LUNES Ť 16 Ť JULIO Ť 2001
Ť Autoridades se han excedido en el uso de la fuerza, dicen
Denuncian desalojo y agresiones niños de la calle en Cuauhtémoc
Ť Han sido expulsados de inmuebles en cuatro ocasiones
BERTHA TERESA RAMIREZ
Sobre la base de una columna, mobiliario urbano de la Plaza de la Solidaridad, donde al mediodía ofreció una conferencia de prensa para denunciar otro de los desalojos de que han sido objeto menores de la calle en la delegación Cuauhtémoc, Rosa Pérez recargó sus brazos, marcados por las huellas de la tortura que sufrió a los ocho años tras haber sido quemada con una cuchara al rojo vivo por no haber cumplido con la obligación impuesta de vender tres cajas de chicles.
-ƑQué te pasó ahí? -le preguntamos.
-šAh!, estas son las quemadas que me hizo La Güera a los ocho años, después de que por andar superdrogada ni siquiera abrí los paquetes que ese día tenía que vender.
Eso no es nada, mírame aquí -muestra entonces una línea gris que rodea más claramente el lado derecho de su cuello-, "es la marca de un cable de luz con el que La Güera quería ahorcarme un día tras desobedecer sus órdenes de amarrar a unas sillas a otros chavos de la calle que vivíamos con ella para que les inyectara heroína; yo misma los desaté y les dije que huyéramos de ese infierno".
Es la historia de ese abismo, en el que poco a poco se sentía caer Rosa hace nueve años, lo que hoy la involucra, dice, tan fuertemente a luchar por el edificio de República de Argentina número 53, de donde hace 10 días fueron desalojados por la policía y personal de la delegación.
Sobre su propia historia Rosa continúa el relato. Narra que lamentablemente esa vez no pudieron escapar; "lejos de ello, lo que obtuvimos fue una severa golpiza que nos propinaron La Güera y su esposo. Al otro día volvimos a las calles a vender chicles. De la venta debíamos entregarles cuentas. Si llegábamos a la casa donde nos tenían, en Xola, con las cajas de chicles y el equivalente en dinero sin abrir las cajas, todo está bien y cambio, podíamos aspirar a una nueva dosis, pero si llegábamos sin haber vendido nada y sin dinero del que nos daba la gente en la calle, nos encerraban en un cuarto oscuro y nos dejaban tres días sin comer".
Ustedes comprenderán, dice Rosa, que a los nueve años yo creía que jamás podría escapar, pero "un día conseguí una buena dosis de cocaína y me quedé tirada en el suelo. Fue cuando me rescataron los de Ministerios de Amor y me llevaron al albergue que tenía en la calle República de Argentina, pero La Güera se enteró y hasta ahí filtró a dos de mis antiguos compañeros de Xola, una de ellas era mi mejor amiga; "tenían la orden de advertirme que debía regresar a la calle y que de no hacerlo tenían la orden de matarme, de apuñalarme cuando estuviera dormida".
Luego de enterarme de los planes de La Güera, "gracias a la lealtad de mis amigos, avisé a los encargados del albergue, me trasladaron a Cuernavaca y luego a otra zona hasta que finalmente La Güera me perdió la pista".
Rosa dijo estar convencida de que el proceso de su recuperación comenzó precisamente en el inmueble del que fueron desalojados los chavos de la Plaza de la Solidaridad, el 3 de julio pasado. Señaló que se trata de un inmueble donado a Ministerios de Amor, organismo que ofreció a los menores de la plaza trasladarse a vivir ahí.
Luego del ofrecimiento los menores empezaron a trabajar en la limpieza y rehabilitación del inmueble, "colocaron baños nuevos, asearon el lugar, tiraron la basura que había y empezaban a pintar para trasladarse todos ahí cuando, mediante un operativo con un excesivo uso de la fuerza pública, fueron desalojados, incluso hubo gente de la delegación que fue a mofarse de ellos: Ƒde qué se trata?, si no ayudan no estorben".
Rosa Pérez abundó que a lo largo de la presente administración perredista en la demarcación en por lo menos cuatro ocasiones han sido víctimas de agresiones y despojos masivos, "dos corresponden a la gestión en los momentos en que nos encontrábamos en la Alameda, y las otras dos a la etapa en que ya nos encontrábamos en la Plaza de la Solidaridad".
A estas acciones la delegación las llama operativos de limpieza. En cada ocasión se han presentado de manera súbita, ya sea en horas de la noche o muy temprano, numerosas patrullas, personal de la delegación y empleados de limpia. "Nos despiertan a golpes y con insultos nos suben a las patrullas y nos llevan a la agencia 57 del Ministerio Público o al juzgado calificador. Allá nos retienen varias horas, nos acusan de tener en nuestro poder activo que ellos mismos traen en las patrullas. Cuando finalmente nos sueltan y regresamos, todas nuestras pertenencias han sido robadas: ropa, zapatos, cobijas, comida... todo".