MARTES Ť 17 Ť JULIO Ť 2001

Ť Los ataques con bombas tienen larga historia en el país: buscan aislar a grupos de protesta

Terrorismo en Italia: nueva apuesta por el miedo

Ť La policía culpa a anarquistas; ellos son los primeros en sufrir la represión, dice Pulika Kalzin

LUIS HERNANDEZ NAVARRO ENVIADO

Génova, 16 de julio. Es la apuesta por el miedo. Dos cartas-bombas estallaron hoy en Italia contra objetivos policiacos. La primera en Génova; la segunda en la ciudad de Avezzano. El saldo, más allá de los daños materiales y el clima de terror, es de un carabinero y un comisario de policía heridos.

Además, una bomba falsa fue encontrada en una banca del Puerto Antiguo de la ciudad sede del G-8 y otra más en el Estadio Carlini -lugar en el que se alojan los Monos Blancos- mientras circulaban falsas amenazas de nuevos atentados. En total, once señales de alarma, unas verdaderas y otras falsas.

Pasadas las 10 de la mañana, Stefano Stosi, un carabinero de 21 años, recibió en su comisaría, de manos de una cartera, un sobre. Cuando 20 minutos después lo abrió, se produjo una fuerte explosión que casi le ha hecho perder un ojo. Casi siete horas después, cerca de las 5 de la tarde, en la comisaría de policía de Avezzano, en la región de Abruzzo, Allessio Cesareo recibió otra carta-bomba que le lastimó gravemente una mano. Curiosamente, la misiva se encontraba ahí desde el 12 de julio, pues originalmente había sido mandada a un empresario que la remitió a las fuerzas del orden.

Gobierno y manifestantes coinciden en que los atentados buscan intensificar el clima de tensión del conflicto, pero difieren a la hora de señalar a los culpables: se responsabilizan mutuamente de los actos.

Es un nuevo round de la pelea por el G-8. Desde una de las esquinas del cuadrilátero donde se enfrentan funcionarios y desobedientes, el Genoa Social Forum (GSF) condenó inmediatamente la acción y se solidarizó con la víctima. Enfáticamente señaló: "es una bomba contra el movimiento. No es casual que este atentado llegue en el mismo día de apertura de las movilizaciones (...) Derrotaremos el miedo, iremos todos a Génova".

Vittorio Agnoletto, el vocero oficial del archipiélago opositor, puntualizó: "no tenemos como enemigos a jóvenes que cumplen con su deber. Se trata de una provocación muy grave en contra de un movimiento de masas. Como no son capaces de responder a las demandas de GSF intentan provocar terror y llevarnos a la violencia".

Desde la otra esquina, el ministro del Interior, Claudio Scajola, no se anduvo con diplomacias. Tirando duro y a la cabeza señaló que se trata de una acción "atribuible a sectores muy minoritarios de la oposición". Según él, es "un hecho muy grave, que tiene similitudes con lo que ocurrió en Milán en 1999", cuando una bomba explotó en una acción reivindicada por un grupo anarquista insurreccional. El funcionario anunció que, a solicitud del Partido de los Demócratas de Izquierda, mañana a las ocho de la noche dará una conferencia de prensa para informar de las indagaciones.

Las explosiones han cimbrado a todo el espectro político del país. El legislador del partido Refundación Comunista, Giovani Russo, sugiere que para saber quién está detrás de las provocaciones hay que preguntarse a quién favorece lo sucedido, y se responde: "la verdad puede ayudar a los sectores más reaccionarios del aparato".

Para Alfonso Pacararo, antiguo ministro del Medio e integrante del partido de los Verdes, se trata de un intento por volver a comenzar la estrategia de tensión.

Una historia conocida

Los atentados terroristas con bombas tienen una larga historia en Italia, en la que se mezclan un mar de siglas desconocidas para los analistas más informados, detención de inocentes, grupos clandestinos de ultraderecha, venganzas de la mafia y servicios de inteligencia. Con ellos se busca frenar movimientos sociales de protesta y aislarlos del resto de la sociedad.

En su versión moderna, lo que se conoce como la "estrategia de la tensión", es decir, de la creación de condiciones que permiten la anulación de las conquistas democráticas, comienza en 1969 con la explosión de una bomba colocada en Milán, en la Banca de Agricultura, conocido también como el atentado de Plaza Fontana. El primer inculpado, un bailarín anarquista apellidado Valprede, resultó inocente. Hace apenas unos meses, la justicia italiana juzgó a tres fascistas responsables de la acción, pero se encontró con la novedad de que uno de ellos es ya ciudadano japonés y hace compañía a Fujimori en el imperio del Sol Naciente.

En los años finales de los 60 y comienzos de los 70 se vivió en Italia una importante reanimación y radicalización de la lucha obrera y estudiantil. Tomas de fábricas, sabotaje en las líneas de producción, huelgas universitarias desconocimiento de las direcciones sindicales y formación de amplias organizaciones extraparlamentarias de corte obrerista polarizaron a la sociedad y asustaron a los empresarios.

El terrorismo enturbió aún más el panorama. La estrategia de la desestabilización buscó frenar ese desbordamiento social. Fue puesta en marcha, entre otros, por el Gladio, una organización secreta anticomunista, que parece salida de las páginas de una novela de John Le Carre, surgida en plena guerra fría, en la que se mezcla la acción de políticos demócratas-cristianos, la CIA y los servicios secretos italianos.

