a punto del colapso en una situación de crecimiento bloqueado, de imposibilidad de seguir endeudándose y de gastos que sobrepasan las entradas fiscales. Sin considerar, cereza en el pastel, la elevada evasión fiscal.

En un contexto que pone el país frente a la perspectiva de una drástica devaluación del peso y una suspención de los pagos internacionales, las autoridades argentinas definieron su línea Maginot: ni un peso en gasto que no provenga de entradas fiscales. Y para que las cuentas hicieran posible un déficit cero, el anuncio de los recortes mencionados en el gasto corriente del Estado.

Estamos en puertas de que se encienda un nuevo foco rojo en la economía mundial. Después de México en 1995, Asia oriental en 1997 y Rusia en 1998, Argentina podría ser el nuevo desestabilizador mundial. Con una obvia diferencia respecto al pasado reciente: ahora la economía mundial está en una franca fase de desaceleración y una crisis financiera local podría tener mucha mayor amplitud que antes.

Los problemas argentinos parecerían tener dos aspectos centrales. De una parte, el crecimiento bloqueado en una economía en la que la convertibilidad se ha convertido en una jaula cambiaria que congela el crecimiento del país. De la otra, la escasa legitimidad de las instituciones (y especialmente del gobierno) que añade a los problemas económicos un grave componente político de inestabilidad.

Cualquiera que haya viajado a Argentina en los últimos años sabe lo que saben todos los argentinos: que el suyo es uno de los países más caros del mundo. Frente a los altos costos del crédito interno, muchas empresas han tenido que endeudarse en dólares, lo que ahora crea una situación real de pánico frente a la posibilidad de una devaluación que pondría muchas de ellas al borde de la quiebra. Es verdaderamente escandaloso que en los últimos años, las autoridades argentinas no hayan diseñado un plan de salida de una convertibilidad que, en nombre de la estabilidad de los precios, ha sacrificado el crecimiento produciendo una situación social y económicamente insostenible.

En los días previos y sucesivos al anuncio del nuevo drástico ajuste, la Bolsa de Valores de Buenos Aires, después de meses de retroceso, acumuló en pocos días una caída de 11 por ciento: una evidente muestra de desconfianza en las nuevas iniciativas del gobierno. Pero Ƒcómo asombrarse que los operadores financieros no confíen en el gobierno, si no lo hace gran parte de la población?

Mencionaré sólo dos casos que legitiman esta desconfianza. En octubre del año pasado el vicepresidente Chacho Alvarez tuvo que renunciar a su cargo en protesta por el encubrimiento presidencial de un escándalo de corrupción en el Senado.

En lugar de comportarse como jefe de Estado, el presidente De la Rúa se comportó como un jefe de banda que prefiere cuidar a los suyos en lugar que cumplir con sus responsabilidades institucionales. Y ahora, ese programa de ajuste que sanciona la reducción de sueldos y salarios públicos excluyendo las percepciones de parlamentarios y jueces.

ƑQué clase de Estado es aquél en que sus representantes se miden a sí mismos con una vara distinta a la que miden el resto de la sociedad? ƑCómo creer en instituciones tan dramáticamente alejadas de su deber de ser la parte mejor de la sociedad que deberían representar?

Moraleja: cuando a la mala calidad de una economía se añade la mala calidad de los gobiernos, todo se complica y se vuelve impredecible. Segunda moraleja: ninguna decisión económica gubernamental puede tener éxito en el medio del descreimiento social hacia las instituciones.