LUNES Ť 16 Ť JULIO Ť 2001

Ť Hermann Bellinghausen

Opiniones encontradas (en alguna parte)

šNada que explicar. Abstracción, sugerencia, elusiva luz que no toca, o toca sin tocar. Nada de plenitudes que aspiren a totalidad. Nada que se presuma verdad, pero tampoco mentiras (invenciones) que no se presuman con un algo de verdad.

Sentir, mas no dedicarse al sentimiento.

Sólo adivinar cuando no sabes que estás adivinando.

Intuir en todo, pero no todo (que ni siquiera es posible).

Leer para saber, pero leer sabiendo.

Recordar porque sí, pero también porque no.

Equivocarse es parte del resto. Y eso está bien.

Escéptico, pero hacia adelante.

Candil de la calle, si es de noche.

Asumir lo hecho hasta el momento: los torrentes verbales, las brevedad contraria, la necesidad de la palabra, la responsabilidad de decirla. Asumirlo como preparación, aprendizaje. Los mejores resultados serán pues algo así como el ensayo general. Sin presión, sin ambición, sin miedo, comenzar.

Menos conjugaciones, menos adjetivos. Más los nombres, sus apariencias remotas, su persona, sus símiles inesperados, nuevos, evidentes sólo cuando no lo son.

Aceptar lo oscuro, pero dotarlo de luz o su posibilidad. Y si no, que la ausencia de luz sea lo visible.

Demoler las insistencias del poder, sitiarle su asedio. La forma y el contenido: aportación a las resistencias contra el poder, que siempre es grande.

El bien y el mal no se definen. Se construyen o no. Se pueden destruir, por separado o entre sí.

Deambular, vagar, ir por ir, pero no sólo eso.

Llegar varias veces. No dejar de llegar. Todo es definitivo mientras dura.

Saber partir. Terminar, para seguir comenzando.

2. La opinión es enemiga del arte, pero útil para los espectadores. A ellos corresponde opinar, que es importante, pero no mucho. El público es el público, y no hay que hacerle demasiado caso. Uno, que ha sido público tantas veces, lo sabe bien.

También la opinión se pervierte en nuestra Modernilandia Incorporada. Se emplea para vender. Falsa, gratuita, hipetrofiada a propósito. Sobrevalorada para vender productos.

El espectador merece obras de imaginación que digan la verdad. A la crítica, cuando la hubo, le correspondió entenderla. Ya qué queda de la crítica, cuando en los medios culturales la fama (esos 15 minutos) y la riqueza (esas 30 monedas) ahogan la imaginación, la hacen cómplice de lo inconfesable, le dan para sus chicles y la pasean en los pabellones de las academias, los peldaños de las becas, la docilidad de un mercado sin vergüenza. Le inculcan "razones" para no razonar.

El sentido crítico descansa en los acólitos, o sea trabaja de publicista, y le pagan.

Una literatura, un arte así, carecen de gracia. Y sin gracia, no hay nada.

Por fortuna sigue habiendo público que escucha sus ojos. El arte, aún sus desmantelamientos posmodernos, encuentra dónde caminar su drama-en-gente.

3. La imaginación toma tiempo. Todo el que haga falta, pero hecha como está de rapideces juntas, se nota más cuando viaja al sur de donde esté. Reacciona a los cambios de altura. Se le asocia, explicablemente, con el arte. Tiene el don de reverdecer los páramos.

4. Todo está en la cabeza. De cómo te la figures, percibas y recibas está hecha tu realidad, que no pasa de ser un punto de vista, sujeto a correcciones y adaptaciones. Aunque imperfectible (no guarda relación alguna con la perfección), siempre parece que puedes darle una mejoradita. El _'cómo' de los signos tú lo pones, con tu imaginación y sus herramientas algunas tendrá.

El sentir se aloja en otra parte, una que la cabeza no controla, disciplina, ni organiza. Allí los signos resbalan, y la inteligencia se desarregla, pueril, inmediatista, enamoradiza.

Y entonces pienso que nada está en la cabeza.