Según Pulika Calzin, del semanario Carta, "cada vez que surge un movimiento de masas que desafía el orden existente, surgen siglas que colocan bombas. La policía responsabiliza inmediatamente a grupos anarquistas. Ellos son los primeros en sufrir la represión. Este mismo año han explotado otras bombas".

La cadena de atentados tiene sangrientos episodios que se extienden hasta nuestros días. En 1974 en la Plaza de Loggia en Brescia, durante una manifestación sindical, una bomba colocada en un bote de basura explotó. En la estación de Bolonia el 2 de agosto de 1980 murieron más de ocho decenas de personas en una acción terrorista de claro signo fascista. En 1993 y 1994 en Palermo, la mafia se deshizo de jueces inoportunos que luchaban en su contra, haciéndoles volar. Durante 1996 se enviaron en serie al menos 15 cartas-bomba dirigidas lo mismo a policías que a personajes claves de izquierda.

Los nuevos bombazos han logrado, a pesar de las declaraciones de los dirigentes del GSF y de los intentos por desdramatizar el asunto, dos efectos inmediatos: atemorizar a quienes veían en las protestas tan sólo una especie de nuevo Woodstock y enervar los ánimos de una policía, dividida de antemano en cómo tratar a los manifestantes.

El Foro alternativo

Este lunes, cuando todavía no se produ-cían los atentados comenzó el Foro Alternativa de Génova. En la sesión inaugural matutina se abordó el tema de la lucha contra la pobreza y la desigualdad, en la de la tarde se discutió el porque el mundo no está en venta. Representantes del Movimiento sin Tierra de Brasil, Filipinas, India, Camerún, Perú y Ecuador compartieron reflexiones y experiencias con sus contrapartes italianas.

La naturaleza de la crisis contemporánea, el diagnóstico de la pobreza en el planeta, la voluntad de permitir la invasión de intereses privados en las áreas públicas fueron temas que se abordaron reiteradamente.

El centro de la actividades del GSF se localiza en la escuela Armando Díaz. Allí se ha instalado una improvisada sala de prensa donde se brinda información a los medios, y se ha acondicionado el gimnasio como salón de conferencias. En el primer piso se realizan todo tipo de reuniones y encuentros. En el segundo piso trabajan radios, agencias de información y publicaciones alternativas. En la noche, los salones se convierten en una especie de camping en el que se pernocta.

En la noche del lunes 16, como parte de las actividades culturales del foro, se escenificó Johan Padan y el descubrimiento de las Américas, con texto y dirección de Darío Fo. El Johan Padan, recuerda el premio Nobel Fo, es el relato de los "no protagonistas", de toda aquella gente desamparada, que llega de toda Europa a las Indias siguiendo a los conquistadores de las Américas y que, en contacto, con los desamparados locales, descubre que puede contar algo. Johan Padan es un hombre de las montañas, que no quiere navegar pero se encuentra súbitamente viajando. Capturado por los caníbales que lo crían para engordarlo y comérselo, se salva gracia a la suerte y vuelve chaman con el nombre de "Hijo del sol que nace". La obra es toda una metáfora de la revuelta de los globalizados y de la educación sentimental que han recibido a través de su contacto con las luchas de los pobres del tercer mundo.

La otra bomba

A las 7:15 de la noche, a unos 15 metros del estadio Carlini, donde se hospedan los Monos Blancos, al lado de una camper, se descubrió una valija color café con un reloj despertador y unas cuerdas. La amenaza de una bomba estaba allí, a unos pasos del albergue de uno de los actores clave de la batalla de Génova.

"Es el terrorismo de Estados", afirmó Luca Casarini, vocero de los overoles blancos, ataviado para la ocasión con una camiseta del Sindicato Mexicano de Electricistas con la consigna de "no a la privatización", y añadió: "en Génova hay agentes secretos de todas los policías de los grandes países. ƑQué sucede?"

Los manifestantes cerraron una calle y cinco patrullas de unidades especiales de la policía llegaron al estadio por la Corso Europa, parando el tráfico. Sacaron su equipo antibombas, alejaron a la pequeña multitud que se arremolinaba frente a la posible catástrofe y se pusieron a hacer su trabajo, en un día lleno de complicaciones para ello.

En el Estadio había indignación y calma. En la enorme carpa blanca del tamaño de una pista olímpica no se percibía mayor agitación, tampoco en las tiendas de campla acolocadas a un lado de la pista de atletismo. Las ocho cabezas de cerdo elaboradas con espuma de poliestireno con lenguas de fuera pintadas con las banderas de los países integrantes del G-8 permanecieron en su lugar. Nadie movió los carteles que en ocho idiomas dan la bienvenida a los desobedientes ni los que, más adelante, les piden guardar la basura en bolsas sin desobedecer.

Cerca de las 8:20 de la noche los policías que resguardaban la zona alejaron aún más a motociclistas, mirones y trabajadores de los medios.

El grupo antiterrorista hizo explotar el artefacto, pero éste apenas si emitió un tímido ruido. No era una bomba de gran potencia pero si tenía explosivos suficientes para hacer daño.

Este lunes la señal de alarma se ha dado. El conflicto se sigue escalando. Después de taponar fronteras, hacer listas de indeseables, expulsar a activistas, cerrar estaciones de trenes, colocar edificaciones de hormigón y mallas en las calles del centro histórico, sembrar guardias por doquier ha comenzado la hora de las bombas. Los dos bandos han sido provocados.

Los policías se han enfadado. Los atentados les han hecho sentir que tienen una afrenta que cobrar. El próximo viernes, cuando unos y otros midan fuerzas de verdad, podrá verse con claridad cuánto es el daño que se hizo.